El jardín secreto más famoso
El espacio es un espectáculo visual de más 5.000 especies desde hace más de 250 años
Aquí no se conoce de prototipos ni de etiquetas. Ser diferente mola. Por eso hay cabida a las chasconas, los pequeños, las meticulosamente ordenadas, los tímidos que apenas se dejan ver y los ancianos, muchos de ellos apoyados en un soporte para no caer. Rosa, Amy, Pink, White, Dahlia My Love, cada cual con su propio atuendo y olor. Todos caben. Para ser más exactos, el Real Jardín Botánico cuenta con 5.000 especies a vista de todos, en el centro de Madrid (plaza de Murillo, 2), pero que conserva con gracia ser un rincón casi secreto.
En el Madrid de 1755, el Real Jardín Botánico no aparece en el mapa donde hoy surge. Fue el Rey Carlos III el que lo quiso trasladar en 1781 de donde estaba (Puerta de Hierro, cerca del río Manzanares) a su ubicación actual para que estuviese cerca de del Museo de Ciencias Naturales. Lo que hoy es el Museo del Prado. De todas formas el espíritu científico se conserva en la actualidad ya que el espacio está gestionado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
El Jardín Artístico y Monumento Nacional es un cebo para los turistas que circulan por la zona. Dagna Becher, alemana de 71 años, recorre energética los pasadizos acompañada de su marido. “En casa tenemos un huerto y siempre he sido fanática de las plantas. Sin duda este es uno de los jardines botánicos más ricos que tenemos en Europa”, supone. Con la entrada de cuatro euros te regalan un plano de las ocho hectáreas de parque. Debido al desnivel del terreno, el parque se divide en cuatro terrazas: la del plano de la flor, de estilo romántico con una variada representación de árboles y arbustos; el de las escuelas botánicas, que alberga una colección taxonómica de plantas ordenadas por familias y filogenéticamente; la de los cuadros, donde se encuentran las colecciones de plantas ornamentales, medicinales, aromáticas, endémicas y de huertas; y la de alta o de los populares bonsáis. Ahí está la colección donada en 1996 por el expresidente Felipe González. Se considera el conjunto más importante de especies autóctonas ibéricas, según el propio Jardín Botánico.
Una recomendación: hay que fijarse en la terraza de Los Cuadros en las dalias. Agosto es su mes y están relucientes. Las primeras dalias que llegaron a Europa, en 1789, aterrizaron en el Real Jardín Botánico.
Un niño de siete años deja de darle instrucciones a su hermana mayor que camina con los ojos cerrados cuando se encuentra con el hotel de insectos, donde en cada “habitación” (una de troncos gruesos, otra de ladrillos, otra de piña de jardín…) vive un bicho diferente. A pocos pasos está algo que logra captar la atención de pequeños y grandes: Es el tronco de la abeja carpintera. El tronco tiene la base completa pero luego está partido por la mitad verticalmente. La superficie sin corteza está llena de diminutos agujeros que justifican el montoncito de serrín que se ve acumulado en la base. A fines del verano saldrán todas las abejas que se están gestando, irán a por polen y néctar de flores para engordar lo suficiente e hibernar en el invierno.
Si no se es un entendido en la flora, resulta fácil caer en un andar despistado, maravillándose por el entorno pero ajeno a lo que realmente se está viendo. Para evitar esto, en mayo se lanzó la app RJB Museo Vivo, que ofrece trayectos personalizados según el tiempo que se disponga, apoyados en textos (en español, inglés y alemán) e imágenes. Fernando Gatica, de 39 años, recorre el jardín junto a un amigo que lo visita desde Italia. Durante el paseo, los acompaña el móvil, que les da pistas de lo que ven. “Estamos probándola. Todavía no le pillamos bien el punto pero nos sirve como mapa virtual”, sostiene.
Un punto que causa particular interés es el invernadero que alberga 1.800 plantas distribuidas en tres estructuras que recrean el macroclima desértico, el subtropical y el tropical. Este último es tal cual. Apenas se entra, se comienza a sudar, cuesta un poco más respirar y el sonido de una fuente traslada a Latinoamérica. Es más, el 70% de las plantas provienen del continente americano. Las plantas no dejan espacios vacíos, se encaraman por las paredes, se salen de las zonas permitetradas.
El invernadero tropical, prácticamente una mini selva, es otro de los secretos que esconde este misterioso y elegante jardín que a simple vista es un trazado en cuarteles cuadrados con fuentes en los pasillos.
Los datos
Superficie: 8 hectáreas.
Horario: Abierto al público todos los días del año, excepto Navidad y Año Nuevo. De mayo a agosto el horario es de 10.00 a 21.00.
Visitas guiadas: A las 10:00, 12:00 y 16:00. Los grupos son de 25 persona y tiene un coste total de 70 euros.
Precio: 4 euros. Reducción del 50% a estudiantes.
Cómo llegar: Metro Atocha (L1), Atocha Renfe (L1), Banco de España (L2). En autobús: 10, 14, 27, 34, 37, 45, 6, 19, 26, 32,1, 2, 202, 3, 5, 9, 15, 20, 51, 52, 53, 74 59, 85, 86, C1, C2.
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