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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Anomalía lírica

El TNC estrena con éxito la ópera 'Après moi, le déluge' de Miquel Ortega y Lluïsa Cunillé

Una imagen de 'Apres moi le deluge', en el TNC
Una imagen de 'Apres moi le deluge', en el TNCMAY ZIRKUS

Tres años después del estreno de L´eclipsi, de Alberto García Demestres, el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) se apunta un nuevo triunfo lírico con el estreno de Après moi, le déluge, ópera de cámara de Miquel Ortega sobre la obra teatral homónima de Llüisa Cunillé. "Estamos ante una anomalia", dice el director escénico del montaje, Jordi Prat, y es cierto; adaptar al lenguaje operístico una obra en la que "el contenido preciso e inapelable de las palabras hiere a quien escucha" constituye un reto inusual. Sale airoso del empeño Ortega, capaz de llevar al terreno cantabile un texto tan perturbador como poco operístico.

Après moi, le déluge

Frente al acierto del TNC en su apuesta por la creación operística catalana, no deja de ser un inexplicable tipo de anomalía artística, constatar, año tras año, como el Liceu, que debería ser el impulsor natural de este tipo de eventos, no estrena una nueva ópera catalana ni por equivocación. De hecho, todos los estrenos líricos de autores catalanes de los últimos años han tenido lugar en el TNC, el Festival Castell de Peralada y el centro Arts Santa Mònica. Pero en el Liceu, ni rastro.

No era tarea fácil llevar al ámbito operístico la maestría teatral de Cunillé y la fuerza de las palabras, que clava como dardos de inquietantes efectos en un escenario único, la habitación de un hotel de Kinshasa; dos personajes visibles, un hombre de negocios occidental y una intérprete, y uno invisible, un anciano congoleño que pide una nueva vida para su hijo en Europa, se enfrentan a sus propios miedos y miserias con la hambruna y la violencia explotadora del colonialismo como cruel telón de fondo.

Hay que quitarse el sombrero ante la entrega, la capacidad expresiva y el dominio vocal de la mezzosoprano Marisa Martins (intérprete) y el tenor Antoni Comas (Home), capaces de dar vida lírica a un torbellino de palabras envueltas en los más variados ritmos: hay momentos de lirismo introvertido que remiten a las poéticas canciones de Jacques Brel o Joan Manuel Serrat, al encanto de un ragtime, al vuelo melódico de Cole Porter, al ingenio y fuerza lírica de Kurt Weill, Francis Poulenc o George Gershwin.

La inspiración melódica, la maestría en el arte de hacer canciones -y Ortega tiene ciclos liederísticos y óperas llenas de hermosas arias-, transforma esa dura confrontación en un espacio para la lírica que refleja los estados de ánimo de los personajes. Y lo hace arropando el canto con el juego rítmico, la paleta de colores y el poder evocador de un quinteto instrumental integrado por el violonchelista Daniel Claret, el clarinetista Robindro Nikolic, el trompetista Patricio Soler, el percusionista Miquel Vich y el propio Ortega al piano, que firma junto a Albert Arribas la adaptación de la obra de Cunillé.

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