Los hombres rana de ‘la Picó’
La coreógrafa presenta ‘Dancing with frogs’ en el Mercat
Divertida, tragicómica, esperpéntica y con algún cabo suelto, que conociendo a Sol Picó enseguida atará, esta bailarina y coreógrafa ha presentado su última trabajo, Dancing with frogs, una ágil y dinámica pieza interpretada por siete varones en la que reflexiona sobre el hombre del siglo XXI. La noche del jueves, antes de que el público entrara en la Sala MAC del Mercat de les Flors, su directora, Àngels Margarit, dedicó unas palabras de rechazo por la detención de los ex consejeros del gobierno catalán. Una vez dentro del espacio escénico se vio una fila vacía con los nombres de todos ellos.
Después de explorar el universo femenino en We Women, la artista se adentra en el mundo de los hombres para bucear en sus deseos y preocupaciones. Para esta aventura cuenta con unos excelentes intérpretes, los músicos Pere Jou, autor de la partitura del espectáculo, y Antoni Comas y Daniel Corrales, Elías Torrecillas, Guillermo Weickert, Junyi Sun y Valentí Rocamora. Son hombres de diferentes edades y complexiones que se entregan con una fuerza hipnótica a mostrar las diferentes caras del hombre y a los que Sol Picó ha subido a las puntas, además de acompañarles en escena luciendo un frondoso bigote.
Dancing with frogs, (bailando con sapos), debe su nombre a la teoría de los cuentos de hadas según la cuál cuando una joven besaba a un sapo se convertía en un príncipe, un recuerdo que ha perseguido a la autora y que explica con gracia en escena, pues de pequeña estaba convencida de que era verdad.
Dancing with frogs
Dirección: Sol Picó; Asistente de coreografía: Carlos Fernández; Colaboración en la dramaturgia: Marta Galán; Música original; Pere Jou, excepto Haka de Antoni Comas; Escultura de escena de Nico Nubiola; Vestuario: Vàleria Civil; Mercat de les Flors. Sala MAC. Barcelona. 2 de noviembre
El comienzo del espectáculo es potente, un enorme pene cuelga del techo mientras que los siete hombres formando corro y subidos a las puntas realizan una danza ritual, un acto de adoración al órgano viril.
Otro fragmento ingenioso es cuando el enorme pene atraviesa el escenario y oscila de lado a lado, a modo de botafumeiro, o cuando todos bailan a las órdenes de un militar. El trabajo coral de la pieza tiene fuerza y resulta contundente. El vocabulario gestual de la obra nace de la improvisación de cada uno de los intérpretes, una improvisación que Picó ha orquestado con talento aprovechando las diferentes personalidades escénicas de cada uno de los artistas. Bailarines que encarnan diferentes tipos de hombre: desde el machista al tímido, del autoritario al blando o del enamorado al chulo. No queda claro si ese hombre del siglo XXI será realmente nuevo o, pese a todo, seguirá como hasta ahora.
La excelente música electrónica de Pere Jou es un buen aliado de esta tribu urbana. Música a la que se añade unos fragmentos de composiciones de Bach, El hombre blanco del Fary, La Ramona de Fernando Esteso o para finalizar la célebre ranchera El rey. Unos tópicos socorridos que ensombrecen la originalidad de la pieza pensada y creada por Sol Picó.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.