Cien años guardando papeles
La Hemeroteca Municipal de Madrid prepara una gran exposición para celebrar su centenario
Al principio, sus responsables se pasaban la vida explicando “con qué se come eso” de una “biblioteca de periódicos”. E insistiendo en que no se llamaba hemeopatía ni hemeroterapia, sino hemeroteca, palabra desconocida que, de hecho, no incluyó la RAE en su diccionario hasta los años treinta del siglo XX. Y esas cuitas en tono de chirigota las escribía Antonio Asenjo en la revista La Esfera en octubre de 1920, cuando la Hemeroteca Municipal de Madrid acababa de cumplir apenas dos años. Ahora que está a punto de cumplir un siglo, el Ayuntamiento de la capital planea festejar —con conferencias, talleres, un ciclo de cine en Matadero y una gran exposición a finales de año— la audacia de los tres periodistas que sacaron adelante esa institución pionera en España: Ricardo Fuente y Antonio Asenjo, sus dos primeros directores, y Francisco Ruano, el secretario del Consistorio durante más de tres décadas en una época en la que los alcaldes duraban un suspiro.
Se celebra aquello y todo lo que vino después, que ha devenido en una colección única por su tamaño (194.600 volúmenes de 31.585 títulos de publicaciones periódicas que ocupan 22 kilómetros lineales de estanterías) y su contenido: desde las primeras relaciones o noticias impresas y la llegada de Gaceta española en los siglos XVI y XVII y los primeros periódicos del XVIII y XIX; con publicaciones de todas las provincias españolas y de todo el mundo, y con temáticas que van de la política al hogar, los deportes, el cine, el motor y la cocina. “Hemos cambiado mucho, pero nuestros objetivos siguen siendo los mismos: acrecentar nuestra colección, conservarla y difundirla”, explica la actual directora de la hemeroteca, Inmaculada Zaragoza.
Conseguirlo no fue fácil. En las dos primeras décadas, paradójicamente, debido a su éxito, que les obligó a buscar almacenes cada vez más grandes y a abrir nuevas salas para el creciente público del servicio gratuito de lectura de prensa. En 1921 atendieron a 31.988 lectores y en 1931 eran ya 73.416, según un artículo de 1932 en la revista Esfera, en el que los técnicos mostraban su preocupación porque la mala calidad de la tinta y del papel que usaba la prensa hacía difícil que los periódicos de la época aguantaran más allá de unas pocas décadas.
Por suerte, la técnica evitó la tragedia: en 1949 llegó el primer servicio de reprografía de España en soporte de microfilme —“La Hemeroteca madrileña se ha colocado al nivel de la de Nueva York”, titulaba el diario Madrid—; en 1986 comenzó el microfilmado sistemático de las colecciones —en 2011 se alcanzaron los 14,5 millones de fotogramas—, y en 1998 llegó la digitalización: ya hay 2,5 millones de imágenes de 919 títulos accesibles desde la Biblioteca Virtual Prensa Histórica del Ministerio de Cultura y la Biblioteca Digital Memoria de Madrid del Ayuntamiento.
Hubo otras dificultades, como la Guerra Civil, durante la que se partió en dos la hemeroteca: Asenjo se encargó de una parte desde la zona rebelde, entre Salamanca y Burgos, y Manuel Rosón de la original en Madrid. Al terminar la contienda, la reunificación resultó en la mejor colección de prensa sobre de la Guerra Civil. Junto a esta, la otra gran joya es “la única colección impresa en el mundo sobre la guerra de la Independencia”, aseguran sus responsables.
Tras varias décadas de tranquilidad en las que la hemeroteca siguió creciendo —en 1966 se renunció a la prensa extranjera porque ya no tenía sitio en los almacenes— y divulgando, los años setenta supusieron un periodo de decadencia: "[La Hemerotoca Municipal] está en peligro de desaparecer. La falta de espacio y la escasez de personal ponen en peligro la conservación de sus fondos”, decía este periódico en 1977. Las penurias comenzaron a remitir, no obstante, con su traslado en 1983 desde la plaza de la Villa hasta su ubicación actual, en el centro cultural del Cuartel del Conde Duque. Y, aunque las dificultades siempre sobrevuelan —“La Hereroteca Municipal celebra su 75 aniversario con dos años retraso y notable penuria económica”, titulaba EL PAÍS del 9 de mayo de 1995—, la directora Inmaculada Zaragoza asegura que ahora las cosas van estupendamente.
Lo dice en su despacho, después de bucear en los fondos en busca de material para la exposición que prepara para el próximo mes de noviembre junto al catedrático de Historia Contemporánea de la Complutense Jesús A. Martínez. Ambos explican que no habrá catálogo, sino “un gran libro del centenario". Y que, aparte de dar a conocer su gran riqueza, su objetivo es explicar para qué sirve una hemeroteca. Valga como adelanto lo que escribió para el 75º aniversario el que era entonces su director, Carlos Dorado Fernández: “El periódico se ha transformado en un museo de la humanidad contemporánea”, con esos retazos de historia diaria que, “tras una muerte rápida y aparente”, el paso del tiempo acaba dando “una vida ya imperecedera”. Y eso, nada más y nada menos, es lo que guardan las hemerotecas.
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