Esta murga anual y la rebelión de los niños
El autor pide que se acabe con tanta polémica por la carroza con drag queens en el distrito de Puente de Vallecas
Son los niños los que deberían rebelarse contra el sinsentido montado en contra de las cabalgatas y contra las cabalgatas propiamente dichas. Padres detrás de los caramelos, niños adiestrados para hacer más comercial y más multitudinaria su visión del regalo, ilusiones marcadas a fuego de publicidad para encantar a críos que se divertirían igual o más con los malabarismos de un circo. Muchachos que ya están en edad de leer o de escuchar música o de cantar ellos mismos y que viven dos horas al año víctimas de la aglomeración de seres humanos en pos de magos que ni son auténticos ni falta que les hace.
Los magos, además, nacieron, a su vez, de la imaginación de un santo, seis siglos después de que naciera Jesús en su pesebre. Y ni hay prueba del pesebre, ni falta que hace (para los creyentes) que lo hubiera, pues la fe reside en eso, precisamente, en que no es preciso ver para creer. Así que aplauso unánime para los que creen, pero reprimenda para los que, como la presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes, se sube a lomos del camello de la tradición para decir que ésta se cumple si hay una mula. Si a lo mejor la mula la puso ahí el santo de hace siglos porque le venía bien para el cuento, o para la frase.
Se ha desmadrado el asunto quizá porque el asunto se ha puesto en manos de la política, y ésta ve con un ojo tuerto lo que hace el contrario, y viceversa. Y ahora le ha tocado a Cifuentes & Company arremeter contra todo lo que mueve el Ayuntamiento porque éste pertenece a otra filiación. Es penoso el espectáculo: como iba a aparecer una drag queen, omnipresente en otras fiestas que se organizan en la Villa y que cuentan, desde hace nada, con la participación popular (del Partido Popular), representantes alarmados de esta formación conservadora ponen el grito en el Cielo e imploran justicia contra los impíos.
Esta ciudad tan alegre y tan diversa, de tan dispersa noche, de tan diversas razas, de tantas lenguas diversas, tan liberal y tan caótica, tiene también ciudadanos que son capaces, en horario infantil y en la radio de la Iglesia, por ejemplo, de llamar “maricones de mierda” a los gays que se supone que arrastran a Vallecas al desvarío de acoger en su carroza a un travestido.
Y todo en nombre de la inocencia de los niños. Qué sabrán ellos de la inocencia de los niños, de si ellos quieren que los políticos puritanos o los puritanos comentaristas sean los guardianes de su fiesta. Y qué saben unos y otros si esos niños, a los que nadie les pregunta, preferirían estar en el Wanda Metropolitano escuchando la voz viva de los personajes de sus cuentos en lugar de estar viendo cómo sus padres buscan cada 5 de enero caramelos a paraguazos.
Por Dios, que se pare esta murga. Manuela, líbranos el año que viene de esta parranda anual. Te lo pido en nombre de mi nieto, al que estas aglomeraciones le dan miedo. Como a mi.
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