Barcelona redescubre su acueducto romano
La remodelación de una pared medianera pone en valor cuatro arcos del primer edificio público construido en la ciudad
Barcelona es fruto de la fundación ex novo de la colonia romana Iulia Augusta Paterna Faventia Barcino promovida el año 14 a.C. por el emperador Augusto en el marco de la reforma administrativa y viaria del sector noroeste de Hispania, provincia del nuevo imperio que no paraba de extenderse por l Mediterráneo. Lo primero que hicieron Augusto y sus romanos fue construir las principales calles (el cardo y decumanus que se cruzaba en la plaza de Sant Jaume) de esta ciudad de apenas diez hectáreas de extensión. Pero antes de rodearla de muralla levantaron un acueducto que abastecía de agua desde una fuente cercana al río Besós a los nuevos habitantes. Por eso, el acueducto de Barcelona es la primera obra pública de Barcelona, un edificio que se ha ido perdiendo con el tiempo; derribado por el avance y transformación de la ciudad o enmascarado bajo edificios más modernos.
Es lo que ha pasado con cuatro arcos que han permanecido en la pared medianera de un edificio del siglo XVIII de la plaza Vuit de Març, en el barrio gótico de Barcelona, que después de salir a la luz en 1988 ahora se someterán a una labor de rehabilitación y visualización para ponerlos en valor y dejen de pasar desapercibidos. Los trabajos, enmarcados dentro del Plan Barcino, que trabaja para rehabilitar los restos romanos de la ciudad, tienen un coste de 345.000 obtenidos a partir de las lonas publicitarias que cubren muchos de los edificios de la ciudad y que aporta el Institut Municipal del Paisatge Urbà.
“Es una pieza clave de nuestra historia. Es el primer edificio público que se construyó con piedra de Montjuïc y estuvo en funcionamiento hasta el siglo IX o X. El ciclo y reciclaje del agua parece que lo hemos inventado ahora, pero no es verdad. En el mundo de la Roma antigua tenía mucha importancia. Lo primero que buscaban era un caudal de agua potable para captarlo. Aquí se encontró en la zona de Montcada y, después de recorrer 13 kilómetros, entraba a la ciudad por la Plaça Nova, frente a la catedral, desde donde se distribuía por las industrias, termas, fuentes y casas particulares de los más potentados”, explica Carme Miró, responsable del Plan Barcino y especialista en este tema, tal y como avalan sus múltiples trabajos publicados sobre la captación, conducción y redistribución del agua en el imperio romano.
Los arcos estaban ocultos hasta que se derribó uno de los edificios dentro de un plan de esponjamiento para crear una plaza. “Uno de los vecinos del barrio, Alfred Lloré, detectó “algo extraño” y avisó al museo de Historia de la Ciutat, que paró el siguiente derribo y posibilitó conservar las arcadas". En la parte superior de la fachada, tras abrirse unas ventanas se rebozará con un estucado, mientras que en la inferior se marcarán los ojos de los arcos para reforzar su profundidad, e incluso se abrirá parcialmente el último para ver su anchura”, prosigue Miró que asegura que habrá que tener en cuenta que siguen teniendo una función estructural dentro del edificio.
“Cuando hablamos de acueducto pensamos en el de Segovia o el Ferreres, de Tarragona, pero en realidad es solo el lugar por donde pasa el agua, lo otro son los arcos que lo aguantan. De hecho, la mayoría de acueductos romanos son subterráneos ya que eso garantizaba la calidad del agua, algo que era muy importante para los romanos”, subraya Miró.
“Siempre se ha dicho que en Barcelona el papel de los andalusíes, los musulmanes españoles, era menor, pero la arqueología nos dice que su presencia fue de unos cien años, un periodo que permite hacer muchas cosas y dejar una impronta grande. Una de ellas fue el del cambio en la gestión del agua que se produce en el siglo IX o X con la creación del Rec Comtal; momento en el que el agua pasa de ser un bien público, un derecho para todos, a ser en la época medieval un bien de consumo que genera riqueza. Algo que no ha cambiado hasta ahora”, explica la arqueóloga.
Los trabajos permitirán marcar el nivel del specus, el canal por donde discurría el agua camino de la ciudad que por dentro está rebozado con mortero de cal, el opus signinum romano. Cuando terminen los trabajos en la medianera se excavará en el subsuelo hasta localizar los cimientos de los arcos y así poder ver el alzado completo de los mismos, que llegarán más o menos a los 11 metros de altura.
Estos cuatro arcos son la zona más visible de este edificio. Pero se han conservado restos en otros lugares, como explica Miró. “En el edificio contiguo de Ca la Dona se conserva una arcada y uno de los pilares; también la entrada del acueducto a la ciudad se puede ver en la Casa de la Ardiaca, mientras que la estructura que se ve junto a la catedral es una reconstrucción de los años sesenta realizada por el arquitecto Josep Florensa a partir de localizar otro de los pilares. Recientemente en la construcción de un hotel en la calle Magdalenes se encontró otro de los pilares y se conserva un tramo subterráneo en la zona de Sant Andreu. Pero donde mejor se ve el acueducto es aquí”, sentencia Miró que presentó la intervención (que terminarán en el primer semestre de 2019) en compañía de la concejala del distrito Gala Pin.
¿Uno o dos acueductos?
Tradicionalmente se ha defendido la existencia de dos acueductos en Barcino: el de Collserola y el de Montcada, pero Miró y otros investigadores, como Héctor A. Orengo, hablan, últimamente, de uno solo: “Siempre se hablaba de uno, pero al hacer las obras de la Ardiaca y encontrar dos construcciones paralelas dentro de la torre de la muralla, empezó a hablarse de dos diferentes. Pero igual que no hay duda de la existencia del de Montcada, no existe ni evidencia arqueológica ni escrita del de Collserola”, explica Miró.
Orengo diseño un algoritmo para calcular la ruta óptima de cualquier acueducto, porque el agua tiene que tener una pendiente constante y en descenso. Con él se comprobó que Collserola no funciona, porque la pendiente no es la correcta. "Además, el agua de Collserola tiene mucho carbonato, tal y como explica en 1650 Francesc Socies en su libro en el que cuenta que eso obligaba a limpiar los conductos de las fuentes públicas y ninguno de los dos specus presenta concreciones calcáreas y por lo tanto no transportaba agua desde allí".
La media de volumen de agua proporcionada por la mina de Montcada oscilaría en unos 12.000 metros cúbicos diarios, mientras que desde Collserola rondaría los 300. Para ellos si existe una captación de agua desde Collserola sería posterior, de alrededor del siglo XIV.
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