La luz abre las fiestas más convulsas de la Mercè

No puede ser más especial la fiesta mayor de Barcelona de este año. La ciudad todavía se recupera del shock de los atentados del 17 de agosto y llora a sus víctimas en medio de un dispositivo de seguridad nunca visto durante la fiesta mayor. Y, además, suma tres días de masivas manifestaciones en las calles por las operaciones con las que el Gobierno español busca desmantelar la organización del referéndum independentista que el Tribunal Constitucional ha declarado ilegal.

La alcaldesa, Ada Colau, afirmó ayer que “Barcelona se crece ante las dificultades”. Y, antes de la lectura del pregón, volvió a celebrar la respuesta “sin miedo” de los vecinos a la barbarie terrorista, una ciudad que “recupera el espacio público y se atreve a reafirmarse en valores”. También criticó el “cuestionamiento sin precedentes, en 40 años, a la autonomía de Cataluña” y el “ataque a las instituciones”. Todo ello, antes de dar inicio a una fiesta de la que defendió que pueda “compaginar el derecho a la protesta con el derecho a la fiesta”.

Colau llamó “a la responsabilidad, a respetar todas las ideas en la calle y a demostrar que la ciudad puede celebrar una fiesta excepcional donde todo el mundo se pueda sentir partícipe”.

Tras el pregón y el emocionante Toc d’Inici, la luz —esta edición proyectando danza— volvió a tomar la fachada del Ayuntamiento, que este año luce un cartel que pide “Más democracia”. La luz también es la protagonista del espectáculo de una productora audiovisual islandesa —Reykjavik es la ciudad invitada a la fiesta— que junto a la compañía de percusión Brincadeira convierten la cascada de la Ciutadella en un volcán.

Con la ciudad en nivel 4 de alerta terrorista, por razones lógicas, no suelen explicar los detalles de los dispositivos de seguridad, pero la policía ha blindado como nunca los escenarios de la fiesta mayor de Barcelona y los lugares que más concurridos estarán durante los tres días en los que el programa de actividades se extiende por cinco de los diez distritos de la ciudad.

Un dispositivo en el que participan Mossos d’Esquadra y Guardia Urbana y en el que las medidas más llamativas son la colocación de vallas de cemento —Jersey, se llaman— o vehículos policiales impidiendo el paso en lugares donde se podría acceder con un vehículo, como ocurrió en la Rambla la tarde del 17 de agosto.

Hay vallas cerca de los pasos cebra en el peatonal paseo de Lluís Companys; y hay furgonetas de la Guardia Urbana cruzadas en la plaza de la Catedral, antes de que comience la estrecha y siempre abarrotada calle del Bisbe.

Unas medidas a las que se suma la necesaria coordinación entre autoridades y fuerzas policiales para garantizar el orden público en las movilizaciones convocadas a favor del referéndum independentista convocado por el 1 de octubre. En este frente, el Ayuntamiento y las entidades que organizan las protestas han acordado que las movilizaciones no afectarán los espacios de la fiesta.

Tampoco faltarán homenajes en forma de minutos de silencio como los que tienen previsto hacer los pasacalles cuando pasen por la Rambla.