Las niñas estáticas de Colmenar
La localidad celebra la fiesta de La Maya, una tradición que 'obliga' a cinco jóvenes a permanecer sin moverse más de dos horas junto a un altar
Inmóviles durante dos horas y media rodeadas de flores. Esta fue la misión de cinco niñas, de entre 10 y 14 años, durante la celebración de la fiesta de la Maya, ayer en Colmenar Viejo. Esta tradición lleva siglos celebrándose y ha protagonizado una serie de fotos premiadas en el World Press Photo. En ellas, las mayas, que son las menores, ejercen de protagonistas, son el eje central de los retablos vivientes repartidos por todo el municipio. Tras permanecer dos horas y media quietas, pueden recuperar la movilidad y bajar del altar para hacer una ofrenda floral a la virgen de los Remedios. Cumpliendo con la tradición, así lo hicieron las cinco mayas elegidas este año ante sus familias orgullosas. Esta costumbre celebra el culto pagano a la feminidad, la fertilidad y la primavera. Unos valores que posteriormente se entremezclaron con la religión.
La plaza del Pueblo fue el núcleo de la fiesta que se celebró el dos de mayo. En ella las mayas Gabriela y Ariadna permanecieron totalmente inmóviles, y con el semblante serio (no pueden sonreir y deben mantener la mirada en un punto fijo durante 150 minutos) en sus altares mientras centenares de personas no paraban de fotografiarlas y vitorearlas. "¡Viva la maya!" gritaban algunos, mientras el grupo de coros y danza Colmenar canta bailaba enfrente de ellas. Al mismo tiempo, un grupo de niñas cepillaba sin cesar la ropa de la gente. Todas iban ataviadas con el traje típico de esta fiesta: falda, jaretas y puntilla, mantón de Manila, camisa blanca, collares y diademas de flores silvestres.
"Cepillamos a la gente para que nos den monedas y meterlas en el cubo que está delante de las mayas", explicó Claudia, de siete años, parte del séquito de Gabriela De la Morena, una de las mayas de este año. "Al principio estaba ilusionada, pero luego me cansé de estar sentada en la silla, tan seria y sin poder moverme", contaba la niña al terminar la celebración. A pesar de todo, reconoció que lo pasó bien: "Por un día, fui una de las protagonistas del pueblo".
El dos de mayo, todo Colmenar Viejo era una fiesta con un permanente olor a romero. Gente de todas las edades paseaba para ver a las mayas. Algunos, disfrazados de plantas, subidos en zancos. En esta particular celebración, los padres también tienen un papel importante. "Colaboramos mucho porque es la fiesta de las niñas", contó José Martín, que tiene dos hijas que forman parte del séquito de las mayas. Con otros adultos, lleva dos días preparando los altares florales. "Este año el trabajo fue más complicado porque casi no llovió y había menos flores", relató.
Carmen, María y Gabi, de 60 años, acuden cada año a la celebración de las mayas. Las tres son costureras desde los 14 años y está tradición tiene un simbolismo especial para ellas: son las responsables de elaborar el mantón blanco del altar donde se sientan las niñas. "Es un tejido en aro redondo, lo típico de Colmenar. En nuestra época las opciones eran servir o la costura, entonces elegimos hacer los mantones", reconoció Carmen.
A las 19.30, las mayas bajaron de sus altares y realizaron la ofrenda floral a la Virgen de los Remedios en la Basílica de la Asunción de Nuestra Señora, en la plaza del pueblo. Las cinco mayas fueron las primeras en depositar sus flores a los pies del cuadro de la virgen y a continuación lo hicieron sus acompañantes (25 aproximadamente para cada maya). A pesar de ser una tradición que tiene su origen en la Edad Media, sigue triunfando en el siglo XXI, ya que tanto Gabriela (que fue maya este año) como Alejandra y Sara, ambas de 10 años y que ya habían ejercido su tarea de retablo viviente, reconocieron que repetirían la experiencia: "Luego nos gusta vernos en televisión".
En Lavapiés también hay mayos
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