Cibeles como Adelita
El autor imagina un homenaje a la cultura mexicana en las calles de Madrid en un hipotético enfrentamiento en el Mundial de Fútbol entre España y México
Imaginemos que el equipo de México avanza en el Mundial de Rusia a niveles de consideración ejemplar y —en tanto no le toque enfrentarse a España— en un acto de asombrosa hermandad la Cibeles se pone carreteras de balas para cruzarse el pecho, un rebozo de bolita y el sombrero que la alivie de los golpazos del sol. En ese ánimo, llenamos de trajineras de Xochimilco el estanque del parque del Retiro y declaramos Chicharitos a todo joven que porte corte de pelo a Kim Jong-un (táctica secreta para el partido contra Corea). Por unos días, al Cascorro de Lavapiés le ponemos el mote de Chucky, por travieso y por las llamas; y en plena plaza Mayor instalamos un playlist constante de mariachi en directo.
El milagro se completaría con un carro alegórico que recorriera la otrora Gran Vía (hoy convertida en Estrecha) y en el techo, un piano de cola donde Armando Manzanero interpreta en directo Esta tarde vi llover entre lluvia de pétalos de bugambilias moradas, mientras el asfalto está alfombrado de claveles y Agustín Lara va vestido de verde. Imaginemos que todos los kebabs se declaran tacos al pastor y que en el Jardín Botánico preparan un mole de guajolote que provoca largas filas hasta la entrada del Museo del Prado, donde desfilan 122 modelos disfrazadas de Frida Kahlo y 123 gordos clonando a Diego Rivera; aprovechamos el paseo de la Castellana para una fiesta charra con todo y alazanas, rayadas de caballo y el paso de la muerte.
En el colmo del delirio, resucitan todos los personajes de El Chavo del 8 en una corrala de Lavapiés y decidimos todos bañar a Hugo Sánchez en bronce para eternizarlo en un rincón de la plaza de Oriente; en un hermoso detalle arqueológico, se coloca la inmensa Piedra de Sol, otrora conocida como calendario azteca, en el mero centro de la Puerta del Sol y se celebra con un contingente florido de 150 indígenas enloquecidos que bailan con penacho y plumas, taparrabo y flautines, a la misma hora en que se inaugura la instalación de unos voladores de Papantla en la plaza de Castilla que asombran al mundo con el vértigo de sus vuelos en homenaje a cada uno de los goles con los que la selección mexicana de fútbol va logrando poco a poco cambiar el paradigma histórico de la derrota en el insólito sabor de la victoria y España entera se pinta de verde en un acto de compenetrada alegría, deseando de corazón que el Tri de los verdes no se enfrente a la furia de la Roja y todo esto nomás porque soñar no cuesta nada y Madrid es ecuménica villa hospitalaria que bien puede vestirse como la mejor anfitriona posible.
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