Tocando el cielo desde Horta
Maria del Mar Bonet protagoniza un concierto soberbio que marca el inicio de la celebración de sus 50 años en los escenarios
Como mínimo en el campo de la música la frontera que separa el recuerdo de la nostalgia suele ser una línea muy fina que se atraviesa con excesiva facilidad convirtiendo lo que podían ser buenas sensaciones en pura y enfermiza melancolía.
Maria del Mar Bonet iniciaba la celebración de sus “50 años de escenarios” en el barrio en el que dio sus primeros pasos profesionales primero como ceramista y después como cantante, a pocos metros de su primera casa barcelonesa, en un local, los Lluïsos de Horta, en el que había actuado en diversas ocasiones durante el franquismo y rodeada de amigos, incluyendo algunos que ya estaban a su lado hace medio siglo. Además, había confeccionado un programa muy especial alejándose de la actualidad y centrándose exclusivamente en las canciones que cantaba o compuso durante los años en que vivía en el número 15 de la calle Venecia, las cançons d'Horta, concierto que no está previsto volver a repetir.
Un terreno abonado para pensar que todo tiempo pasado fue mejor y acabar llorando por la juventud perdida. Nada más lejos de la realidad. La mallorquina supo doblegar los malos espíritus (si existieron) desde el primer momento y convirtió sus recuerdos y los de la mayoría de asistentes en un arma cargada de presente y, por supuesto, de futuro.
Fue un concierto soberbio en el que a la sorpresa por el repertorio escogido se unió la fuerza y el profundo y contagioso sentimiento de una Bonet que, a punto de cumplir los setenta (muy bien llevados, por cierto), conserva una magnífica forma vocal, incluso en aquellos temas creados para una voz de veinteañera que rebosaba euforia y energía. Con el discreto y, tal vez por ello, sumamente eficaz acompañamiento de cuatro músicos la cantante repasó esas primeras canciones rebosando todavía euforia y energía e incluyó un recuerdo para Ovidi Montllor cantando a dúo con Borja Penalba su inolvidable Homenatge a Teresa.
Comenzó en solitario con algunas melodías de trabajo menorquinas y prosiguió, ya en grupo, con un puñado de canciones que desde hace décadas no suelen aparecer en sus conciertos. Temas entrañables que sonaron esa noche con una fuerza inusitada, frescos, directos y despojados de cualquier sensiblería. Entre ellos: Aigo, Me n’aniré de casa, Cançó de Na Rauxa-mantells, No voldria res més ara, Jo em donaria a qui em volgués, Em dius que el nostre amor, Mercè, Dona’m sa mà, Petita estança y, por supuesto Què volen aquesta gent?
Una panoplia de sensaciones y sentimientos de alto voltaje que se completó en la tanda de bises con El noi de la mare, El cant de la Sibil-la, una jota marinera palmeada por todos los presentes y una Balenguera cantada en medio del público entre abrazos y fotografías de recuerdo.
Maria del Mar Bonet no pudo empezar mejor las celebraciones de su medio siglo profesional: desde Horta tocó el cielo.
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