“Los alumnos no fracasan, el sistema sí”
La profesora Mónica Fernández forma a jóvenes que han abandonado los estudios
Mónica Fernández estudió Arquitectura. Le gustaba dibujar. Pero antes de acabar la carrera vio que se estaba equivocando de camino. El trabajo de despacho no la atraía. "Me faltaba algo". Entonces le ofrecieron la oportunidad de formarse como profesora, especializándose en entornos desfavorecidos. La idea le atraía. "Cuando estudiaba la ESO sufría por los alumnos que no tiraban". Pero fue en un campus de verano organizado por la fundación Empieza por Educar donde impartió clases a estudiantes de ESO con muchas asignaturas pendientes para setiembre donde lo vio claro. "Fue el primer choque con la realidad de las cifras de abandono escolar e inequidad educativa. Allí se hicieron realidad. Las historias que explicaban los chicos no me dejaron indiferente. Y me convencí que quería trabajar en educación, pero ya no en cualquier sitio".
Desde hace dos años Mónica imparte clases de matemáticas, lenguas, informática y entorno social en la Fundació El Llindar de Cornellà de Llobregat. No es un sitio cualquiera. Se trata de un centro llamado escuela de segunda oportunidad donde estudian alumnos que, por diversos motivos, "no han tenido éxito en la escuela o el instituto" y han abandonado los estudios sin tan solo conseguir el título de la ESO. A Mónica no le gusta el concepto de fracaso escolar, un epígrafe bajo el cual se agrupan este tipo de estudiantes en estadísticas que los convierten en anónimos. Esta profesora tiene claro que la culpa no hay que achacarla a ellos. "El sistema educativo no puede dar respuesta a lo que necesitan estos alumnos y debe hacerlo. Los alumnos no fracasan, es el sistema el que fracasa".
Una década después
Nombre y edad: Mònica Fernández Amigó, 30 años.
Si no fuera lo que es le hubiera gustado ser... Reportera del National Geographic. "Me gustaría hacer fotos por el mundo, o también ser diseñadora gráfica".
Se va de vacaciones: De ruta por el sudeste de Estados Unidos.
Dentro de 10 años trabajará en... "Trabajando para la mejora del mundo educativo".
Mayoritariamente son jóvenes inmigrantes o hijos de inmigrantes y/o de entornos socio-económicos desfavorecidos. En la Fundació El Llindar les dan la oportunidad de aprender un oficio: mecánica, imagen personal y estética, hostelería o mantenimiento de edificios. Pero entrar en el aula con este tipo de auditorio no es fácil. "Son jóvenes que tienen un gran rechazo a todo lo que sea formación. Han sufrido muchos fracasos y han oído demasiadas veces que no sirven para nada". Ante este reto, echó mano de su imaginación, su formación, consejos de otros profesores y de su experiencia en un instituto de Terrassa y como monitora de esplai para aparcar los dosieres y empezar a trabajar por proyectos. Pero el primer objetivo no era que memorizaran contenidos: "Lo primero era lograr que empezaran a confiar en ellos, a tener autonomía, a trabajar en equipo... A querer aprender".
Emprendieron diferentes proyectos, como poner en marcha un laboratorio de fabricación digital que bautizaron como GarageLab. Los alumnos diseñaron el aula, incluso los muebles, trabajando así las matemáticas, la creatividad, la redacción y la comunicación. Con el laboratorio listo, Mónica recuerda especialmente el comentario de un alumno: "He pasado de no sacarme la ESO y que todo el mundo pensara que no sabía hacer nada a coger una idea que estaba en mi cabeza, hacerla real y ver que la gente va a utilizarla".
Los resultados pronto empezaron a ser palpables. "Mejoró la puntualidad y la asistencia. Antes cuando tocaba taller, todos eran muy puntuales, pero cuando tocaba clase teórica era otra historia". También mejoró su motivación y su autonomía. "Podía salir de clase unos minutos y al volver continuaban trabajando, eso era impensable un tiempo atrás".
Mónica tiene fe ciega en estos jóvenes y está convencida en que pueden salir del pozo y convertirse en aquello que deseen. La clave está, asegura, en tener claro el objetivo a lograr. "Hay que ver lo que no funciona y cambiarlo. Los proyectos son solo una herramienta en la educación, como muchas otras. Cualquiera de ellas puede ser válida siempre que sepamos con qué objetivo y para qué la estamos usando".
Pero no todo ha sido un camino de rosas. También ha habido momentos de frustración. "Buf, cada día", resopla Mónica. Pero para ella esto también es un reto, el de reinventarse a cada momento para dar respuesta a las situaciones que tiene ante ella. Esta joven profesora ha logrado que sus compañeros y la fundación se sumen a sus técnicas. Y es que una de las claves para el éxito, dice, es la colaboración. "Puedes hacer cosas pequeñas, a título individual, en tu aula y tus clases, pero si realmente quieres hacer algo innovador y que pueda perdurar debes tener el apoyo del entorno".
El objetivo final: que los jóvenes se reenganchen a la formación. Esta profesora se muestra satisfecha de los resultados de este curso: de 12 alumnos tres van a cursar un ciclo formativo de grado medio el año que viene, dos se han apuntado a una escuela de adultos y tres han logrado un contrato en la empresa donde habían realizado las prácticas. "A una alumna le ofrecieron trabajo , pero ella lo ha rechazado porque quiere seguir estudiando. Para mí es todo un éxito", asegura orgullosa. Después de acabar el curso, un alumno se acercó a la fundación. Quería agradecerles "haber creído en él" y ayudarle a encontrar trabajo. "Esto es lo que le da sentido, aunque a lo mejor lo que haces da fruto de aquí a unos años y no lo ves. Pero lo importante es haber conseguido mover algo dentro de ellos".
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