_
_
_
_

Y la ‘senyera’ se convirtió en ‘estelada’

La bandera oficial de Cataluña, que ocupó un papel relevante en los Juegos Olímpicos, cede el testigo en la calle a la enseña independentista

Jessica Mouzo
El atletista Dani Plaza, oro en los 20 kilómetros marcha en los Juegos Olímpicos del 92, alza la bandera española y la 'senyera' tras su victoria
El atletista Dani Plaza, oro en los 20 kilómetros marcha en los Juegos Olímpicos del 92, alza la bandera española y la 'senyera' tras su victoriaAgustí Carbonell

Los balcones de Barcelona son un termómetro político y emocional de la ciudad. No fallan. Ni ayer ni hoy. Son el tendal vivo de los símbolos que representan el sentir de la capital catalana. Lo fueron durante los Juegos Olímpicos de 1992, cuando muchos se vistieron con la senyera (la bandera oficial de Cataluña, con cuatro barras verticales rojas sobre fondo amarillo) para saludar al mundo. Y lo siguen siendo ahora, ataviados en muchas ocasiones con la estelada, la bandera independentista.

Los símbolos que marcaron una época en ese verano del 92 no han dejado de ser ni de estar en estos 25 años. Como la energía, solo se han transformado.

Barcelona se abrió entonces al mundo con la senyera por bandera —nunca mejor dicho—. Esa insignia, prohibida durante el franquismo, se reveló en democracia como un símbolo festivo, de libertad e identidad propia que eclosionaba especialmente en festividades como el 11 de septiembre o el día de Sant Jordi. Y en aras de esa fiesta que eran los Juegos, muchos balcones de la ciudad volvieron a vestir la bandera festiva.

“Era un acto de afirmación de Cataluña como un país con una cultura y una identidad propia”, recuerda el consejero de Interior, Joaquim Forn. Entonces, el titular del Departamento era un veinteañero de las juventudes de Convergència que, junto a miembros de Òmnium Cultural y otras entidades, montaron la campaña Freedom for Catalonia (Libertad para Cataluña), para reivindicar y dar a conocer sus pretensiones nacionalistas. En 1989, durante la inauguración del estadio olímpico, consiguieron entrar al recinto senyeras, pasquines y silbatos que apagaron el himno español con una sonora pitada. “Para según quienes, llevar la senyera no estaba bien. Y eso que era una bandera constitucional”, apunta Forn.

Los símbolos tuvieron un papel determinante para aplacar los ánimos entre los grupos más rebeldes. La presión de estos colectivos logró que el catalán fuese el cuarto idioma oficial, que Els Segadors (himno de Cataluña) sonase junto al español en los actos oficiales y que la senyera ocupase un lugar visible en los acontecimientos institucionales. “No íbamos en contra de los Juegos, sino que era reafirmar la existencia de Cataluña. Era un acto de afirmación, no en contra de ninguna bandera”, puntualiza Forn.

La senyera ganó protagonismo de forma espontánea y con la incredulidad de los forasteros, que se preguntaban por qué en algunos casos no había banderas españolas. Era una democracia joven y 15 años no eran suficientes, decían entonces políticos y antropólogos, para superar los vínculos de la rojigualda y el franquismo.

Y de aquellos barros, estos lodos. La bandera española ni está ni se la espera en buena parte de los actos festivos, y la senyera, la bandera oficial, ha cedido el testigo a la estelada —también en los actos festivos como el 11 de septiembre— a medida que los independentistas han ganado espacio.

Algunos creen que la rojigualda sigue sin remontar su reputación en Cataluña.”La ausencia de la bandera española está asociada al régimen franquista. Se ha consolidado ese odio y no creo que pueda recuperarse”, asume el antropólogo Manuel Delgado, que participó hace 25 años en el reportaje que se reproduce en esta página.

De los balcones de Barcelona ya no cuelgan senyeras. No tantas, al menos, como en ese verano del 92. Por ellos ha pasado el No a la Guerra de Irak y a otros conflictos armados como el de los Balcanes. Ahora, junto a los mensajes de Volem acollir (por los refugiados) y contra los pisos turísticos, las esteladas y el sí gigante al referéndum ganan terreno. “Estamos en un momento de reivindicación política y la estelada representa la reivindicación de un estado propio. Responde al momento político pero la bandera oficial del país es la senyera”, recuerda Forn.

Pero la bandera catalana ya no es lo que era. “La senyera está perdiendo significado. Antes representaba al sentimiento catalanista, que unificaba nacionalismo con la izquierda. Ahora es la bandera del PP y Ciutadans. Fue la bandera de todos y ahora solo es la bandera autonomista”, zanja Delgado. Según el antropólogo, la enseña española republicana sigue siendo el símbolo de la izquierda; la derecha asume la senyera y la rojigualda; y los independentistas, la estelada.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_