La lluvia fina del autoritarismo
Al Gobierno ya no le hace falta tomar la iniciativa en el trabajo sucio. Hay en puestos intermedios personajes deseos de hacer méritos que anticipan la voluntad de los superiores
Por primera vez en su historia, una obra de arte ha sido retirada de Arco. “Presos políticos”, de Santiago Sierra, queda como testigo del absurdo de un país. Hay cuatro presos en la cárcel como consecuencia del proceso independentista catalán. Y una controversia sobre si son o no presos políticos, que incomoda al oficialismo. A Santiago Sierra se le retira una obra por intervenir en esta polémica. Y su caso circula como icono que proyecta al mundo una pregunta: ¿qué pasa en España?
No me extenderé sobre la estupidez del censor, que con su afán por quedar bien con los que mandan, sólo ha conseguido contribuir a propagar la imagen autoritaria que viene transmitiendo la política española. El ministro Méndez Vigo no ha dudado en colocarle la pegatina de cabeza de turco: “si los que han tomado la decisión lo hicieron para evitar la polémica, han conseguido lo contrario”.
Tres cosas me parecen especialmente preocupantes. La primera, la nebulosa autoritaria que deja caer una lluvia fina que va penetrando en los distintos niveles del entramado institucional. Al gobierno ya no le hace falta tomar la iniciativa en el trabajo sucio. Hay en puestos intermedios personajes deseos de hacer méritos que anticipan la voluntad de los superiores y entran en zafarrancho. Por ejemplo, el presidente de Ifema, Clemente González, convertido en celoso censor, que solicitó a la galería Helga Alvear, que retirara la obra de Sierra, puenteando al director de Arco, Carlos Uroz. Una censura justificada para evitar polémicas, como si la discrepancia fuera un mal y la libertad artística una quimera, susceptible de ser sacrificada para “evitar discursos que desvíen la atención del conjunto de la Feria”, según el patético argumento del patronato de Ifema, después de aislar a la minoría municipal que se oponía al disparate. Una suma de conductas extremadamente significativa del estado de espíritu que se está propagando en la sociedad. La libertad de expresión ya no es el pilar de la democracia, sino algo que se puede limitar con toda impunidad por motivos miserables.
La segunda, es la decepcionante reacción del propio sector del arte. Empezando por la decisión de la galería de retirar la obra sin rechistar y siguiendo con la modesta respuesta de los artistas y profesionales del sector. ¿Así se defiende el arte o simplemente se protege el negocio? Vivimos tiempo en que la libertad económica pesa por encima de cualquier otra, incluida la de expresión.
La tercera es el espontáneo cierre de filas inicial del bipartidismo, PP y PSOE, en apoyo de la decisión represora, por mucho que después ante las reacciones de los demás partidos, incluido Ciudadanos, hayan intentado rectificar sin exigir que la obra volviera a su sitio, en un vergonzante ejercicio de equilibrismo. Que una persona del historial de Margarita Robles justificara la censura porque "todo lo que ayude a rebajar la tensión se ha de valorar positivamente", que al PSOE le hayan temblado las piernas, es una manifestación del clima cruzada patriótica que se ha ido creando en los últimos meses.
Algunos sectores independentistas celebran este escándalo como un triunfo. No dudo de la función catalizadora de la desmesura que el proceso ha tenido, que ha provocado unas actuaciones del gobierno que han forzado las costuras del régimen y que han encontrado apoyo en los discursos públicos con abuso manifiesto de las palabras gruesas y poco espacio para los matices. Pero creo que la deriva autoritaria venía de lejos. Desde el punto de vista legal se fue acuñando con la coartada de ETA, y ahora lo pagamos todos, hasta culminar con la incorporación al código penal del llamado delito de odio en 2015, un disparate jurídico que coloca algo tan subjetivo como las pasiones humanas por encima de los hechos, que es lo que debe ser objeto de actuación penal.
Lo cierto es que el penoso caso de la censura a “Presos políticos”, del que ahora nadie quiere hacerse responsable, llega en una semana en que los independentistas siguen desfilando por los tribunales, un rapero sin gracia es condenado a tres años y medio de cárcel, el libro "Fariña" es secuestrado por orden judicial, y los cuerpos de seguridad siguen viajando por las redes a la caza y captura de delitos de odio. Suma y sigue ¿Qué esperan liberales y progresistas a reaccionar?
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