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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Warhol político

Imaginemos al sagaz artista pop en Barcelona y qué escogería hoy como iconos del momento

Mercè Ibarz
La exposición 'Warhol, el arte mecánico' en el CaixaForum de Barcelona.
La exposición 'Warhol, el arte mecánico' en el CaixaForum de Barcelona. Albert Garcia

Una manera de ver la exposición de Andy Warhol es imaginar qué figuras del momento actual podrían estar ahí. Qué personajes políticos, o del mundo del espectáculo, o de tantos ámbitos de lo que sucede en estos momentos alrededor, ya sea muy cerca o muy lejos. Podría proponer algo parecido con la exposición que se abre hoy mismo en el Macba sobre el gran Brossa y sus poemas visuales de todo orden, pero, qué quieren que les diga, mientras siga la larga huelga de los trabajadores subcontratados del museo visito de momento la de Warhol. Colas en CaixaForum para verla, constatación del reclamo insistente del artista pop por excelencia entre un público diverso en edades y aspectos. Hagamos un Warhol: imagínese usted a quien pondría en lugar de Mao, de Marilyn, de la hoz y el martillo, de la sopa Campbell’s, de la silla eléctrica.

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Warhol fue un artista político y un crítico cultural sagaz. Hay que agradecer a esta exposición en CaixaForum y a su responsable, Pepe Lebrero, estos matices, tanto en la selección de obras, el montaje y en el recomendable programa de mano. Sugerente y elíptica, invita a ir más allá del saber común sobre Warhol y su obra, tan repetitiva y mecánica. Y tan ambivalente. En la cola pensaba el otro día que tantas de aquellas personas igual tenían en casa uno de sus propios retratos tratados a la manera warholiana, una moda que surgió hace más de dos décadas y que se sostiene entre gentes que no suelen ir a museos. Warhol los hacía de forma mecánica y dio permiso así a cualquiera para hacerlo. Personalmente prefiero el pop europeo, sobre todo del Equipo Crónica, pero lo cierto es que Andy fue un artista que, por ser norteamericano, tuvo la oportunidad de llevar la relación entre el arte y la vida mucho más allá. A cambio de parecer un insustancial, eso sí. Pero no lo es. O no siempre.

Pongamos la sopa enlatada Cambpell, repetida treinta y dos veces en una pintura sintética de 1962. Puede que en Europa todavía se recordara entonces que aquella era la sopa que tomaban los soldados norteamericanos durante la guerra, la primera que libraban fuera de su continente. En mucho se parecen Warhol y Brossa, aunque nuestro poeta sí estuvo en la guerra: los dos creían que el espectador completa lo que ve. Para los norteamericanos, la sopa enlatada que todos comían apareció transformada en arte cuando la guerra, imperial, se retomaba en Corea e Indochina. Lo patriótico había mutado en icono: nada viril, doméstico, y, aún así, religioso, comunitario. El pop triunfó, todos lo entendían, sus imágenes eran de todos. Eso creyeron.

Lo mismo haría Warhol con Marilyn tras su muerte, también en 1962. No fue el único. La estrella autoinmolada fue rápidamente advertida por unos cuantos artistas en Estados Unidos y en Europa como la representación del signo de los tiempos: un aviso de la tragedia contemporánea de la sociedad de consumo, algo mucho más dramático hoy de afrontar, cuando el estado del bienestar entonces iniciado está desapareciendo a la vez que el consumismo crece con sarcasmo. Aunque otros artistas trataron el tema Marilyn, la imagen que más permanece todavía en pintura es la de Warhol. Puede que por haber escogido un primer plano (surgido del cartel de la película Niágara), como si de un icono ruso se tratara. La religiosidad de Warhol, católico practicante, se advierte en esos primeros planos que escogió de casi todo.

Si te paras ante el retrato de Mao, también ahí surge el Warhol político y crítico cultural. La obra es de 1974, cuando estaba muy presente en Estados Unidos el viaje del entonces presidente Nixon a China para entrevistarse con el dirigente comunista (el gran logro de su mandato, que cayó con el escándalo del Watergate posterior que sacó a Nixon de la Casa Blanca). La obra de Warhol es un comentario sumamente irónico entonces sobre la propaganda y la formación de la opinión pública. Algo parecido es su hoz y el martillo, emblemas del comunismo occidental, que convirtió en pintura tras copiar la imagen de una pintada italiana de los años de plomo, como un grafitero. Y así, con tantas obras de esta exposición y sus reclamos pop, pongamos los cupones del hogar que hicieron furor en los supermercados de entonces y que siguen hoy, sustituidos con la crisis por puntos de ahorro y descuentos.

¿Con qué haría algo Andy si estuviera en Barcelona? ¿Con un gigante de cartón conminado por un guardia a desprenderse de un ‘Sí’? ¿Un paquete postal inspeccionado? ¿Una urna? ¿Un clavel?

Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF

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