Una reflexión sobre la memoria da a Tina Vallès el Anagrama en catalán
La ganadora es traductora y correctora de oficio y ha publicado hasta ahora mayormente narrativa breve e infantil
En la dictadura de lo efímero y de lo ligero, recordar no cotiza. Al contrario, suena a lastre, a caduco, a inútil. No tiene ni valor simbólico ni valor, claro, de cambio. Todo eso intuye quizá el jovencito Jan, hijo único que ve cómo sus abuelos se instalan en su casa y empiezan a desfilar ante él un sinfín de historias del pasado, preguntas sin aparente respuesta o directamente respuestas sin mediar pregunta, pero que igual explican el presente. Bajo ese hilo argumental subyace una reflexión sobre los recuerdos, su sentido y la necesidad guardarlos o si es peligroso que se pierdan, andamiaje que sustenta La memòria de l’arbre, obra con la que la escritora Tina Vallès ha obtenido hoy los 6.000 euros del segundo premio Llibres Anagrama de novela en catalán.
Fiel al espíritu fundacional del galardón y a la senda que marcaron el año pasado la elección de Albert Forns como ganador y entonces, excepcionalmente, la finalista, Anna Ballbona, el galardón apuesta de nuevo por consolidar una trayectoria prometedora, como es la de Vallès (Barcelona, 1976), que ha obtenido ya el galardón con la que es su segunda novela. Porque, traductora y correctora de oficio --es miembro fundador de la Associació Professional de Traductors i Intèrprets de Catalunya (APTIC)--, hasta la fecha Vallès se he movido mayormente entre la narrativa breve y la infantil, ámbito éste en el que tiene el grueso de sus libros publicados, media docena. Pero fue con los relatos con los que debutó en las letras, L’aeroplà del Raval (2006), género que ha seguido cultivando con Un altre got d’absenta (2012) i El parèntesi més llarg (2013), con el que logró ya el premio Mercè Rodoreda 2012. Una afición por esa distancia que lleva más allá de la práctica, como editora del portal de cuentos Paper de vidre.
En el fondo, la estructura de La memòria de l’arbre no está tan lejos del relato. "La novela está dividida en 11 capítulos cortos, como relatos, una composición tipo mosaico”, dibuja Vallès, que vindica un género con tradición: “Las grandes novelas catalanas, salvo excepciones, no son muy largas; también está que siempre es difícil ganarse la vida aquí escribiendo y el pluriempleo ayuda al género; eso y el clima, que no invita a hacer novelas, que obligan a encerrarte en casa”, medio bromea Vallès. La historia, sin embargo, la llevaba incubando desde 2013. “Quería explorar las relaciones entre abuelos y nietos; la sensación del primero de que queda poco tiempo y es necesario explicarse, plantearse qué hay que decir”, aclara la autora, que también ha dejado en la historia “cierta reconciliación particular mía y cierto paraíso infantil”, centrado en Vilaverd, de donde proceden los abuelos de la novela, en la Conca de Barberà; ahí la autora también pasó parte de su infancia.
Para ayudarle en el discurso, el abuelo Joan se apoya en los árboles que van viendo con el nieto, en especial con un sauce llorón. “Para el anciano es una herramienta para contar lo que no puede con palabras, del mismo modo que el nieto también le hace ver la vida con menos dramatismo”, dice la autora.
La voz del niño, de 10 años, es la que narra la historia, algo nada nuevo en Vallès, que ya dio la batuta a un joven en Maic (2011), hasta la fecha, su única novela, de la que, como en los relatos, la crítica destacó un dominio lingüístico y del habla popular notables. “La gran dificultad era la contención, controlar la emoción fácil, no caer en el barranco sentimental, un poco como logró Rodoreda”, apunta Vallès. “Esa voz y la estructura es lo más gustó al jurado: transmite un ritmo tranquilo y reposado”, apunta la editora en catalán de Anagrama, Isabel Obiols. La elección de Vallès remarca así la coherencia de un jurado (formado por la propia Obiols, Mita Casacuberta, Guillem Gisbert, Imma Monsó, Sergi Pàmies y el editor Jordi Herralde, ausente por convalecer de una caída), que el año pasado ya apostó por resaltar esa faceta en los galardonados y marcar de este modo una seña de identidad de un galardón que, eso sí, acogió en su estreno 41 originales, frente a los más modestos 18 de esta edición. “No tiene una explicación racional; la cifra del año pasado fue una participación excepcionalmente alta; esperamos estabilizarnos en una treintena”, fija Obiols.
Lo que sí queda claro es la apuesta del sello por la edición en catalán: “Publicamos 13 títulos en 2016 y ahí nos mantendremos, escogiendo bien, apostando por la nueva literatura catalana, la más fresca y rebelde; no hemos tenido ventas espectaculares pero están en el nivel de lo que son las cifras en Cataluña, traducciones incluidas; nos queda aún un trabajo de consolidación del premio; pero la literatura en catalán la presentamos igual y en las mismas partes que los autores castellanos”, deja claro Silvia Sesé, directora editorial de Anagrama. En esa línea, La memoria de l’arbre aparecerá en catalán el 22 de febrero y su traducción castellana, en mayo, en el marco de la Feria del Libro de Madrid.
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