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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La mirada exterior

La prensa extranjera irrumpe en el conflicto catalán con un relato que rompe la dialéctica de las versiones enfrentadas

Milagros Pérez Oliva

Cuando las palabras no dicen lo que significan es muy difícil entenderse. Uno de los peores síntomas del conflicto catalán es que los términos que una y otra parte utilizan para definir lo que ocurre no se corresponden con la realidad. Ambos se acusan de mentir y ambos mienten o por lo menos, ambos retuercen los conceptos y las palabras hasta hacerlos irreconocibles. Cada una de las partes acusa a la otra de haber perpetrado un golpe de Estado, cada una se erige en genuina defensora de la democracia y ambas se acusan mutuamente de prácticas totalitarias.

Algo parecido ocurre con la palabra diálogo. Ambas partes repiten que están dispuestas a dialogar pero ambas imponen condiciones que sabe que el otro no podrá asumir. Basta analizar las declaraciones y discursos de los últimos días para comprobar que las palabras, incluso las más solemnes, están perdiendo su significado y por tanto, eficacia comunicativa. Tanta hipérbole tiene como objetivo cohesionar el espacio propio y erosionar al adversario.

La distorsión alcanza incluso la aplicación de las leyes. Nunca antes en la historia reciente se había forzado tanto la interpretación de las normas. Hasta tal punto se han violentado que ya no ofrecen seguridad jurídica alguna. A uno y otro lado se utilizan las normas, los tribunales y las instituciones a conveniencia. Esta forma de proceder es de una gravedad extrema porque entroniza la regla del todo vale con tal de alcanzar los objetivos.

Lo que ahora ocurre no algo que haya surgido de repente. Es la eclosión de un tornado que lleva siete años acumulando tensión. Y ahora empieza a descargar. En una situación de extrema polarización como la actual, el discurso público no está orientado a clarificar, sino a imponer el propio relato sobre lo que ocurre con la pretensión de que pueda tener un efecto performador, es decir, que contribuya a construir la realidad que se pretende.

En esta guerra de posiciones la batalla por el relato es fundamental y hay que decir que ambos contendientes son bastante eficaces a la hora de construir un campo mediático afín a sus posiciones. Sólo hay que comparar algunas portadas editadas en Madrid con otras editadas en Barcelona o hacer zapping entre el telediario y el telenotícies. Cada parte se dirige a su parroquia y trata de configurar un bloque comunicacional compacto capaz de dar naturaleza de realidad a la propia interpretación sobre los hechos. Dos bloques, dos relatos.

Eso ha sido así hasta ahora. Pero la detención de altos cargos de la Generalitat y la reacción ciudadana que ha provocado ha atraído los focos mediáticos internacionales y eso ha permitido introducir terceras voces ajenas al conflicto que han roto el equilibrio. La mirada exterior permite configurar un relato distinto a partir de lo que los corresponsales ven y escuchan sobre el terreno.

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Lo que cuentan no es complaciente con el Gobierno. Se entiende que en Moncloa estén preocupados, porque el tratamiento que la prensa extranjera está dando al asunto no le es en absoluto favorable. Para empezar, ahora se ocupan del asunto. El jueves el tema apareció en la mayor parte de las portadas de referencia, con lo que el independentismo ha logrado por fin aquello que viene persiguiendo con ahínco desde hace tiempo: la internacionalización del conflicto.

Los principales diarios europeos y norteamericanos le han dedicado editoriales y la mayoría tienen como denominador común la exigencia de diálogo. Consideran que hay que dar una salida política al conflicto y se está empezando a instalar la idea de que la incompetencia de Rajoy puede causar un incendio que desestabilice una parte importante de la UE. Bruselas está preocupada y cada vez lo tiene más difícil para seguir considerándolo un asunto interno de España.

Los corresponsales extranjeros suelen beber de la prensa nacional para hacerse una composición de lugar de lo que ocurre. Pero en este caso, la gravedad de los acontecimientos y la existencia de versiones tan contradictorias sobre lo que ocurre les ha llevado a escribir desde el terreno. Y así han podido comprobar que no se trata de una revuelta de minorías radicalizadas, sino de amplias movilizaciones de personas muy normales y muy pacíficas. Tampoco funciona para ellos la teoría de la abducción de las mentes por parte de los medios independentistas, porque la movilización es muy amplia, muy transversal y en absoluto ignorante.

Observan que hay un agravio territorial y unas reclamaciones largamente ignoradas, pero también una serie de componentes que la conectan con las grandes preocupaciones de nuestro tiempo, como la calidad de la democracia. No es difícil ver también una sana reacción a una forma de gobernar por parte del PP que </IL>recuerda tiempos pasados y que James Badock, corresponsal de la BBC y de The Telegraf reflejó crudamente en el titular de su crónica con la frase “Franco lives again”.

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