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“No han de pedir, han de exigir”

Un paseo por el Eixample confirma un día especial de reivindicación feminista pero con un seguimiento desigual de la huelga

Cristian Segura
Dos estudiantes en la huelga del 8-M.
Dos estudiantes en la huelga del 8-M.JOAN SÁNCHEZ

El televisor del Racó de Rosselló, un bar del Eixample de Barcelona, emite los informativos de Antena 3 bajo un lema contundente: “8-M, las mujeres paran”. “¡Parar, para qué!”, exclama la propietaria del establecimiento, una mujer de nacionalidad china, cuando se le pregunta si hace huelga. En la barra sonríe una mujer que apura un vaso de zumo de naranja. Otra señora que juega en una tragaperras ni se inmuta cuando oye el grito, pero en la puerta del bar, Cristina, administrativa en una productora de cine, se enfada: “¡Pues claro que sirve! Tres compañeras hemos hecho huelga, es una manera de hacernos notar”.

Cristina dice que el ejemplo más flagrante de desigualdad que sufre es la distribución de responsabilidades: los hombres de su departamento hacen lo que les toca por contrato mientras que ellas son multitarea. “Si alguien tiene que llevar cafés o hacer un recado, seremos nosotras”, explica Cristina.

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El Ayuntamiento ha decorado la calle Provença con carteles conmemorativos del Día Internacional de la Mujer. Bajo uno de estos carteles, mientras esperan a que el semáforo cambie a verde, dos chicas de origen latinoamericano confirman que no dejarán de trabajar: una es cajera en una cadena de supermercados y relata que está autorizada para realizar el paro de 2 horas convocado por los sindicatos, y también para secundar la huelga, pero que entonces perdería el salario de un día. La otra chica empuja la silla de ruedas de la señora que cuida. Al otro lado del paso de cebra se encuentra la tienda de ropa Bella Bella, regentada por Lui, una china de la provincia de Zhejiang: “En China se celebra más que aquí. Comemos con las amigas, salimos a pasear. Aquí no podemos celebrarlo porque no tenemos abuelos que cuiden de los niños ni ninguna persona que atienda el negocio”, explica Lui.

En la gran mayoría de establecimientos del centro de Barcelona hay mujeres trabajando este 8-M. Por Provença se dejan ver algunas personas con el color violeta de la lucha feminista, como Bea López, médico del Clínic, que denuncia que el 72% de la plantilla del hospital son mujeres pero todas las plazas de dirección las ocupan hombres. Neus Gasol tiene 80 años y atiende al público en la mercería Ocal, también en la calle Provença. Gasol no puede hacer huelga, dice, porque tiene que cuidar de su marido. Su responsabilidad, cuenta, sirve para que su hija y su nieta sí que secunden la huelga: “Esto es una cosa para las jóvenes, nosotras ya tenemos la vida atrás”.

“Nuestras hijas no han de pedir, han de exigir”, afirma Paquita durante la reunión del Grupo de Mujeres Sabias, un taller que se celebra cada jueves en el Centro Cívico Urgell, dirigido por la terapeuta Maria Ortí. La mayoría de las participantes superan los 70 años. Una amiga de Paquita interviene escandalizada: “Hace poco instalaron una lavadora en casa de mi hijo. El técnico le explicaba el funcionamiento y a mi nuera solo la mencionó para pedirle un trapo. ¡Ella no se quedó callada! Hoy las jóvenes tienen genio”.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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