Erizar las carnes
A falta de buenas canciones nuevas, la mítica banda de Glasgow recurre a las páginas gloriosas y a su mágico eclecticismo
De entrada, dos constataciones relevantes. La primera: claro que Primal Scream han conocido tiempos mejores, y los dos tercios de entrada de anoche en La Riviera eran indiciarios. Y la segunda, y de mayor empaque: ¿cómo hacerle ascos a un concierto que echa a andar con el despendolado Swastika eyes, himno de un mundo temeroso ante el 'efecto 2000', y prosigue con una versión de 13th Floor Elevartos, aquellos chavetas maravillosos de la psicodelia 'sesentera'?
De acuerdo, los años de Screamadelica se nos desdibujan en la memoria, pero no seamos tan reverenciales con el maldito almanaque. Bobbie Gillespie sigue ejerciendo como un espléndido agitador con movimientos de lagartija nerviosa. La banda es sólida y compacta, incluso con el sonido algo saturado de ayer. Y el repertorio alardea de un mágico eclecticismo: hay hedonismo de 'rave', claro, pero también una chulería casi 'ramoniana' en Dolls o la sensualidad jocosa de It's alright, It's ok. Y hasta una tersa caricia 'soul' para Star, aunque se desvaneció sepultada por la alegre cháchara de ese respetable nada respetuoso.
Como buenos isleños, los de Glasgow son unos tipos muy fiables en escena. Solo naufragan con el último disco: (Feeling like a) demon again lo intenta con ese aire 'funk' y reiterativo de las noches que se nos han ido de las manos, mientras 100% or nothing es igual de machacona, solo que sin pizca de gracia. Menos mal que Andrew Innes activa de inmediato su pedal 'wah-wah' para Loaded. Y eso le eriza las carnes a cualquiera.
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