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Historias y chascarrillos en Sidecar

La sala de conciertos, activa desde 1982, ofrece los carteles de sus conciertos en la web

Cartel del concierto de Sergio Makaroff de 2004 en la sala Sidecar
Cartel del concierto de Sergio Makaroff de 2004 en la sala Sidecar

Es sabido que la música despierta los recuerdos más sepultados en la memoria, incluso de los más severos enfermos de alzhéimer. Personas en estado vegetativo sonríen y son capaces de recordar lejanos pasajes de su vida cuando escuchan la música que los evoca. Misterios del cerebro, bendiciones de la música. La sala Sidecar comenzó a construir recuerdos en 1982, en la Plaza Real, y este lunes alcanza sus 5.000 conciertos con la actuación estelar de Nick Lowe. Siendo una noticia excelente, lo mejor es que la sala pone a disposición de los aficionados buena parte de los carteles de esos 5.000 conciertos, que el público puede imprimirse en formato bolsillo o solicitar de la sala una copia tamaño póster. Quien lo desee ya no necesitará apurar su memoria para recordar sus pequeñas historias entorno a un concierto.

Pero el personal de Sidecar tiene memoria. Roberto, Fátima, Wooki, Juan y los recuerdos y el archivo del recientemente desaparecido Quim, aquel que murió viviendo, son una fuente de evocaciones y anécdotas que darían para un libro que meditan escribir algún día. Y las hay de todo tipo, recuerdos estrictamente musicales al margen. ¿Alguien se imagina a una batería caminando desnuda por la sala porque en su ducha no había jabón? Pues ocurrió. Era la batería de Erocktica, de casta le viene al galgo, que tal y como nació cruzó la sala para arrancar la jabonera de los lavabos masculinos. Hablando de piel, el equipo de Sidecar expone: “nos llama un cliente habitual y nos dice que si puede venir con unas amigas. Eran diez actrices porno que salían de un rodaje con las ropas de faena. Nadie ha podido recordar de qué bolo se trataba, pero las descripciones anatómicas de las actrices se evocan detalladamente pese al tiempo que ha pasado”. Y siguiendo con sexo: ¿alguien cree que es propio sólo del rock and roll? Ingenuos. Se sabe que las folclóricas no son precisamente unas pacatas, y cuando se desclasifiquen sus recuerdos se detallará con esmero, pero en Sidecar se rememora a un cantante gitano fallecido hace dos años: “le contratamos con sus dos coristas para una verbena de Sant Joan. Cuando acabó el bolo entran Quim y Gabi en el camerino para hacer números. Se encuentran al artista con los pantalones en los tobillos y a las dos coristas afinándole el instrumento. Habían pasado 5 minutos del fin del concierto”.

Cartel del concierto en Sidecar del grupo Le Petit Ramon.
Cartel del concierto en Sidecar del grupo Le Petit Ramon.

Pero al menos aquel gitano se comportó como un caballero, recuerdan en Sidecar. Otros no tanto, caso de Pete Doherty: “nos hizo colar una groupie por la salida de emergencias mientras su novia estaba esperando en el camerino. Nos pasamos toda la noche evitando un mal encuentro” Otros artistas no han sabido qué hacer con sus chicas. Caso de Sky Saxon, cantante de The Seeds: “después de un gran concierto acabó en unas condiciones bastante lamentables. Dos groupies lo acompañaron al hotel, una debajo de cada brazo. Después de tres horas volvieron. No encontraban el hotel. Le habíamos reservado habitación en el Roma Reial, a 40 metros de la sala, en la misma Plaza Real”. Pero conste que el sexo no esquiva ni a los alcaldes: “Jordi Hereu vino una noche y una chica le regaló un tanga. Él le dio las gracias y le dijo: en cuanto llegue a casa me lo pruebo”. Otros mandatarios municipales no tienen tanta suerte. Ada Colau está en la diana de muchos. Ejemplo: “la alcaldesa vino hace poco y al día siguiente se corrió la voz por la plaza de que estando la alcaldesa la Urbana había hecho una redada. Era falso”.

Y hay más, mucho más, treinta y cuatro años dan para mucho. Para ver a Santiago Auserón época Radio Futura de espaldas a todo el mundo en la barra sin que nadie percibiese su presencia, lo que no ocurrió con Scarlett Johanson, “nadie se acuerda del grupo que actuó esa noche” o Elijah Wood “sólo decía yo no soy yo”. Los años dan también para fiestas de famosos desportillados por el alcohol y que Morfi Grey, cantante de La Banda Trapera del Río y rockero de tronío se dejase arrastrar por la sinceridad y preguntase a los trabajadores de Sidecar “¿de aquí me habéis echado alguna vez?”. También para que bandas luego famosas como The National o Delafé cosechasen sonoros pinchazos que ayudarían a quien los vio en un Sidecar semivacío a construir el típico relato “aquel concierto sí que valió la pena, luego decayeron”. Pero lo mejor queda para el final. Uno. Sidecar es un sótano tan blindado que los móviles no tienen cobertura, siendo allí como mucho, cámara de fotos. Dos, David Johansen, de The New York Dolls, entró en la sala abarrotada y dijo “es igual que el CBGB, Sidecar es un infierno, ¡me gusta!”. La música es también todo lo que la rodea.

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