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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Proletarios

La polémica en la que se ha visto envuelta la cúpula de Podemos tiene más de controvertida por lo dicho que por lo hecho

Josep Cuní
El chalet de Irene Montero y Pablo Iglesias.
El chalet de Irene Montero y Pablo Iglesias. Santi Burgos

"Proletarios del mundo, uníos" clama Karl Marx desde su pedestal en el centro de Moscú. Y los ciudadanos pasan de largo para ir a comprar a las tiendas más exclusivas de la zona, compendio de las marcas más simbólicas del capitalismo más consumista en la ciudad más ferozmente reconvertida. A unos cien metros, la histórica sede de la KGB, el ojo que todo lo ve. Aquello y esto. Imagen y descripción de un momento en el que pocos quieren saberse proletarios y quienes dicen luchar por ellos y por sus derechos acaban preguntando a sus bases si pueden sellar el trato hipotecario que les permite acceder a un chalet con piscina en la sierra. Pablo Iglesias e Irene Montero. Falsa consulta.

Todo quedaría en mera anécdota contradictoria, como contradictorios han sido algunos de los líderes comunistas entre nosotros y contradictorio el comportamiento del comunismo históricamente, si los que se han creído que tienen poder de decisión les hubieran negado el beneficio inmobiliario. Pero no. Se lo han concedido, como supuestamente se lo concedían a los miembros de la Nomenklatura soviética, porque defender al pueblo unido requiere de una dosis de representatividad que exige un determinado nivel. De una imagen de liderazgo que obliga a un mínimo de obligaciones que hay que cumplir aunque no gusten. Una especie de sacrificio para y por la causa. Un engorro, supuestamente.

Así se hubiera defendido en otras épocas y otros lugares donde la idolatría al líder fue una constante incoherencia con la norma ideológica que lo prohibía. Pero ahora las cosas se ven de manera distinta. De entrada porque anhelar un estadio superior es motor de productividad, pertenecer a la clase media es sinónimo de ascenso social y tener un apartamento en la playa o un segundo piso adquirido como inversión para complementar la magra pensión de jubilación, un martilleo constante de publicidad y propaganda que ha hecho mella en la población de la que más del 60% se considera de clase media. Y que así quiere disfrutarlo desde los tiempos en los que el apartamento en Torrevieja, Alicante, era uno de los alicientes del "Un, dos, tres".

Proletario. Ya ni la palabra describe lo que realmente significa. Porque un joven informáticamente preparado que trabaja como autónomo, creando aplicaciones o facilitando servicios a las empresas ¿se considera a sí mismo un proletario? Sí, de acuerdo, arrienda la fuerza de su conocimiento, su capacidad técnica, pero lo hace con unas herramientas que le son tan propias mecánicamente como por pertenencia.

Puestos a revisarlo todo, ahora sabemos que ni siquiera Karl Marx predicó con el ejemplo. Casado con una hija de la aristocracia, la pobreza le acorralaba con frecuencia porque vivía más de las apariencias que de sus posibilidades. Una vida burguesa de escaparate que mantenía gracias a las fluidas ayudas económicas de su amigo Frederick Engels, industrial acomodado. Tan dominador era el padre de El Capital, que ejercía una absoluta voluntad de control sobre su familia hasta el extremo de negarle a una de sus hijas una relación sentimental con un comunero francés. Quería para ella a alguien con mejor posición. La chica no le hizo caso y se marchó para poder ser feliz con el hombre que quería pero la larga mano de la madre convirtió en amor frustrado lo que pretendía ser un amor vivido. (Gared Stedmasn Jones. Karl Marx. Ilusión y grandeza).

¿Fue eso lo que inspiró a los comunistas españoles durante la guerra a negarle a Dolores Ibárruri la posibilidad de divorciarse del hombre al que detestaba para compartir su vida con el joven al que realmente deseaba? Por separado les mandaron al exilio de Moscú con la voluntad de mantener el icono de La Pasionaria como la virgen laica que no quería ser. Ironías del destino, como señalaba Almudena Grandes en su aplaudida Inés y la alegría.

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Es evidente que la polémica en la que se ha visto envuelta la cúpula de Podemos tiene más de controvertida por lo dicho que por lo hecho, por lo recriminado a los otros que por lo practicado por ellos mismos. Tan evidente, como que este será a partir de ahora su talón de Aquiles en los debates parlamentarios y televisivos. Porque la incoherencia, o lo que se entiende por ella, es siempre la paja en el ojo ajeno. La artillería que la derecha sabe usar sin contemplaciones y la izquierda con remilgos. Lo veremos y escucharemos en la sesión de moción de censura de los próximos días. Está cantado. Como lo está la progresiva puesta en duda del papel adecuado de la justicia por parte del PP ahora que la sentencia Gürtel ha desnudado sus intereses más interesados. Ya se lo ha preguntado la Sra. Cospedal: ¿los jueces son infalibles? Ella, que como devota debería saber que ya ni el Papa lo es.

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