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Los Juegos, el euro y la subida de precios

La mayoría de objetos y servicios aumentaron de precio los quince días que duraron los Juegos Olímpicos

Alfonso L. Congostrina
Turistes en Barcelona en 1992.
Turistes en Barcelona en 1992.c. ribas

El evento deportivo más esperado llegaba a su fin. El mismo día que se ponía el broche final a los mejores Juegos Olímpicos de la historia, EL PAÍS publicaba un artículo que, con fina ironía, desenmascaraba a todos aquellos que habían hecho su agosto durante esos días. Las periodistas que firmaban el reportaje, Elianne Ros y Ana Llovet, se recorrieron media Barcelona con un único objetivo: comprobar cuánto costaban determinados productos y servicios antes del inicio de los Juegos y cómo habían aumentado descaradamente de precio.

El reportaje aseguraba que un año antes de los Juegos Olímpicos un hotel de tres estrellas, como el Rubens, costaba 10.900 pesetas (65,50 euros). Durante los Juegos, la misma habitación se pagó por 31.000 pesetas (186,31 euros). Hoy después de haber pasado por el abusivo redondeo tras la entrada, en 2002, del euro y en pleno boom turístico la misma habitación, con desayuno incluido, cuesta 168 euros.

En 1992, el hotel Princesa Sofía era uno de los establecimientos más prestigiosos de la ciudad. Antes de la cita olímpica, una habitación costaba 34.500 pesetas (207 euros), durante los quince días que duraron los Juegos el precio ascendió a 41.000 pesetas (246 euros). Hoy no es posible dormir en el hotel porque se encuentra en proceso de rehabilitación integral. Aun así, pretende abrir las puertas en septiembre y reservar una habitación con desayuno cuesta 345 euros.

Una habitación en un hostal de dos estrellas, como el Rey don Jaime I, pasó de costar 4.450 pesetas (26,74 euros) a 8.000 (48 euros). Hoy el precio, sin desayuno, es de 103 euros.

Los bares y restaurantes, sorprendentemente, mantuvieron los precios en 1992. No lo hicieron diez años después cuando abusaron del redondeo al alza con la entrada de la moneda comunitaria. Una paella en el restaurante Can Majó de la Barceloneta costaba antes de los Juegos 1.600 pesetas (9,6 euros). Durante los Juegos se mantuvo el precio. Hoy, 25 años más tarde cuesta 17 euros por persona. En el mítico Via Veneto, un rodaballo a la cantábrica costaba meses antes 3.800 pesetas (22,83 euros). Durante el evento olímpico subió a 3.890 pesetas (23,37 euros). Hoy el rodaballo salvaje a la brasa de carbón con arroz de carabineros cuesta 42,50 euros.

En la histórica cafetería Zurich, de La Rambla, una Coca Cola costaba 200 pesetas (1,20 euros) tanto antes como después. Hoy, tras la entrada del euro y el reciente impuesto de bebidas azucaradas, cuesta 1,85 euros dentro del establecimiento y 2,80 si se consume la Coca Cola en la terraza con vistas a las oleadas de turistas.

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Entrar al mítico teatro de revista El Molino costaba 3.000 pesetas (18 euros). Los programadores mantuvieron el precio durante los Juegos. Años más tarde cerró para reabrir. Hoy no hay ningún espectáculo programado aunque los últimos costaban cerca de 30 euros por persona.

El reportaje también aborda otros servicios. La sala porno Bagdad costaba 6.000 pesetas la entrada (36 euros). El negocio siguió durante los Juegos al mismo precio y hoy la entrada a un espectáculo, que promete ser más que sugerente, cuesta 90 euros.

Una hora con una profesional del sexo en un prostíbulo como el Twin costaba 30.000 pesetas (180,30 euros). Si se debía desplazaba a un hotel el precio aumentaba hasta las 35.000 pesetas (210,35 euros). Las prostitutas no subieron su caché durante los Juegos. Hoy en uno de los prostíbulos más famosos de la ciudad, Apricots, la hora de acompañamiento sexual cuesta 110 euros, a lo que debe sumarse el precio del taxi si la profesional se desplaza.

En el artículo publicado el 9 de agosto de 1992 sorprende que la mayoría de establecimientos de recuerdos estaban ya entonces regentados por empresarios de procedencia paquistaní. Una camiseta con la mascota del Cobi costaba entonces entre 1.100 y 1.500 pesetas (entre 6,60 y 9 euros). Hoy la camiseta de Cobi es un objeto de coleccionista. Su creador, Javier Mariscal, las vende por internet a 40 euros.

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