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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La verdad de las mentiras

El Estado propio e independiente que nos explica Santi Vidal es un Estado policial ya desde antes de que llegue a ser una realidad

Lluís Bassets

Santiago Vidal llevaba al menos dos meses difundiendo la buena nueva por pueblos y ciudades. Le acompañaban cargos locales de Esquerra Republicana y de l'Assemblea Nacional de Catalunya, agradecidos por su poder de convicción, que dejaba a los numerosos asistentes satisfechos y esperanzados ante la buena marcha del Procés y la cercanía del objetivo tan anhelado, la segura celebración del referéndum y a continuación la muy probable proclamación de la independencia.

Estas charlas, a un ritmo que podía alcanzar dos por semana, han tenido hasta ahora un impacto muy extraño. Los vídeos se colgaban en las webs de las entidades soberanistas y se viralizaban a través de las redes sociales. Nadie entre quienes le acompañaban vio nada anormal en sus explicaciones sobre las actividades del Gobierno catalán en preparación del referéndum y de la independencia. Las televisiones locales daban la información del caso, e incluso alguna pequeña web nacionalista se hacía eco de las conferencias; pero nada llegaba a los grandes medios de comunicación, escritos y audiovisuales.

Puede que las noticias que difundía el ex juez fueran fabulaciones para darse notoriedad ante un público agradecido, pero algunas de sus expresiones más explícitas deberían haber suscitado inmediatamente la atención e incluso la alarma de las personas más responsables y escrupulosamente demócratas que le acompañaban. Los planes de recopilación de datos y fichas de policías y jueces, o de simples ciudadanos a efectos fiscales, no tan solo vulneran directamente la legalidad, como el propio ex juez reconoce con una sonrisa cómplice, sino que lo hacen en un territorio especialmente delicado como es el de las libertad y los derechos individuales. Resulta que el Estado propio e independiente que nos cuenta Santi Vidal es ya desde antes de existir un Estado policial.

Es decir, si nada de lo que anduvo contando Vidal era cierto, alguien de su entorno debió cortar en seco su ciclo de prédicas independentistas. El silencio cómplice que le ha acompañado es un indicio más de su verosimilitud. Y más todavía cuando ciertos periodistas de abierta militancia independentista han intentado presentar la publicación de la información como resultado de una filtración interesada o incluso de una intoxicación del CNI, especulando incluso con el momento elegido para el lanzamiento de la bomba, cuando tenían las fuentes de la información en abierto a su disposición en las redes desde hacía dos meses. Algunos han llegado en su desvergüenza a descalificar el reportaje sobre los vídeos de Vidal por una supuesta falta de comprobación de las informaciones que contenían, cuando el problema es que la sociedad catalana ha mantenido en una zona de discreta sombra una información muy relevante, que al fin ha salido a la luz por la perspicacia y el criterio de un buen profesional.

Santi Vidal no está solo. Basta con perder unos minutos en las redes sociales para advertir los numerosos apoyos con que cuenta y la incomprensión con que una parte del mundo independentista ha recibido su fulminante destitución. No vale el argumento de su marginalidad. Basta con leer editoriales y columnistas del mundo independentista más subvencionado para darse cuenta de que hay muchos émulos de Vidal, que se hacen los advertidos respecto a los planes secretos e ilegales para el referéndum y para la independencia. Puede que el ex senador haya exagerado e incluso inventado para dar más colorido y verosimilitud a su prédica. Un café con un simple funcionario puede ser uno de los precontactos con la OTAN. Una charla con Pilar Rahola, una segura convención de colaboración con "los servicios secretos de un país no europeo". Pero es difícil desatender a estas presuntas fanfarronadas, cuando son de todos conocidos el sonsonete oficial sobre las rupturas de la legalidad española, la explícita promesa de una ley de transitoriedad que significará una única ruptura de una sola vez, según el jurista que la ha fabricado y, la última, la base de datos fiscales recopilada por Oriol Junqueras, de improbable legalidad debido a las restricciones bien explícitas que contempla la Ley de Protección de Datos.

Las revelaciones del ex juez y las reacciones que ha suscitado indican, en todo caso, que buena parte del mundo independentista ve sin inquietud y con gran normalidad la eventualidad de una ruptura con la legalidad, que afecta además a los derechos y libertades individuales, ya no al final del proceso, sino incluso en la etapa actual de preparación del referéndum. La gravedad del caso viene acrecentada por la precariedad de la mayoría que sustenta al Gobierno de Puigdemont, garantizada por una fuerza antisistema y antieuropea como es la CUP. Tiene toda la razón el editorialista de La Vanguardia de este pasado sábado, al señalar la "enrarecida situación política que vive nuestro país", así como el "clima de fabulación colectiva" con el que el soberanismo pretende sustituir su mayoría a todas luces insuficiente para hacer los pasos que promete hacia la independencia. No son invenciones las de Vidal. Si acaso, la verdad de las mentiras.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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