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El jeroglífico de los comunes ante el referéndum

Puigdemont y Junqueras tratarán hoy de convencer a Xavier Domènech de las garantías jurídicas del 1-O

Àngels Piñol
Albert Garcia

El president Carles Puigdemont y el vicepresidente Oriol Junqueras tratarán hoy en una reunión de convencer a Xavier Domènech, coordinador de Catalunya en Comú, de las garantías jurídicas de la consulta de 1-O. El Gobierno catalán ve capital aumentar la participación para dar a la votación la máxima legitimidad pero los comunes han cerrado filas y no fijarán su posición hasta este fin de semana o el próximo. Catalunya en Comú es mayoritariamente federalista y mantiene una calculada ambigüedad: por un lado, identifica al secesionismo como su futuro rival electoral y, por otro, difícilmente podrá contentar a todos sus votantes cuando la mayoría de sondeos arrojan que un tercio de ellos votaría “sí” a la independencia.

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Los comunes viven un intenso debate para resolver su endiablado jeroglífico: defender el referéndum sabiendo que Mariano Rajoy no lo aceptará nunca y a la vez desmarcarse del que propugna Puigdemont, al no querer avalar su hoja de ruta y pensar que estará condenado a ser otro 9-N. Los comunes, un fenómeno básicamente barcelonés, se sienten destinados además a reeditar en Cataluña el éxito de Ada Colau en Barcelona y no quieren regalar argumentos a sus rivales. Oficialmente, la reunión, según los comunes, servirá para presentar el nuevo partido al president y para tratar las garantías de la consulta, los temas de corrupción y de emergencia social.

El espacio reivindica que la consulta interpele a las mayorías, tenga efectos jurídicos y sea reconocida internacionalmente —por el camino se ha caído la etiqueta “pactada”— y apunta que lo que saben hasta ahora de la de Puigdemont se asemeja a una movilización. Podem, fuera de la confluencia, ya ha hecho los deberes y se ha adelantado: concibe la convocatoria como una protesta no vinculante. Miembros de los comunes también ven bien esa vía al considerar incomprensible quedar alineados junto al PP pero otros la rechazan frontalmente. ERC ya les ha avisado de que se olviden de futuros pactos electorales si no van a votar. La cuestión es que si lo hacen aumentará la participación y acabarán aceptando el argumento del independentismo porque lo que se contarán son votos. En el 9-N, pese a las dudas, Iniciativa acabó participando.

La mayoría de sondeos reflejan que un tercio de los votantes de los  comunes votarían"sí" a la independencia

El primer barómetro del Centro de Estudios de Opinión, de este 2017, arroja que el 50,3% de los catalanes está a favor de un referéndum con independencia de lo que diga el Gobierno y un 23,3% solo acordado con el Estado. El 22,7% no lo quiere en ningún caso. Los electores de Sí que es Pot tienen opiniones similares: el 47,7% apuesta por la vía unilateral; el 35,5 por la pactada y un 14% lo rechaza. Los resultados de ese barómetro son aún más llamativos: un 34,1% de los comunes votarían si a la secesión; un 27,6 en contra; un 18,2% no iría a las urnas y un 10% en blanco. Los datos revelan, una tendencia al alza en favor de la independencia respecto a la última oleada de 2016. A la pregunta, ¿Cataluña debería ser?...un 45,4% de los votantes de esta izquierda alternativa opta por un Estado federal; un 19,2% un Estado independiente y un 22,7% a favor de una comunidad autónoma. Es, de todos, el segmento del electorado más indeciso: el 8,7% no sabe qué votaría. Y a la cuestión: "Y más concretamente, ¿Cataluña debería ser un estado independiente? Un 59,8% votaría en contra y un 27,9% a favor.

La última encuesta de Metroscopia para EL PAÍS refleja que el 57% de sus electores votaría “no” en un referéndum acordado y un 34% “sí” aunque el porcentaje bajaría 13 puntos si Rajoy ofreciera competencias blindadas. Paco Camas, analista de Metroscopia, sostiene que los comunes han heredado en parte la ambigüedad histórica del PSC y que, sin ser una minicataluña, es la que mejor refleja las preferencias de los catalanes: referéndum pactado; no a la declaración unilateral y a la secesión. Camas cree que esa indefinición puede pasarles factura electoral al arriesgarse a perder a su electorado más nacionalista. "Por ahí les queda margen", dice.

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