La novela que resolvió la vida a Luis Goytisolo
Anagrama recupera ‘Las afueras’, que ganó en 1958 el primer Biblioteca Breve
Se lo dijo una noche en el bohemio bar Pastís de Barcelona ese aún entonces estudiante de Ingeniería a ese aún entonces estudiante de Derecho. “Me ha encantado”, le confesó Jorge Herralde a Luis Goytisolo, ambos en los veintipocos, amigos desde el bachillerato y compañeros de paseo a caballo por la Carretera de las Aguas. Había acabado de leer Las afueras, novela con la que aquel había obtenido la primera edición del premio Biblioteca Breve, de 1958. “En esa época ya apuntabas tu vocación de editor”, rememora hoy el autor de Antagonía. Exactamente 60 años después, Herralde recupera en Anagrama la obra que cambió (y resolvió) la vida del más pequeño de la saga de escritores barceloneses.
“Seix Barral era la editorial del momento y que creara un premio generaba una gran expectativa”, recuerda Herralde. Sí, era el sello que, bajo los ya míticos Carlos Barral y Jaime Salinas, marcaba el paso de la modernidad internacional y de los nuevos nombres de la narrativa española... Así fue: las bases hablaban de estar atentos a “aquellas obras que, por su contenido, técnica y estilo, respondan mejor a las exigencias de nuestro tiempo”. Y ese tiempo era el del realismo social, en general “bastante tosco y maniqueo entre burgueses execrables y pobres beatíficos”, resume Herralde. Y Las afueras iba por otro lado: había vocación de denuncia, pudientes y proletarios, pero también un bello equilibrio entre el mensaje y la expresión formal, anómala por precisa para reflejar el clima espiritual y psicológico de los personajes.
“Tuvo una recepción desigual, fruto de los equívocos de la época: se escribía realismo objetivo, pero jamás tuve la idea de una novela social; no sabía qué estilo buscaba y no lo supe hasta el ciclo de Antagonía; fue un ensayo, el inicio de ese camino”, recuerda ahora Goytisolo.
Otro foco de controversia estuvo en si se trataba de una novela o si eran siete relatos apenas engarzados por personajes, algo que reflejaban las críticas de la época, algunas recogidas al final del volumen. “Tuve en la cabeza siempre todo el conjunto de nueve capítulos, que acabaron siendo siete, mientras que la repetición de nombres era para facilitar al lector una estructura interna”.
En la relectura actual, a Goytisolo le han sorprendido “la sobriedad que parece ajena al paso del tiempo” y el denominador común de unos niños “siempre tan de cuidado; yo, la verdad, era un diablillo: me colaba en las casas de las torres vecinas”. Pero también, en aquella reiteración de nombres, la presencia de su madre, trágicamente fallecida en un bombardeo en Barcelona en 1938. “Hay cantidad de julias y julios que van entrando y saliendo; un complejo de Edipo desconocido, creí que tenía menor recuerdo suyo”, reflexiona. Influido por Hemingway y el neorrealismo italiano de Cesare Pavese, el libro fue mayormente elogiado por la crítica y por entonces ilustres barceloneses como Vargas Llosa o García Márquez. Tanto que dio pie en el ambiente literario al chascarrillo: “Este es el Goytisolo bueno”, como contraposición a su hermano Juan.
“Me resolvió la vida”, dice hoy al recordar que ganó 100.000 pesetas. Quizá le ayudó también a salir mejor parado de su estancia en la comisaría de Vía Laietana de Barcelona en febrero de 1960, detenido tras participar en el congreso de Praga del PCE. “Tras ganar el premio, entré como lector de Seix Barral y pude publicar más”. Y, al igual que Herralde con la Ingeniería, Goytisolo pudo dejar Derecho.
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