Caballero de fina estampa
Caetano Veloso emocionó en el Palau de la Música
Caetano regresaba a Barcelona y eso son palabras mayores. El Palau de vistió de lujo en la noche de ayer llenándose hasta el órgano. Antes de iniciarse el concierto ya se vivía ambiente de fiesta grande en el hall modernista donde se mezclaban buena parte de la colonia brasileña, adecuadamente engalanada para la ocasión, con el otro público local, variopinto en edad y procedencia. Será verdad eso de que, también por estos pagos, Caetano gusta a todos, rockeros y románticos.
Y gustó, y mucho. Aunque más que de gustar debería hablarse de emocionar. Un hombre solo con su guitarra y un puñado de canciones y la emoción como única arma, no hizo falta nada más. Sin ningún tipo de excesos, terriblemente cercano y con una naturalidad que cautiva al primer contacto, Caetano se abrió en canal a lo largo de diecinueve temas entre los que apareció alguno de sus grandes éxitos (pocos) junto a otras canciones que, según explico, le gustaban especialmente.
Desafiando al paso del tiempo (que para él no ha pasado a pesar de que su pasaporte asegure que está a punto de cumplir los 75) mostró una voz en perfecto estado, bella, sugerente, cargada de matices, de lo más sensual al puro quejido. Y la sala, toda la sala, levitaba con cada inflexión de esa voz que te susurraba y te calaba en lo más hondo. Un silencio catedralicio siguió a cada tema, excepto en la recta final cuando los más fieles se animaron a cantar con él. Y una ovación de gala, siempre como si fuera la última, puntuó cada canción.
Piel de gallina
O Leâozinho levantó los ánimos de todo el personal. El Palau bailó, sin moverse de sus sillas (las formas se imponen en un entorno así) con el sinuoso Reconvexo y cantó a placer, dirigido por el mismo Caetano, Força estranha y un final a lo grande con A luz de Tieta. Entremedio le puso la piel de gallina a más de uno primero con Cucurrucucu paloma y después con una versión a capella de Love for sale.
Redondo. Caetano no cantó una de sus versiones más recordadas pero demostró en el Palau que sigue siendo ese caballero de fina estampa.
La velada había comenzado con la presencia de la cantante Teresa Cristina y acabó con ella compartiendo escenario con Caetano. Una bella voz, un ritmo interior insinuado e insinuante y una buena presencia escénica pero fue una lástima que Caetano no ofreciera en solitario esa tanda de bises que todos esperaban.
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