Un velatorio para los animales queridos
El Tanatorio de Mascotas de Barcelona ofrece la posibilidad de despedir a los animales de compañía antes de incinerarlos
Kitty era una gatita mimada. A pesar de que convivía con otros dos gatos, ella era la reina de la casa. Mireia la había rescatado de la calle el verano del 2016 y el pasado mes de julio, de forma inesperada, murió. “No sabíamos qué hacer”, recuerda su propietaria. “Al final, después de mirar precios y diversas opciones, el veterinario nos sugirió incinerarla de manera individual”. Lo que no se esperaba es que la incineración incluyera un velatorio donde Mireia, su marido, su padre y su hermana pudieron dar el último adiós a Kitty. El Tanatorio de Mascotas de Barcelona, en la Verneda, es el primer espacio de Catalunya especializado no solo en la incineración de animales domésticos sino también en despedirlos.
La empresa Ineco, creada en 2004, es una de las que se dedica a la incineración en Cataluña y, desde el pasado mes de junio, ha ofrecido cerca de 200 auténticos velatorios para que los propietarios de mascotas las despidan en la intimidad. El centro dispone de un horno crematorio y dos modernas y discretas salas en la que los propietarios y familiares pueden ver a su mascota, convenientemente acicalada, a través de un gran vidrio, hasta la quema. Se trata de un ritual muy humanizado: “Hay gente que siente terriblemente la pérdida de su animal de compañía, igual que lamentaría la muerte de un familiar”, explica Isabel Farré, gerente del tanatorio. “Detectamos esta necesidad hace ya algún tiempo: en 2004, el 99% de las incineraciones de mascotas se hacían de forma colectiva; ahora un 20% se realizan de manera individual. Muchos lo hacen por comprobar que realmente su perro o su gato son incinerados, pero la mayoría siente la necesidad de despedirse con todo el cariño y en la intimidad en el último momento”.
El cliente del tanatorio es, en realidad, el veterinario, que gestiona la incineración con el propietario del animal fallecido. El precio es el mismo de una incineración individual, que –en función del animal, del peso, el tamaño…– suele rondar los 300 euros (las colectivas, más comunes, son más baratas). “Nosotros, además de la incineración, abrimos las salas para quien lo desee y, después, ofrecemos diversos tipos de urnas para que se lleven las cenizas”. Sin llegar a hacer una labor de tanatopraxia con el cadáver, sí lo dejan presentable. “Es menos complicado que con los humanos, porque suelen ser animales con mucho pelo, lo que cubre posibles heridas o desfiguraciones”.
El espacio dispone, también, de mobiliario adecuado para animales, como cojines, bebederos… “Igual que hay máquinas de café, también tenemos aparatos para mascotas, porque hay quien acude a la vela acompañado de otros animales”. La familia, como si de una persona se tratara, decide si quiere vestir a su mascota, o incinerarla con sus juguetes favoritos. “Una pareja, ella catalana y él, indio, realizaron una especie de ritual hindú, con incienso, música, plegarias, rosas e incluso comida”, recuerda la gerente del centro. “Y hay gente que está muy sola, como un hombre de más de 80 años que llevaba 40 conviviendo con un loro. ¡Se había convertido en su único ser querido! Y la despedida fue realmente emotiva”.
Cerca de Barcelona, en Torrelles de Llobregat, hay desde 1972 un cementerio de animales domésticos, desde perros o gatos, hasta conejos, aves exóticas o serpientes. Los usuarios pagan su cuota anual para tener un lugar donde recordar a su mascota desaparecida. Pero el fin más común de estos animales sigue siendo la incineración colectiva. Mireia, que llegó a pensar que le estaba brindando a Kitty una despedida, tal vez, demasiado humana, se sintió en paz tras despedir a su gata: "No quisimos ver cómo la metían en el crematorio, pero la verdad es que hasta ese momento sentimos que estábamos con ella", dice la propietaria. Seis meses después, aún no sabe dónde guardará definitivamente la pequeña con las cenizas de su ser querido.
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