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Puntos negros no tan negros

Recorrido por diez espacios que Barcelona monitoriza por tener una especial problemática de limpieza

Cristian Segura
Un operario de limpieza al barrio del Raval.
Un operario de limpieza al barrio del Raval.CARLES RIBAS

El Ayuntamiento de Barcelona presentó el viernes un plan para solucionar lo que denomina “puntos negros” de suciedad en la vía pública. Son 863 espacios con “problemas arraigados, que necesitan más tiempo de actuación”, según el informe. Este documento considera punto negro “una localización concreta donde de manera persistente se conoce la existencia de alguna problemática de limpieza, como contenedores desbordados, mal uso de papeleras, presencia de muebles y trastos viejos fuera del horario de recogida, excrementos de perro, etcétera”. Uno se imagina nidos de ratas, bolsas de basura reventadas y esparcidas por la calle, meados, restos de un botellón o cacas de perro como un campo de minas. Lo cierto es que ninguno de los diez espacios con problemas de limpieza visitados para este reportaje muestran una insalubridad excepcional. Quizá son puntos negros, pero de una ciudad del primer mundo.

El punto negro más negro —más bien gris— en esta ruta por el lado guarro de Barcelona es en Sarrià, en la calle de Pedró de la Creu. Las aperturas de los contenedores neumáticos están marcadas por costras de desechos, también lo están las planchas de acero que aíslan los depósitos bajo la acera. Gemma Aliè, trabajadora del centro de estética Mano a Mano —ubicado frente a los contenedores—, asegura que el primer inconveniente era la acumulación de material de embalaje al mediodía después del horario de distribución comercial. La situación ha mejorado desde hace seis meses, dice Aliè, porque se presentó un agente cívico para advertir a los comercios que podían ser multados si dejaban sus desechos fuera de los contenedores. El Ayuntamiento inició el pasado febrero una campaña “de sensibilización ciudadana y comercial para la mejora de la limpieza de las calles”. En el número 2 de la calle Degà Behí (Sant Martí) hay tres contenedores grises y uno para residuos orgánicos. Julián, que vive en la primera planta, no duda que el agravio es la acumulación de moscas y malos olores, y que los chatarreros vacían los contenedores para encontrar objetos de valor. Julián y otro joven destacan que en los últimos meses han actuado equipos extra de limpieza.

Sorpresa vecinal

A pie de calle, en la mayoría de los puntos negros es difícil precisar cuál es el déficit detectado por el Ayuntamiento. En la mayoría de casos, los vecinos muestran sorpresa porque no tenían presente problema alguno. La versión del plan hecha pública por el gobierno municipal no precisa los déficit de higiene de cada enclave crítico, sí indica datos generales de las cuatro principales fuentes de suciedad —los excrementos de perro casi representan el 50% de las quejas. En la equina de Sardenya con Travessera de Gràcia, en el Baix Guinardó, hay una pequeña fuente. El rincón, señalado como lugar con “problemática persistente”, no muestra suciedad de ningún tipo. Oriol Llamas, mecánico de un taller cercano, cree poder solucionar el entuerto: hay un vecino que casi cada día limpia su perro en la fuente. Muchos vecinos se han quejado pero el hombre incluso se encara. El conflicto en este caso no se ha corregido porque Llamas asegura que el hombre lo continúa haciendo.

El número 550 de la Avenida Meridiana es una zona discreta bajo el circuito de asfalto de entrada a la ciudad. Mercedes Martínez y Mari Carmen González viven allí desde hace más de 40 años. Las dos debaten por qué son punto negro de suciedad: ¿por el parterre que hay y que algunos utilizan para que sus perros hagan sus necesidades? El día de la visita, este periodista no detectó ningún excremento sin recoger. González dice que las plantas del parterre son muy feas y que nunca ha visto un jardinero cuidarlas; Martínez apunta que los locales de los bajos llevan décadas cerrados y salen muchas cucarachas de su interior.

En el mapa del informe, la calle Espronceda (Navas) parece un escenario del Londres de Charles Dickens: en 300 metros hay cuatro lugares de problemática especial; en la plaza de Islàndia, un vecino dice que quizá la alarma es por la suciedad en el agua de la escultura que hay instalada; en el 341 de Espronceda, punto negro, hay un bar. Los encargados de dos comercios vecinos aseguran que si este chaflán de Barcelona es un lugar problemático, lo es porque este bar recibe periódicamente denuncias por ruido, cristales rotos, peleas de clientes. Un camarero de la pizzería Made in Italy se pregunta si la alerta es porque denunció a través de la web del Ayuntamiento a una vecina que le echaba encima, por la terraza, lo que barría en casa. Lo confiesa alarmado, como si el estigma de Espronceda fuera culpa suya.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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