Gracias, señor Sánchez
¿Con qué relato creíble, con qué disposición a llegar a grandes acuerdos por lo menos para una generación, va Quim Torra a conversar con Pedro Sánchez?
En el momento en que el lector lea este artículo, ya se sabrá el resultado del encuentro entre el presidente del Gobierno central, Pedro Sánchez, y el de la Generalitat, Quim Torra. En vísperas de ese ansiado encuentro uno solo puede conjeturar, que no sé si en política sirve de mucho (en literatura, Jorge Luis Borges convirtió la conjetura en un mecanismo esencial). Así que procederé como si procediera en una novela. Conjeturaré. Cuando este artículo se publique ya se sabrá si acerté o descarrilé absolutamente. Pero lo que sí se sabrá, independientemente de lo que se hable y se acuerde en esta reunión, es que habrá una segunda reunión y una tercera y las que hagan falta, sin contar las secretas, que también seguramente se producirán.
Particularmente no me hago demasiadas ilusiones, tal vez por las contadas que se han celebrado en los últimos años sin resultados positivos. Claro que también el escenario político ahora no es él mismo, aunque parece que el president Torra todavía no se ha enterado. Es curioso, no obstante, que siendo el marco legal y legalista de estas conversaciones el mismo que invocaba el gobierno de Rajoy, la Constitución, la atmósfera sin embargo es muy distinta, con mayores expectativas, con lo cual las formas y los tonos empleados por el PP para tratar de abordar el contencioso entre el estado y el Govern nunca fueron los más apropiados, los más empáticos. Todo lo contrario de las formas y los tonos empleados por el nuevo Gobierno socialista (en el que parece que tampoco el president ha reparado), desde su portavoz hasta los ministros.
Decía que no confío totalmente en los buenos resultados de la reunión. Por lo pronto sabemos una cosa cierta, que el Gobierno de la Generalitat parece que cuando aparentaba que hacía política en realidad estaba jugando al póker. En la época de Artur Mas no se jugaba al póker, pero se empleaba la astucia, tal vez comprensible dada la porfiada tenacidad con que el Gobierno de Rajoy se oponía al diálogo, con la Constitución en la mano o sin ella. Ya vimos cómo terminó la política de la astucia y los faroles, con los huesos de la plana mayor del independentismo en una injusta y absurda cárcel preventiva y un forzoso autoexilio. Así que ahora a uno se le plantea una duda, ¿con qué argumentos, con qué relato creíble, con qué disposición a llegar a grandes acuerdos por lo menos para una generación, va Quim Torra a conversar con Pedro Sánchez?
Torra, y no tanto quienes están en la cárcel, aboga por recuperar algún que otro hecho “histórico”, repetir, por ejemplo, el desgraciado simulacro de referéndum del 1 de octubre (¿farol?), el amague de declaración unilateral de independencia del 27 de octubre (¿otro farol?). Ojalá no sea esa la hoja de ruta que exija Torra a Pedro Sánchez. Entre la ética de la convicción (absolutamente lícita) y la ética de la responsabilidad (absolutamente imprescindible), como formuló Max Weber el dificilísimo dilema que a veces se le plantea a un político, espero que el principio de realidad lo lleve al president de la Generalitat a optar por la segunda.
Pero para ello necesita reconocer a su interlocutor, ponerse en su piel, conocer hasta dónde puede llegar con su mayoría parlamentaria, a qué puede acceder y a qué no en función de aquella mayoría. Además, ¿y si tratara de sondear hasta dónde quiere arriesgar Pedro Sánchez en su concepción de España? ¿No sería muy importante para todos los que vivimos en Cataluña que Quim Torra se fuera de La Moncloa sabiendo algo más concreto sobre la España plurinacional y plurilingüística que llegó un día a defender el actual presidente del gobierno español? Claro que para que le interese esta pregunta, tiene que interesarle que la respuesta sea la que muchos defendemos en Cataluña desde hace tiempo: una España plurinacional y plurilingüística.
Y por cierto, mientras escribo esto me acabo de acordar que el president, ni nadie de su gobierno, le han dado todavía las gracias a Pedro Sánchez por su gesto político. El traslado, y por lo tanto el acercamiento a sus familiares, de los presos políticos a las prisiones catalanas. Si el señor Torra considera que ese gesto no merece ningún agradecimiento, entonces se lo daré yo en nombre de la mucha gente que ya nos hubiera gustado, entre otras cosas, que la marcha del orgullo gay celebrada en Barcelona la hubiera encabezado alguna autoridad de la Generalitat.
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