Dos jubilados metidos a ladrones
Los Mossos detienen a dos hombres de 66 y 67 años acusados de una treintena de robos en oficinas
En las imágenes se ve primero a uno de los hombres, vestido con un polo Lacoste y pantalones de pinza, cómo vigila las oficinas. Va a cara descubierta y simula que habla por teléfono, mientras diversas personas salen de su objetivo, y se van en el ascensor. En la siguiente escena está ya dentro del local, que va revolviendo sin prisas. Al poco, le abre la puerta a su compinche, que aparece en escena trajeado, con camisa y americana. Este también se pone a rebuscar a la caza de cualquier cosa de valor, también con parsimonia, sin ni siquiera tomar la precaución de ponerse guantes.
Los Mossos d'Esquadra han detenido a los dos hombres, una pareja de jubilados de 66 y 67 años que cobraban "pensiones mínimas" y que necesitaban seguir con el mismo elevado tren de vida que llevaban antes de retirase. Por eso, creen los Mossos, decidieron reconvertirse en ladrones de oficinas. “Hay de todo, una sede sindical, un despacho de abogados, una agencia de publicidad y diversas escuelas de idiomas", explica el intendente Toni Sánchez, jefe del distrito barcelonés de Ciutat Vella, donde cometieron la mayor parte de los golpes.
Antes de su vida como ladrones, los hombres, Miguel C. S. y Antonio G. D., se conocían del mercado barcelonés de los Encants, donde tenían negocios de muebles y participaban en subastas. La policía catalana detecta sus primeros robos en 2016, justo cuando alcanzaron la edad de jubilación. Uno de ellos tenía ya un antecedente de robo con fuerza en 2014.
“Vigilaban previamente el sitio para tener la certeza de que no quedaba nadie”, explica el intendente, en un caso que han bautizado como old boys. Una vez asegurado el lugar, entraban e iban rapiñando con lo que podían. “Se llevaban ordenadores, tabletas, cámaras de vídeo y foto, discos duros y hasta teclados de ordenadores”, asegura.
Los agentes investigan ahora cómo daban salida a todo el material robado. La pareja de jubilados, uno residente en Lliçà de Munt, en una torre con piscina y donde coleccionaba piezas militares históricas, y el otro en Barcelona, ha quedado en libertad después de pagar una fianza de 4.000 euros.
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