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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El eterno masculino

Manifiestos y contramanifiestos sobre el derecho a “importunar” a las mujeres, y unas cuantas preguntas al respecto

Mercè Ibarz
La actriz francesa Catherine Deneuve.
La actriz francesa Catherine Deneuve. GREGOR FISCHER (AFP)

Da un cierto sonrojo y también risa. Es el manifiesto francés a favor del derecho masculino a importunar a las mujeres. Redactado por mujeres fatalesde las artes y el cine, firmado por un centenar de señoras intelectuales y artistas, ha tenido gran eco como respuesta a la campaña #Me too contra los abusos sexuales. Causa sonrojo por la defensa del eterno masculino a cargo de mujeres cultivadas y de trapío y éxito. Y risa porque se diría que los hombres, y no las mujeres, están siendo atacados por todas partes. Que si la brecha salarial, que si el cásting sexual para conseguir papeles y no digamos para producir y dirigir. ¿El marqués de Sade será borrado de la prestigiosa colección Pléiade como lo ha sido Kevin Spacey de su último film y de su serie tan formidable, en su caso por acosar a hombres? Juzgarlos es incultura, analfabetismo puritano. ¿Para eso hicimos la revolución sexual? A ver si las acosadoras seremos nosotras.

Importunar es en francés una palabra literaria según el diccionario Larousse, que la define como “cansar a alguien de manera continuada con una acción intempestiva”. Sinónimos son molestar, irritar, agobiar, fastidiar, incluso acosar (“tarabuster”). Una falta de respeto grave. ¿Se puede tener derecho a eso? Dicen las firmantes que sí. Son mujeres empoderadas en sus profesiones, cultas. Apelan a decir que no cuando un hombre te “importuna”. Llevan razón. Pero también insinúan que si no puedes parar al acosador es tu culpa, no de él. Los importunadores no se han de plantear en consecuencia nada. Se deduce que no se les puede exigir buenas artes en el flirteo, toda mujer esconde una dominatrix y ha de saber llevar estas cosas. Tampoco apelan a que sean los tribunales quienes los juzguen y no las redes sociales, como ha hecho en un artículo estos días la escritora Margaret Atwood. Las francesas apelan al principio del placer masculino y al principio del poder femenino. Si no sabes que lo tienes, mujer, lo sentimos por ti.

También hay contramanifiesto. Catherine Deneuve ha considerado que debía poner más puntos sobre las íes y este lunes ha firmado ella sola otro manifiesto, en Libération. Una vuelta de tuerca más: “Soy una mujer libre y lo seguiré siendo, no me gustan las manadas”. Se reafirma contra las denuncias del #Me too. Pregunta si no se está en realidad favoreciendo la delación. De nuevo, me dan el sonrojo y la risa. En un plis-plás, una denuncia es una delación. A riesgo de alterar ciertas verdades tozudas. De momento, no hay denuncias de hombres abusados por mujeres. Pero la actriz dice más cosas.

Escribe en realidad porque se ha sentido manipulada. Una de sus colegas en el manifiesto, antigua actriz porno reconvertida en analista de relaciones eróticas y sentimentales, preguntada por una tele ha declarado que una mujer puede “gozar” durante una violación. Y Deneuve protesta. He aquí la diferencia entre denuncia y delación: la convivencia entre respeto y crimen no es posible. Deneuve denuncia a su colega, ésta se delata sola. La actriz termina pidiendo excusas a “todas las víctimas de actos odiosos que se hayan sentido ofendidas”.

Lo obsceno de esta historia es que las francesas defiendan obras de arte como si fueran de carne y hueso. Las adolescentes turbadoras de las pinturas de Balthus son eso, imágenes pintadas. Y una violación no es una pintura. La Deneuve se ha topado con esta realidad. Desconozco por otra parte si cobra lo mismo que sus compañeros, nunca se ha quejado. De salarios se habla en Estados Unidos, en la cultura europea es vulgar y se deja para las empleadas. Aunque sean de la BBC, como es el caso de su veterana corresponsal en China, la prestigiosa Carrie Gracie, que acaba de dimitir por discriminación salarial.

El #Me too y el #Balance ton porc (Denuncia a tu cerdo) siguen también en los museos. Cada día, una denuncia internacional más contra el “eterno masculino”. La Tate ha decidido esta semana cortar con uno de los hombres más poderosos de la escena artística británica, el marchante Anthony d’Offay, uno de sus más preciados donantes y persistente acosador sexual.

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Y así estamos, en una reacción más ante las mujeres batalladoras: ¿quién es más feminista, a ver? ¿Las que denuncian abusos? ¿Las que sostienen que la mujer no debe ir de víctima y que si siguen las denuncias de abusos sexuales el resultado será la vuelta al puritanismo? Sean bienvenidas también las respuestas masculinas decentes, no estén callados.

Otra pregunta: ¿aquí todo esto no pasa? Y otra más, siguiendo a Atwood: ¿cuándo se harán cargo los tribunales de todo esto?

Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF[/PIEPAG]

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