El museo como centro educativo
El director del Reina Sofía, el valenciano Manel Borja-Villel, defiende que la enseñanza del arte debería empezar por lo contemporáneo
La función educativa de los museos no es algo nuevo. El primer director del MOMA de Nueva York, Alfred Barr, ya advertía en 1929, antes incluso de su apertura, que el museo “funcionará exclusivamente como una institución educativa”. Y un año después abundaba en esta idea al afirmar que el nuevo museo “poseerá un inestimable valor educativo, tanto para pintores en busca de ánimo e inspiración, como para estudiantes de cultura contemporánea e Historia del Arte, críticos en busca de cánones comparativos y público aficionado a contemplar cuadros, en general”.
Barr adelanta en este texto los públicos principales a los que se dirige la tarea educativa de los museos. Una labor que el director del Museo Reina Sofía, Manel Borja-Villel, califica de “fundamental” y, más todavía, si hablamos de arte contemporáneo. Borja-Villel estudió Historia del Arte en la Universidad de Valencia y, tal y como él explica, “yo quería aprender sobre arte contemporáneo pero los estudios acababan en Sorolla”. Este valenciano, que tiene una amplia experiencia en la dirección de museos, opina que la enseñanza del arte “debería de hacerse al revés: empezar por lo contemporáneo, por el arte de tu tiempo, y luego ir hacia atrás”. Por su parte, el director del Museo Picasso de Málaga, José Lebrero, opina que “un museo tiene que ser didáctico, el museo es una herramienta para aprender algo”. Lebrero señala que uno de los indicadores para saber que “un museo es un buen museo es que genere conocimiento”.
El presidente de la Fundación Bancaja, Rafael Alcón, considera que “los talleres educativos dedicados a escolares, personas con discapacidad o distintos colectivos sociales es uno de los objetivos prioritarios de la fundación. Es algo que llevamos en nuestro ADN, pues cumple tanto con la parte de obra social como con la cultural”.
Por tanto, el peso de dar a conocer el arte contemporáneo recae principalmente en los museos y la labor de hacerlo accesible al gran público en sus departamentos educativos. Santi Ruiz y Pilar Ortí son los fundadores de la empresa de didáctica en el arte SIN SIN Creativos, que han trabajado para museos e instituciones como el IVAM, la Fundación Bancaja, el MUVIM o La Nau de la Universidad de Valencia, en los que han desarrollado su labor tanto con escolares como con familias, con personas con discapacidad, con problemas de inclusión social o con colectivos de personas mayores. Su trabajo consiste en la creación y ejecución de una serie de talleres didácticos “que sumergen al visitante en el proceso creativo de un artista pero en el que cada persona tiene que encontrar su propio camino. No se trata de copiar, sino de dar un punto de partida para que ellos comprendan la forma de trabajar de un artista pero, al mismo tiempo, creen su propia obra que luego se llevan a su casa y comparten con sus amigos y familiares”, explica Pilar.
La empresa de estos pioneros de la educación en los museos tiene más de 25 años de experiencia y durante ese tiempo han creado más de 200 talleres monográficos que han acompañado muy diversas exposiciones individuales en las que, en algunas ocasiones, el artista ha llegado a colaborar en el diseño y ejecución de los mismos. Santiago Ruiz cuenta con orgullo algunos momentos especiales como cuando “Baselitz llegó al IVAM y visitó nuestro taller en el que recreábamos su estudio y su forma de trabajar y se puso a crear una obra con corcho delante de los escolares que allí estaban o cuando la mujer de Roy Lichtenstein visitó el taller que hicimos para su exposición de escultura en el IVAM y dijo que era igual que el de su difunto marido, con espejos como tenía él”.
También recuerdan con orgullo cuando Juan Manuel Bonet, entonces director del IVAM, les confesó que eran los únicos que habían conseguido despegar a sus hijos del ordenador. El encuentro con el artista Eduardo Arroyo fue otro de los momentos que guardan en su memoria pues, tal y como afirma Pilar Ortí, “a pesar de ser conocido por su mal genio, le encantó el taller que organizamos e incluso nos pidió material para luego poder trabajar en su estudio”. Chillida fue otro artista con el que trabajaron de cerca para diseñar su taller didáctico en el IVAM para lo que llegaron a trasladarse a su estudio en San Sebastián.
Pero, sin duda alguna, uno de los momentos más satisfactorios en su trayectoria profesional es cada vez que una de sus actividades acaba en una exposición. Pasó con el taller que realizaron para una muestra de Giacometti en el IVAM en 2001, que culminó con la exposición de 1.800 obras realizadas por niños al estilo de Giacometti en una de las galerías del IVAM. “Fue una maravilla ver cómo esos niños venían a la exposición con sus padres y contemplaban orgullosos sus obras colgadas de las paredes del museo”, afirma Pilar Ortí. Algo que también pasó recientemente con el taller que hicieron en la Fundación Bancaja basado en las versiones de Las Meninas de Picasso, con la diferencia de que en esa ocasión eran obras realizadas por jóvenes con discapacidad o con riesgo de exclusión social. Otra innovadora iniciativa que puso en marcha esta empresa didáctica fue el autobús Julio González del IVAM.
Siguiendo esa filosofía de que si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma, transformaron un autobús de la EMT en un taller didáctico basado en la obra de Julio González (uno de los pilares de la colección del IVAM). Este autobús se trasladaba a los colegios que lo solicitaban y durante un día entero todas las clases que quisieran podían pasar por esta actividad didáctica que pretendía sumergir a los visitantes en el proceso creativo de este escultor y acercar así el arte a la sociedad, una de las prioridades del entonces director del IVAM, Kosme de Barañano. “Algo que conseguimos con los más de 25.000 escolares que participaron en esta actividad”, explica Pilar Ortí.
Y es que esta labor didáctica recae principalmente en los departamentos educativos de los museos pero implica a casi todas las áreas de un museo, incluido el director. El ejemplo más patente de ello es el director del British Museum de Londres, Neil MacGregor, quien realizó un programa de radio en el que repasaba la historia del mundo a través de 100 objetos de la amplia colección de este museo. Ese programa acabó convirtiéndose en un libro con un enorme éxito de ventas y finalmente en un recorrido didáctico que puede seguirse en dicho museo. Al fin y al cabo, tal y como afirma el propio MacGregor, “contar la historia a través de los objetos es para lo que están los museos”.
Royal Academy: 250 años educando en arte
La implicación de los museos en la educación llega hasta los más altos niveles, encarnados en los abundantes másteres que ofertan universidades en colaboración con museos de reconocido prestigio. La Royal Academy of Arts es conocida en Londres por su ambicioso programa de exposiciones temporales que tan solo el año pasado incluyó a nombres tan prestigiosos como Jasper Johns, Matisse o Dalí y Duchamp. Sin embargo, esta institución es pionera en la educación de las artes, pues surgió hace 250 años como una escuela de formación para artistas, pero esa labor educativa, que sigue impartiendo, se ha expandido a otras esferas llegando incluso a lanzar este año un ambicioso máster en liderazgo cultural junto con la universidad de Maastricht, ciudad que acoge cada año la prestigiosa feria de bellas artes TEFAF. La directora de los programas académicos de la Royal Academy, Anna M. Dempster, señala que está diseñado para proveer a los alumnos con “las herramientas y los conocimientos necesarios para poder trabajar en cualquier lugar en el mundo”. Dempster abunda en la idea de que “los museos son absolutamente fundamentales para la educación. Son a menudo el primer lugar en el que conocemos otras culturas diferentes de la nuestra”. “Los museos tienen una enorme responsabilidad al decidir qué historias eligen contar y cómo contarlas”, resalta Dempster.
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