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Adiós a los taquilleros del metro

Desde el 1 de abril quien quiera sacar un billete en el suburbano de Madrid tendrá que tratar con una máquina, no con una persona

Pablo León
Una mujer adquiere un tique en el Metro.
Una mujer adquiere un tique en el Metro.Jaime Villanueva

El pasado 1 de abril Metro de Madrid eliminó para siempre la figura de los taquilleros. Con cierto aire nostálgico, la noticia saltó a los medios: aparecieron informaciones hablando sobre la desaparición de esta figura y describiendo a los trabajadores como supervivientes. En realidad, los taquilleros empezaron a desaparecer hace más de una década, en 2003. Ese año se hizo el primer anuncio de que, en algunas estaciones, los billetes solo se podrían adquirir a través de máquinas expendedoras. Ya se habló de la extinción de una profesión; de un servicio. La reducción continuó y antes de que se anunciara la desaparición definitiva solo quedaban 92 estaciones con taquilleros; en el resto (209) ya había “supervisores comerciales”, como define la empresa a la nueva figura que atenderá en las estaciones a los viajeros (o a los clientes, como la empresa pública llama ahora a sus usuarios).

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El hecho es que desde hace unos días cualquier persona que quiera sacar un billete o un abono en el metro de Madrid tendrá que tratar con una máquina, no con una persona. Y eso forma parte de un proceso inevitable que va mucho más allá del transporte público: en cines, aeropuertos y teatros los usuarios tienen cada vez más contacto con máquinas y menos con humanos. Y eso es sólo el principio: en unas cuantas ciudades del mundo —entre ellas Helsinki, Lausana, Zhengzhou o Trikala, en el norte de Grecia— circulan autobuses sin conductor. Es verdad que van despacio y que, todavía, no se mezclan con el tráfico ya que circulan por carriles especiales; pero está claro que el mundo camina en ese sentido, que la creciente robotización —aunque las máquinas expendedoras del metro no sean robots— no afecta solo a la industria. En París, por ejemplo, varias líneas de metro no disponen de conductores.

Aunque el cambio no ha implicado despidos —Metro ha informado que va a contratar a más personal para desempeñar la función de los supervisores— algunos usuarios lamentan que una máquina no solo va a realizar el trabajo de una persona, sino que incluso va a sustituirla. A pesar de que la noche anterior algunos se despidieron de su taquilla brindando con champán, “y con mucha pena”, el día 1 de abril cierta tristeza planeaba sobre los vestíbulos que clausuraron las taquillas. Naturalmente, había algo de nostalgia. Se trata en cualquier caso es un claro aviso del mundo al que nos dirigimos. Muchos trabajos que estaban muy relacionados con las personas están ahora en manos de máquinas.

La vida en el metro de Madrid ha seguido igual y los antiguos taquilleros están ahora en las estaciones ayudando a los viajeros. Al bajar las escaleras y mirar de soslayo a la taquilla vacía, cierta nostalgia invade al viajero. Un cartel digital informa de que quedan dos minutos para que llegue el tren. Hay que pasar el billete por el torno: 120 segundos no es mucho tiempo para bajar la escalera y llegar al vagón. No hay que perder el tren.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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