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URBANISMO

El parque de los tesoros enterrados

La Latina abre un espacio de juegos para niños diseñado por los vecinos

Sergio C. Fanjul
Espacio recuperado en el solar historico de la calle del Alamillo 3.
Espacio recuperado en el solar historico de la calle del Alamillo 3. Bernardo Pérez

Aquí los críos juegan con elementos tan rudimentarios como palos, tierra, ramas, piedras, pero también con un artefacto hiperavanzado de la más alta tecnología: la imaginación. Esta semana se ha presentado el espacio Almendro 3 (en ese número de esa calle de La Latina), un lugar para que jueguen los niños y disfruten los vecinos, con la particularidad de que estos últimos han participado activamente en su diseño y rehabilitación.

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"Este espacio llevaba 30 años degradado y sin uso, porque por debajo pasa la muralla cristiana", dice Manuel Pascual, del colectivo de arquitectos y diseñadores Zuloark, implicado en este y otros procesos de participación vecinal, "no se sabía si hacer una dotación municipal o viviendas, y se mantenía lleno de basura, hecho un desastre". Ahora los niños hacen ahí, en medio de estos 740 metros cuadrados, esas cosas extrañas que los adultos no acaban de entender. Bajo tierra pasa la muralla construida entre los siglos XI y XII, cuando la villa pasó a formar parte de la Corona de Castilla.

Es un lugar de juego de un tipo que ha ido desapareciendo en las ciudades. "No es un espacio homologado, con su corcho, su tobogán y su columpio, aquí los niños juegan con elementos más naturales, saben que pueden encontrar tesoros enterrados", dice Jacobo García, vecino del barrio que se ha implicado en el proceso de rehabilitación, "y sin miedo a cortarse por el cristal de una botella de cerveza". Se hicieron asambleas de adultos y de niños. Los niños pidieron bocadillos eternos, amigos para siempre y un elefante. Y ahí está el elefante, una estructura de madera por la que trepar y tirarse. "Solo hay que tener un poco de imaginación", dice Pascual.

"Queremos crear pequeños espacios de proximidad que puedan servir para cumplir con las necesidades del barrio", dice Marisol Mena, directora general de Intervención en el Paisaje Urbano y Patrimonio Cultural, quien también explica que estas intervenciones se hacen con la mínima inversión (50.000 euros en este caso) y reciclando los materiales y técnicos de los que ya dispone el Ayuntamiento, por ejemplo el vallado del que fue mercado provisional de Barceló, piezas de cantería o las plantas traídas del vivero municipal: palmeras, arizónicas, aligustres, bojs y aromáticas. Es, además, un ejercicio de cooperación y autoorganización ciudadana como se han visto en otros lugares como el cercano Campo de la Cebada, Autobarrios San Cristóbal, Cinema Usera, el Palacio de la Duquesa de Sueca o Esto es una plaza, en Lavapiés. "Es otra forma de pensar y hacer ciudad: no llegan los técnicos municipales con un proyecto y lo hacen, sino que se va construyendo en base a lo que necesita e imagina el vecindario", dice Mena, "también es una forma de repensar qué se hace con el juego y la infancia en la ciudad".

Una forma de trabajar que el Ayuntamiento está en proceso de extender: "Se están haciendo centenares de equipamientos de esta manera participativa, como por ejemplo muchas de las nuevas bibliotecas o parques de próxima reforma o apertura como el del Casino de la Reina o el los Jardines del Arquitecto Ribera; en el solar de Embajadores 18 están jugando provisionalmente el equipo de los Dragones de Lavapiés", explica Jorge García Castaño, concejal del distrito centro.

Las iniciativas vecinales y participativas tienen cierta historia en la ciudad, muchas veces impulsadas por colectivos e instituciones como Zuloark, Basurama, Todo por la praxis, Intermediae, MediaLab, la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos (Fravm) y un largo etcétera. Prueba de ello fue la publicación en 2015 del mapa Los Madriles, un atlas que recogía la actividad de los colectivos vecinales más activos por toda la geografía capitalina y que sumaba cerca de un centenar de espacios cruzando los puntos cardinales, de Fuencarral a San Cristóbal, de Moncloa a Vicálvaro. Centros sociales, huertos urbanos, radios comunitarias, oficinas de apoyo mutuo o bancos de alimentos se encuentran entre las iniciativas.

"El desarrollo de espacios como el Campo de la Cebada tiene que ver con la crisis, pero también con un proceso mucho más largo de formación de colectivos y sensibilidades, más allá del 15M, similar al proceso que se vivió en Berlín en los noventa u otros lugares de Italia o Austria. Aunque cada uno de estos espacios es diferente de los demás", opina el investigador Jorge Martín Sainz de los Terreros que realiza una tesis sobre este espacio en la Bartlett School of Planning del University College of London. "Una cosa buena de la crisis es que ha dejado muchos solares vacíos lo que, paradójicamente, invita al juego, a la creatividad y a la participación ciudadana", dice Alberto Nanclares, del colectivo Basurama, que ha intervenido en lugares de la ciudad como San Cristóbal de los Ángeles o el PAU de Vallecas (donde plantaron 7.000 con los vecinos girasoles para adecentar la Gran Vía del Sureste, un bulevar abandonado). En Cinema Usera, el colectivo Todo por la Praxis junto con otros agentes del barrio crearon un animado cine de verano con una amplia programación cultural. Esto es una plaza, el huerto urbano en un solar de Lavapiés, ya está bien consolidado como un equipamiento que utilizan multitud de vecinos de manera habitual.

Tal vez iniciativas como estas sean una forma, no de frenar, pero al menos de paliar algunas de las consecuencias de los agresivos procesos de gentrificación y turistificación que vive el distrito centro, es decir, la progresiva conversión de las calles en espacios dedicados al comercio multinacional, la especulación inmobiliaria o el negocio turístico hipertrofiado. "Hemos tomado una firme decisión, que se va a hacer notoria en los próximos meses: todos los espacios vacíos del centro serán equipamientos de barrio, no vamos en generar en suelo público, ni con dinero público, más atractores culturales y turísticos, esos habrá que situarlos en otras partes de la ciudad", concluye el concejal, "además vamos a arreglar todas la zonas verdes del distrito buscando una cualificación del uso residencial. Eso sí, quedan cuestiones mucho más difíciles, como la regulación de los apartamentos turísticos".

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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