La templanza de Trapero
El mayor de los Mossos d’Esquadra es un patrimonio de civilidad que necesitamos en tiempos de barbarie
La templanza es una de las cuatro virtudes cardinales en el cristianismo: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Es una virtud moral que presupone y garantiza moderación, sobriedad, continencia. Hay también una dimensión cívica de la templanza que arranca en la filosofía aristotélica. La que sustenta el rigor profesional, el sentido del deber, el uso proporcionado de la fuerza y la responsabilidad serena. Y el dominio de la razón sobre los instintos.
En estos tristes días, se ha hablado mucho —y se hablará— de la comunicación institucional de las fuerzas de seguridad y, en particular, de los Mossos d’Esquadra. Y, una vez más, se ha demostrado cómo la comunicación es una variable decisiva en el ejercicio de la política y en el desarrollo de las competencias y las políticas públicas. En materia de seguridad, además, es el elemento central: no hay seguridad sin percepción de seguridad, como aseguran todos los especialistas en la materia, hasta el punto de que el índice de percepción es un dato subjetivo que deviene objetivo. Y toda percepción es comunicación.
El indiscutible éxito policial de los Mossos ha ido acompañado —y precedido— por una adecuada estrategia de comunicación pública. Nada se improvisa. Y los responsables de comunicación de Interior (Mossos, bomberos, tráfico y Protección Civil) habían estudiado, con detalle, la comunicación de otras policías en los recientes atentados terroristas, en particular los de París. El resultado de la investigación fue el diseño de un protocolo que ha permitido no improvisar y, al mismo tiempo, maniobrar. El protocolo Nucli se ha desdoblado en el tiempo y en los contenidos. En las redes (con una dimensión asistencial), asegurando la centralidad de la información rápida y justa. Y en las ruedas de prensa (con una dimensión policial), con el rigor de la veracidad y la serena confirmación. Las dos dimensiones han actuado de manera eficazmente complementaria.
El mayor Trapero ha contribuido de manera singular. Hay un fenómeno Trapero que desborda las redes e impacta en la sociedad. Estas podrían ser algunas de las claves para comprender el porqué de su impacto.
1. La uniformidad. No estamos acostumbrados a ruedas de prensa de uniformados, ni que ocupen el protagonismo informativo incluso cuando lo comparten con las más altas autoridades. La ciudadanía tiene en alta valoración a los servidores públicos uniformados —sean bomberos, policías o militares— como acreditan, uno tras otro, todos los análisis de opinión pública. El uniforme transmite orden y autoridad. Condiciones imprescindibles para la seguridad. En el duelo escénico entre las corbatas y las medallas, insignias, escudos y galones, la litúrgica semiótica de la estética uniformada transfiere percepciones de mérito insuperables.
2. La sobriedad. Trapero ha estado sobrio. Con una economía de gestos y palabras que hacen de lo esencial, lo seguro. El uso contenido de las palabras, sus significados y significantes, la renuncia expresa a lo superfluo o lo accesorio ha creado un marco de responsabilidad basado en el rigor y la dignidad. Sin salirse del guion profesional, ha mostrado en su comunicación no verbal un acatamiento disciplinado a la autoridad civil, pero, al mismo, tiempo, un ejercicio de la autonomía profesional que acredita su función.
3. Lo intangible. La voz del mayor es peculiar. No tiene nada especial, pero su gravedad y su timbre han generado una atmósfera de severidad serena. Un clima de seriedad imprescindible para trasmitir tanto valores como informaciones. Una dimensión emocional dentro de la frialdad del dato. Trapero ha parecido, en todo momento, estar del lado de las personas a las que debe proteger, sin ceder ni dejarse arrastrar por un clima de ansiedad o tensión. Su serenidad permitía ver también cómo controlaba sus nervios y su tensión. Esta transparencia de la contención ha dado credibilidad y humanidad a su rol.
4. La profesionalidad. Las ruedas de prensa han mejorado día a día. De los nervios de papeles y gafas —con una escena de confusión con las del consejero— de la primera y puntual cita con los medios de comunicación, a las pulcras cuartillas (con el detalle de la imagen corporativa visible de los Mossos) de la rueda de prensa en la que se comunicó que el autor material del atentado de La Rambla había sido abatido. Una evolución que culminó con el uso coloquial —casi liberador— de una expresión que ha hecho furor en las redes: “Bueno, pues molt bé, pues adiós”. Trapero, ya sin gafas y con la letra adecuada, ha tenido un protagonismo merecido y otorgado por una ciudadanía —y unos medios de comunicación— deseosos de héroes colectivos y protagonistas auténticos, sin dobleces, aunque con los matices justos.
5. La seriedad. Hay varias maneras de estar serio. Hay quien confunde la seriedad como la ausencia o la contención de la risa o la relajación distendida. No, en este caso, la seriedad es solvencia. No es estar serio, es ser serio. Es algo más profundo que deviene actitud por convicción y responsabilidad. Esta dimensión de la seriedad, flanqueada por la sobriedad y la serenidad, es un valor en alza en las sociedades líquidas y volátiles. Es un valor casi físico, en tiempos de vapores y humores. Trapero —hasta su apellido infunde respeto sonoro— ha sabido ejercer esta dimensión moral desde la profesionalidad. Y con él, el conjunto de los profesionales de las fuerzas de seguridad. Hay un reencuentro de la sociedad con sus servidores públicos.
Tiempo habrá para analizar qué cosas se pueden corregir o modificar. Incluso para las críticas objetivas. Y para el espectáculo político mezquino, también. Mientras, la sociedad necesita momentos y personajes como Trapero. Son un patrimonio de civilidad que necesitamos en tiempos de barbarie. Trapero llegó a afirmar —hasta tres veces— que “tristemente” la actuación de los Mossos había acabado con la vida de un terrorista desalmado. Fue una zona límite de riesgo en momentos de tensión islamofóbica e irracional. Pero de nuevo, en el borde, el policía nos mostró cuál es la diferencia entre justicia y venganza.
Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de comunicación.
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