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La lluvia de las últimas semanas multiplica el riesgo de desprendimientos

El Colegio de Geólogos de Cataluña ha detectado tres puntos negros: la C-14, la C-16 y la C-17

Marc Rovira
Imagen del desprendimiento en Castell de Mur.
Imagen del desprendimiento en Castell de Mur.Mossos

El violento desprendimiento de rocas que ha afectado 200 metros de una carretera comarcal del Pallars Jussà ha dejado al descubierto el riesgo potencial de derrumbe que hay en varias laderas de la red viaria. La acumulación de lluvias del último trimestre ha multiplicado el peligro. El Colegio de Geólogos de Cataluña ha impulsado un Observatorio del Georiesgo para estudiar la problemática y ha detectado tres puntos negros: la C-14, la C-16 y la C-17, o lo que es lo mismo: el Eje del Segre, el del Llobregat y el del Ter.

El alud del Pallars despeñó 50.000 toneladas de piedra y arena. El punto donde se produjo la avalancha consta delimitado como una área de riesgo de deslizamiento de tierras, según el Instituto Cartográfico y Geológico de Cataluña (ICGC). Desde hace más de diez años el ICGC trabaja en un plan para cartografiar Cataluña a través de una serie de mapas geológicos a escala 1:25.000. Apenas se ha llegado a estudiar un tercio de toda la superficie catalana pero se da la circunstancia de que la zona del Pirineo de Lleida, al ser especialmente susceptible a los derrumbes, sí consta en los mapas. “Un desprendimiento de esa entidad no es evitable, la magnitud del fenómeno supera las defensas que se puedan instalar”, señala Joan M. Vilaplana, profesor del departamento de Geodinámica y Geofísica de la Universitat de Barcelona (UB). Considera que, ante una avalancha semejante, no hay mallas ni redes de seguridad que sirvan.

Vilaplana, reconocido como Geólogo del Año en 2015, impulsa el Observatorio del Georiesgo, un grupo de trabajo para conocer y aislar los puntos de la red viaria, y ferroviaria, catalana donde hay más riesgo de desprendimientos. En la mesa para tratar el problema se ha sentado la Dirección general de Carreteras de la Generalitat, el RACC y Protección Civil. El Observatorio ha detectado que en zonas montañosas de Lleida, como el entorno de Tremp o los cerros de la Ribagorça y el Montsec, el riesgo es alto: “La caída de piedras a la carretera es habitual, y ahora con la lluvia y la nieve han caído muchísimas”, señala el profesor Vilaplana. “Hay una relación directa entre lluvia acumulada y el movimiento de las rocas”, añade.

Pese a ser una zona sensible a los derrumbes, la poca densidad de tráfico que registra la carretera afectada, la LV-9124, hacía dificilmente predecible un suceso de consecuencias tan graves. Muy distinto es el caso de tres rutas que el Colegio de Geólogos señala como puntos de riesgo: la C-14, la C-16 y la C-17. “La probabilidad de accidente por caída de piedras es elevada porque hay que sumarle que el volumen de tráfico es muy alto”, dice Joan M. Vilaplana.

En la C-14, que sube de Tàrrega a la Seu d'Urgell por Organyà, la Generalitat gasta 40 millones de euros para construir un túnel de poco más de un kilómetro a través de un desfiladero donde la caída de rocas era habitual.

El Departamento de Territorio también ha hecho varias actuaciones en la C-17 después que, en 2016, el desprendimiento de una gran piedra mató a una conductora de 28 años en Tagamanent.

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En la C-16 el riesgo se concentra “desde Berga hacia el norte”, apunta Vilaplana. Ahí también es problemática la C-26, que enlaza el Berguedà con el Solsonès. El Observatorio del Georiesgo reclama “más inversión en investigación” para mejorar las metodologías de predicción.

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