Pavos reales bajo el Pirulí
La Quinta de la Fuente del Berro albergó atracciones y en el siglo XVII sus aguas proveyeron a la Casa Real
Un palacete, en la actualidad reformado y reconvertido en un centro sociocultural, es lo único que queda del pasado palaciego del parque de la Quinta de la Fuente del Berro, ubicado en el barrio de Salamanca. Las aproximadamente 13 hectáreas de este jardín histórico del siglo XVII (de titularidad municipal desde 1954) ofrecen un espacio verde en el que pasear y relajarse a pocos metros del intenso tráfico diario que circula por la M-30, con bastantes zonas de sombra debido a la altura de los árboles y la densa vegetación en algunas zonas. Además del monumento a Bécquer y las estatuas dedicadas al poeta ruso Alexandr Pushkin y al violinista español Enrique Iniesta, los habitantes más populares de este lugar son los pavos reales, que campan a sus anchas por el barrio casi siempre perseguidos por niños.
El parque siempre estuvo vinculado a importantes personalidades históricas, tanto es así que el terreno que ocupa actualmente llegó a ser la Quinta de Miraflores, encargado por Felipe IV como Real Sitio. Además, a finales del siglo XIX el entorno se transforma y se convierte en una zona de ocio que fue denominada como los Nuevos Campos Elíseos, los cuales llegaron a albergar atracciones (una montaña rusa, un velódromo e incluso un restaurante de lujo) que tras dos años echaron el cierre. A su vez, una de las entradas (el parque tiene seis puertas), a la que se accede por la calle de Enrique D’Almonte, está compuesta de dos torreones que abren una pared de ladrillo y dejan contemplar uno de los principales símbolos del parque, el que además le da su nombre, nada menos que la fuente del Berro. Actualmente está en servicio y sus aguas proveyeron a la Casa Real desde el siglo XVII.
Cerca de los bancos que rodean a esta fuente, hace sus estiramientos antes de empezar a correr Miguel Galán, de 28 años y vecino del barrio de Salamanca. El joven hizo ejercicio por el parque varias veces pero explica que lo que mejor se puede hacer es pasear. “El parque es bonito pero para el running es complicado por las cuestas. Lo mejor es caminar y ver los patos o tirarse en una toalla a leer un libro”, cuenta.
Además, Galán asegura entre risas que los pavos reales del parque “nunca están en su sitio”. “Son los más conocidos por aquí, dentro del parque nunca los he visto, pero sí me los encontré en mi portal por la mañana temprano varios días que salí para trabajar”, dice. Estos animales no son la única fauna del parque, ya que en la cascada y los dos pequeños estanques que hay repartidos por el terreno, nadan libremente patos y tortugas bajo la atenta mirada de algunos visitantes.
A pocos metros, próximo a un parque de niños y a unos troncos cortados de baja altura que hacen una especie de pista de obstáculos, juega un grupo de ancianas a las cartas en unas mesas colocadas en hilera bajo los árboles. “Llevo viniendo 54 años al parque, ya me conozco a todo el mundo. Unos días vengo con las amigas y la baraja y hay otros que preferimos dar un paseo”, cuenta Carmen Pérez, de 82 años, mientras su nieto Alberto, de nueve, mueve las cartas sobre el tapiz. Una de sus compañeras, Carmen Sanjuan, de 83 años y vecina del barrio de la Elipa (al que se accede desde el parque a través del paso elevado sobre la M-30) también es una veterana de la Quinta de Fuentedel Berro, ya que pasea por la zona desde hace 40 años. “Vengo a este parque más que nada por cercanía, pero también por pasear y hablar con todo el mundo, se está muy tranquilo”, asegura.
Muy próximo al muro lleno de graffitis que separa el parque de la M-30, en una explanada de césped en cuesta próxima a la estatua del poeta Pushkin, se concentran multitud de perros. Titán, un American Stanford, corretea por el césped mientras Teresa Malesa, su dueña y vecina del barrio de la Elipa, lo observa de cerca. “Vengo a este parque desde hace tres años que tengo a mi perro. Solemos venir tres veces por semana y alterno entre mi mascota y correr con mi marido, ya que aquí nos preparamos para las carreras populares de la ciudad”, cuenta.
Otro de los elementos a destacar del parque, que en 1941 fue declarado Jardín Artístico y que reabrió al público después de unas obras de mejora municipales en 1954, es la Casa del Reloj. Este edificio de ladrillo de estilo neomudéjar sirvió como antiguo pabellón de los guardeses del parque. Cada día recibe un importante número de visitantes, sobre todo vecinos de los barrios próximos, que se intentan refugiar de las altas temperaturas cobijándose bajo la sombra de los altos cedros y cipreses que hay repartidos por el terreno, mientras escuchan a lo lejos el sonido de los coches que pasan a toda velocidad por la M-30.
Los datos
Superficie: 13 hectáreas (incluyendo los jardines Sancho Dávila)
Administración: Ayuntamiento de Madrid
Horario: Primavera-verano (abril a septiembre de 6.30 a 24.00) y otoño-invierno (octubre a marzo de 6.30 a 22.00).
Servicios: circuito de running, parques, estanques, fuentes, cascadas.
Cómo llegar: metro O'Donnell (L6), autobuses (2,56,69,71,143).
Puntos de interés: Casa del Reloj, Palacete, monumento a Bécquer, estatuas dedicadas al poeta ruso Alexandr Pushkin y al violinista español Enrique Iniesta.
Especies vegetales: Cedros (14%), Ciprés común (6%), Plátanos (5%), Aligustres (15%), Boj (6%), Madroños (4%).
Entrada: Gratuita
Visitas: Hábitat Madrid Verano (14 de julio y 3 y 31 de agosto de 10.00 a 12.30).
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