Desprotección y meritocracia
El trabajo ya no funciona como la palanca básica que permite subsistir e integrarse en los mecanismos de protección esenciales como sanidad, pensiones y subsidio de desempleo
Aumenta no solo el sentimiento de desprotección de mucha gente frente al conjunto de transformaciones que nos afectan (continuidad y concepción del trabajo, futuro de las pensiones, erosión de las condiciones vitales, salarios por debajo de subsistencia) sino que también las evidencias muestran que la desigualdad aumenta, como aumenta el número de personas que van quedando atrapadas en situaciones graves de carencia y exclusión. Constatamos que no son suficientes los mecanismos compensatorios y redistributivos con que contábamos. Por varias razones. Una clara es el hecho que el trabajo ya no funciona como la palanca básica que permite subsistir e integrarse en los mecanismos de protección esenciales (sanidad, pensiones, subsidio desempleo). Sin trabajo la integración resulta muy complicada y vas quedando fuera, y poco a poco la única salida que te va quedando son los dispositivos de la caridad y la beneficencia.
Pero, además, la influencia del pensamiento neoliberal, acabó impactando también en la configuración de las políticas sociales, sobre todo a través de las reformas impulsadas por la Nueva Gestión Pública en los ochenta, al tratar de combinar la reducción de la presión impositiva sobre los más ricos, con el énfasis eficientista que buscaba conseguir más resultados con menos recursos. Así fueron circulando por toda Europa las recetas propias de esa lógica: externalización de servicios, vouchers o cheques que permitían escoger proveedor a los clientes-ciudadanos, mecanismos de opting out que posibilitaban la exención de impuestos si disponías de servicios privados de educación o sanidad y otras medidas que buscaban generar competencia en el sector público y reducir el gasto. Funcionaran o no, lo que si dejaron estas medidas fue el rastro meritocrático que pretendía vincular acceso a servicios con esfuerzo personal y compromiso de responsabilidad de los beneficiarios. Como afirmó la propia Thatcher, la principal herencia de su mandato fue la continuidad con que el New Labour de Tony Blair, y con él buena parte de la socialdemocracia europea, siguió esa misma deriva.
Lo que sucede ahora es que los efectos segregadores de esa aproximación se han incrementado por la dificultad de seguir disponiendo de las capacidades de protección generalizada. Las clases medias que en buena parte apoyaron ese giro de mayor exigencia de responsabilidad y esfuerzo a los beneficiarios de las ayudas públicas, han redoblado sus prevenciones ya que son ellos mismos los que ven en peligro sus posiciones. Nada parece imaginar que podamos volver a las situaciones previas a la crisis del 2007. Al contrario, el cambio tecnológico hará aumentar el número de afectados y reforzarán la competencia por la protección social desde los aparatos estatales. Y ese es el escenario en el que se desarrollará el ciclo electoral en distintos países europeos y que en buena parte explica las tensiones en que está la Unión Europea.
Dice Nancy Fraser que ya no hay espacio para lo que denomina como “neoliberalismo progresista”. Esa mezcla de protección y meritocracia que atribuye a los Blair-Clinton-Obama (o a “nuestros” González-Zapatero). La financiarización del capitalismo y la desindustrialización generada por la globalización ha reducido mucho los espacios con que contaba el cosmopolitismo elitista, que permitía reconocer de manera mucho más intensa la diversidad sexual, cultural y religiosa, sin desviarse un ápice de las opciones de fondo básicas del neoliberalismo económico. Hoy el tema es la protección básica de todos y es en ese espacio en el que han entrado las respuestas populistas más reaccionarias en lo ideológico, pero atractivas para muchos al entender lo que está en juego.
¿Cómo combinar esa capacidad de protección básica e imprescindible para todos sin las derivas liberal-individualistas de la meritocracia? Los estados siguen acumulando las competencias para afrontar esos retos, pero por sus propias características, tienden a seguir estrategias jerárquicas y patriarcales en su despliegue de arriba a abajo. Solo dando más capacidades a la esfera municipal pueden combinarse capacidad de respuesta, protagonismo ciudadano, reforzamiento de un espacio público no estrictamente institucional y resiliencia social. Las nuevas alianzas entre sectores populares son muy difíciles de reconstruir desde arriba. Ya no estamos ni en 1945 (en Europa), ni en 1979 (en España). Desde la proximidad esa alianza sigue siendo posible. Y desde esa proximidad, desde ese municipalismo, se podrá recuperar una mirada global solidaria de protección no exclusivista.
Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UB.
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