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En el Palau Güell no todo lo que brilla es de Gaudí

Gran parte de su decoración es obra de Camil Oliveras que fue arrancada de otro edificio de la calle Portaferrissa, según un estudio

José Ángel Montañés
El comedor principal del Palau Güell con una de las chimeneas de Camil Oliveras que hizo para el Palacio Fonollar.
El comedor principal del Palau Güell con una de las chimeneas de Camil Oliveras que hizo para el Palacio Fonollar.marcel.lí sáenz

Que el arquitecto Antoni Gaudí fue el rey de la fusión, el reciclaje y el collage, incorporando en sus obras elementos dispares y de diferentes procedencias, es conocido por todos. Lo que no se sabe es hasta qué punto pudo llegar a serlo. En el caso concreto del Palau Güell, una de las primeras obras que el mecenas Eusebi Güell le encargó en 1885 y que le catapultó a la gloria después de abrir sus puertas en 1890, pasa por incluir gran parte de la decoración original de una vivienda anterior, el Palau Fonollar, que Güell había encargado a otro arquitecto Camil Oliveras y que tras un largo proceso judicial, el rico empresario tuvo que abandonar tras ser desahuciado, después de un pleito de más de diez años en el que se le acusaba de moobing inmobiliario.

Pero Güell no se fue sin más y antes de marchar (en un plazo de diez días que le fijó la justicia) arrancó toda la decoración que pudo: suelos, revestimientos de paredes, vidrieras, chimeneas y otros elementos decorativos, incluso piezas para el baño, además de llevarse los muebles, que viajaron de la calle de Portaferrisa a la de Nou de la Rambla; una historia increíble y “rocambolesca” que el historiador y crítico del arte Josep Casamartina ha dado a conocer tras la publicación de un pequeño (pero importantísimo) libro: Un palau dins d'un altre. De Portaferrissa a Nou de la Rambla, que ha editado la Diputación de Barcelona, propietaria del edificio, desde 1945.

La chimenea con el plafón de Alexandre de Riquer realizada por Olivares para Fonollar, hoy en el Palau Güell.
La chimenea con el plafón de Alexandre de Riquer realizada por Olivares para Fonollar, hoy en el Palau Güell.marcel·lí Sáenz

Dos desahucios

“Todo comenzó en 2010 cuando realizaba el plan museológico del Palau y me percaté que había una serie de elementos que no cuadraban con la forma de hacer de Gaudí; unas piezas recargadas que parecían añadidos. Lo que pasa es que consiguió integrar todos los elementos de una forma magistral. Tanto que ha pasado desapercibido durante más de un siglo sin que nadie lo haya puesto en evidencia”, asegura este historiador del arte y crítico que publicó en 2011 un avance de su estudio en Quadern, coincidiendo con la reapertura al público del edificio, después de nueve años de restauración. Una hipótesis que se ha acabado corroborando tras localizar la documentación del archivo Oliveras o recabar datos del Arxiu Nacional de Catalunya o el Registro de la Propiedad.

La visita de este impresionante palacio bajo esta nueva perspectiva hace que se entienda mejor el aspecto medieval de su interior que proviene, sin duda, de la incorporación de elementos ajenos a la mano de Gaudí. Desde lámparas, revestimientos de las paredes y techos de madera, chimeneas, sobre todo las más ornamentadas, como la del comedor o la instalada en la sala de confianza de los dormitorios que incluye un plafón pintado sobre mármol de Alexandre de Riquer firmado y datado en 1883 una fecha en la que el Palau Güell no se había ni comenzado. Contrastan con las seis chimeneas más modernas y austeras que hizo Gaudí, todas variaciones de un mismo modelo. También vidrieras, como una instalada en la sala contigua al comedor que reproduce solo la mitad de una escena de un cuadro de Manuel Ferran.

Todo comenzó cuando Eusebi Güell quiso comprar el palacio contiguo al de su suegro, el ahora tristemente famoso, Antonio López que vivía en el Palau Moja, pero su dueño Ignasi Maria Despujol, marqués de Palmerola y conde de Fonollar, lo tenía alquilado a la familia joyeros Masriera que se opusieron haciendo valer que tenían derecho si el edificio se vendía. Güell, que sin duda estaba acostumbrado a conseguir lo que quería, no lo tuvo en cuenta y trató con el dueño, comenzando un litigio de diez años. En 1880 fueron desahuciados los inquilinos, momento en que Güell comenzó las obras de acondicionamiento de su vivienda que le encargó a Oliveras. Pero los Masriera no aflojaron y siguieron pleiteando elevando su queja al Supremo que les acabó dando la razón, tres años después, desalojando esta vez a Güell con su prolija familia y todos los elementos de decoración que había instalado en su temporal casa de Portaferrisa.

El primer 'trencadís'

El revestimiento de las chimeneas de la azotea, elaborado con el primer trencadís creado por Gaudí y que luego repetirá en el resto de sus construcciones, lo hizo con las baldosas adquiridas en la fábrica de Pujol i Bausis para Fonollar y que luego arrancó. Muchas de ellas —las que no se rompieron— se reaprovecharon en baños y lavamanos del segundo palacio.

Que son las mismas baldosas en los dos palacios lo demuestra una foto de Isabel López Bru, esposa de Güell, que aparece junto a un arrimadero que, por su altura, delata que no se trata del palacio de Nou de la Rambla.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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