Subirachs ya tiene su espacio
La familia del escultor abre en Poblenou un local con un centenar de las 500 obras de su legado y sin referencias a la Sagrada Familia
El escultor Josep Maria Subirachs (Barcelona, 1927-2014) falleció sin ver cumplido uno de sus deseos: un espacio en el que exponer las obras que se había reservado para él y los suyos que, además, explicaban la evolución de su trabajo escultórico, ya que el proyecto de una entidad bancaria de crear un gran espacio en la calle Princesa de Barcelona, no se materializó al estallar la crisis bancaria. Sus tres hijos, en especial Judit Subirachs-Burgaya, se han empeñado en que su última voluntad se cumpla. Este sábado, justo enfrente de donde nació el artista, la calle Pere IV de Poblenou, y al lado de donde estudió en su infancia, la Cooperativa Pau i Justicia, hoy transformada en la flamante sala Beckett, abre sus puertas el Espai Subirachs con un centenar de las 500 piezas —esculturas, dibujos, pinturas, litografías, grabados y medallas— que legó a su familia. La intención del nuevo espacio es “redescubrir a Subirachs, más que reivindicarlo y de que convertirse en un centro neurálgico de promoción de su obra”, explicó ayer su hija, especializada en escultura del siglo XX y volcada en los últimos años en velar por la difusión de su progenitor.
“Subirachs fue conocido por sus obras y sus trabajos públicos en el exterior, unos 150 en todo el mundo, que le dieron reconocimiento y prestigio, pero todos son encargos y, por lo tanto, están sometidos a una serie de condicionamientos específicos que determina el cliente”. En la exposición hay referencias a algunos de estos trabajos públicos pero de la mano de trabajos previos, de menor escala, pero lo que no podrá encontrar el visitante es ninguna referencia a la Sagrada Familia, la obra que ocupó los últimos años del artista, entre 1986 y 2007. “Cuando Subirachs contaba sesenta años, y mucha gente piensa en retirarse, y después de una trayectoria larga y coherente, aceptó el enorme encargo de la Fachada de la Pasión, una obra que lo marcó para siempre”, recordó su hija, molesta por las críticas que recibió con este trabajo y que afectaron negativamente al artista. “Admiraba a Gaudí, y por eso firmó un manifiesto en contra de continuar las obras del templo. Cuando aceptó el encargo impuso dos condiciones: que no lo copiaría, que su trabajo no tendría nada que ver con la Fachada del Nacimiento y que se instalaría a vivir en la obra”. Según Judit Subirachs lo que más dolió a su padre “no fueron las críticas, sino los insultos y las manifestaciones ante un trabajo honesto incluso de compañeros que habían luchado con él durante el franquismo. Para ella, la obra de su padre “fue coherente, con una estrategia detrás, muy simbólica, y se dejó la piel en ella”.
Las obras que se muestran en el nuevo espacio, situado en el número 6 de la calle Batista, un lugar en el que predomina el blanco de las paredes y suelos, de unos trescientos metros cuadrados situados en los bajos de un bloque de viviendas, permiten realizar un recorrido cronológico por su universo iconográfico; desde el expresionismo con obras como Claudia Chauchat, de 1949, inspirada en un personaje de la montaña mágica de Thomas Mann, la abstracción, la neofiguración y su fase metafórica, en la que queda patente su admiración por la arquitectura, “una de sus frustraciones”, con obras como La escalera del entendimiento, el monumento de Ramon Llull que hizo en 2007.
Obras más íntimas
“Son sus obras más íntimas, las que creaba para experimentar, las que creó de forma paralela a los encargos, investigando nuevas formas y materiales”, añadió la cara visible del Espai Subirachs que no ha contado con el respaldo de ninguna administración ni el mecenazgo de entidad o empresa. “Lo abrimos sin ayudas de ningún tipo, no sabemos cuánto tiempo podrá estar abierto, dependerá del éxito de público”. De entrada, este año, coincidiendo con el 90 aniversario del nacimiento del artista las visitas serán gratis hasta finales de 2017. “El año que viene ya veremos, en todo caso será un precio simbólico, porque la familia no quiere hacer negocio. El espacio no ha de ser rentable, pero si sostenible”, remachó.
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