Joan Bada, la honestidad intelectual de un sacerdote e historiador de la Iglesia
Nadó toda su vida contracorriente y defendió sus ideas con gran convicción, sin temor a represalias
El pasado miércoles falleció a los 80 años de edad el historiador Joan Bada Elias. Murió donde quería hacerlo como sacerdote, en la Residencia Sant Josep Oriol de Barcelona, después de varios años de una larga enfermedad que progresivamente corroía su agudeza. Joan era un hombre libre al que no amilanaban los poderes ni civiles ni eclesiásticos. Nadó toda su vida contracorriente y defendió sus ideas con gran convicción, sin temor a represalias. Fue tres veces vetado por Ricard Maria Carles, cardenal arzobispo de Barcelona, para el cargo de decano de la Facultat de Teologia de Catalunya, puesto que había ocupado en la explosión postconciliar, en el periodo 1973-1979.
Sabedor de la complejidad de ser un disidente intelectual en una Iglesia dominada por reminiscencias nacional-católicas, Bada optó por la vía civil y opositó y obtuvo plaza en la Universidad de Barcelona. Sus obras como El Seminari de Barcelona 1868-1982; L’Església de Barcelona en la crisi de l’Antic Règim 1808-1833; Història del Cristianisme a Catalunya y su colaboración en estudios sobre la Inquisición acreditan su aportación investigadora. Doctor en historia por la Universidad Gregoriana de Roma y la Universidad de Barcelona, en su ensayo Societat i Església a Catalunya. Cent anys entre constitucions i dictadures, explicó que el obispo tradicionalista de Barcelona Manuel Irurita Almándoz no había sido fusilado por los anarquistas de la FAI contra las tapias del cementerio de Montcada i Reixac. Y para ello aportó el testimonio de diversas personas creyentes que lo habían visto con vida tras la entrada de las tropas franquistas en Barcelona, el 26 de enero de 1939, al contrario de quienes presentándolo como “mártir de la Cruzada” sostenían que había sido ejecutado los primeros meses de la Guerra Civil. Irurita fue un prelado muy beligerante con las instituciones republicanas. Solía hacer visitas pastorales acompañado de requetés armados y uniformados. Ha habido, no obstante, diversos intentos de beatificación del obispo, pero los datos incontestables que halló Bada, a quien no le tembló el pulso a la hora de hacerlos públicos, no han allanado de momento el camino a la santidad de prelado navarro.
Las inflexibles convicciones de Bada siempre dieron quebraderos de cabeza a la burocracia eclesial. En su periodo de delegado episcopal de enseñanza y catequesis de la diócesis de Barcelona (1973-1981), propuso la creación de una asignatura obligatoria de cultura religiosa en los centros escolares, a cambio de retirar la de religión católica. “Es imposible interpretar las claves de la cultura occidental sin conocer la cultura religiosa”, solía repetir. La materia que propugnaba debía tener carácter aconfesional y, desde luego, no ceñirse a la doctrina católica ni a la censura eclesial. Por lo tanto, agnósticos, ateos, judíos, musulmanes, protestantes o católicos podían acceder a la docencia de la materia mediante título universitario acreditativo y sin criba episcopal (como sucede ahora con la materia de religión católica). Su osadía conciliar le costó una fulminante destitución.
Su fallecimiento en Barcelona deja el recuerdo imborrable de un hombre de gran dignidad y honestidad intelectual. Era habitual verlo por la calle Escorial de Barcelona –donde siempre vivió y se hallaba su última parroquia (Sant Miquel dels Sants)- con su documentada cartera bajo el brazo y siempre vestido de “civil”: corbata y traje indefectiblemente gris o azul. Una cruz en la solapa de la americana lo identificaba como sacerdote.
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