Curioso con apetito
El escritor disfruta en terrazas, se sorprende en una sala de magia y es adepto de la cocina gallega
1. Airiños do Miño. Su cocina es arte. Porque la vida es más vida con homenajes gallegos. Sé que estoy recomendando algo bueno porque he pasado más tiempo en esta taberna que en la universidad. Nunca en toda mi vida me he sentido más a gusto que en este sitio salvo en casa de mis padres y en la cama con mi mujer. ¡Qué bien comes! ¡Cuánto afecto hay en la gente que trabaja allí! (Ponciano, 4).
2. Sala Houdini Madrid. Me gusta sobre todo los jueves para poder disfrutar del maestre Jaque; su magia hace que te suba la adrenalina. Jaque es uno de los mejores magos del mundo, un artista de lujo. Hace lo imposible al lado tuyo, pero ¡al ladico mismo! Además, tiene un sentido del humor irresistible. Sales de su espectáculo con agujetas en el estómago de la risa. También con el alma limpia del asombro. Uno de los proyectos más bonitos que tengo es escribir su biografía. Nuestras agendas lo están poniendo difícil pero lo conseguiremos. (García Luna, 13).
3. Librería Ábaco. Aquí puedes convertir 20 euros en oro. He encontrado rarezas literarias que son verdaderos tesoros. Uno puede pasar horas a la deriva entre sus estrechos pasillos, sus estanterías y todos sus volúmenes. (General Álvarez de Castro, 3).
4. Museo de Ciencias Naturales. Un lugar mágico en el que no dejas de ser niño nunca. Siempre hay algo interesante que descubrir. Parafraseando a Gregorio Marañón: “Amo la naturaleza porque la conozco”. (Calle de José Gutiérrez Abascal, 2)
5. La Escalera. Para abandonar la sobriedad con elegancia después de un día duro. Ser atendido por Flor es un regalo de los dioses y todos los camareros son la caña. Cuando no hace frío, en la terracita ves pasar a la gente, escuchas sus conversaciones unos segundos y con efecto Doppler. Me ayuda a saber que casi todos tenemos los mismos sueños y los mismos miedos. Allí bebes y tapeas. Soy de Granada —allí nací y allí moriré— así que cuando hablo de tapas, hablo de tapas. (Diego de León, 44)
6. Planetario de Madrid. Suelo llevar a mis hijos al planetario porque en el cielo de Madrid no se pueden ver las estrellas. Me fascina la capacidad didáctica de los astrónomos, fruto de Carl Sagan y de su serie Cosmos. (Parque Tierno Galván)
7. Restaurante Baravaca. La carnes es el principal motivo para acudir, pero el sumiller —José María Velasco, un enólogo de categoría— te hace pegarte un homenaje de vinos impresionante. Siempre te sorprende con el caldo perfecto. Además, no es muy caro. (Blanca de Castilla, 5)
8. Teatro Amaya. Fui acomodador cuando este lugar era un cine. Allí vi Star Wars [la primera entrega, el episodio I]. El teatro está muy bien gestionado. Lo que ofrece es casi siempre apetecible; una oferta heterogénea que complace a todos los públicos. (General Martinez Campos, 9)
9. Las Ventas. Fui el alumno 514 de la escuela de tauromaquia de Madrid. Lo dejé porque me faltaba arte, valor y técnica. A veces necesito gritar olé. Hay dos extravagancias que haré si la literatura me lo permite: comprar un castillo en Escocia y tener una ganadería. (Alcalá, 237)
10. Plaza de Ramales. Para empezar las tertulias con mi querido y admirado amigo Juan Barranco. Damos paseos por esa zona, charlando, debatiendo y buscando soluciones para este mundo tan caótico.
De abogado a escritor
José María Espinar (Granada, 1974) es Licenciado en Derecho y escritor, además de profesor universitario. En octubre ganó con su novela El peso del alma (Editorial Edaf) la XX edición del Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe.
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