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Los trabajadores sociales piden a los vecinos que no ayuden a los niños de la cola

Entre 15 y 25 menores tutelados por la Generalitat duermen en las plazas de Barcelona inhalan pegamento

Alfonso L. Congostrina
Jóvenes que viven debajo de los puentes de la Estació del Nord en Barcelona.
Jóvenes que viven debajo de los puentes de la Estació del Nord en Barcelona.Carles Ribas

“El número de menores que causan problemas por consumir cola en la vía pública en la ciudad es de entre 15 y 25”. Así de contundente se manifestó el pasado miércoles un trabajador social del Ayuntamiento de Barcelona en una reunión con los vecinos y asociaciones del barrio de Fort Pienc. Hace un año saltaron todas las alarmas cuando detectaron a unos jóvenes en el Pou de la Figuera consumiendo cola. “Los vecinos se comparecieron, les dieron bocadillos y les mimaron lo que causó un efecto negativo. Estaban cuidados y no regresaban al centro de menores”, informaba el trabajador del Consistorio. “Si alguien ve a algún menor consumiendo cola debe ponerse en contacto con el 112 y que los cuerpos de seguridad se encarguen de la situación y traslade a los menores”.

Los vecinos de Fort Pienc llevaban semanas comprobando como algunos jóvenes se habían instalado en los jardines de Lina Odena y en el parque de la estación del Nord. Dormitan, malviven y consumen cola sin importarles la presencia ni de adultos, ni de niños en las zonas lúdicas. Tras llamar, en varias ocasiones, a la Guardia Urbana y los Mossos se creó un malestar en el barrio que los técnicos del distrito intentaron cortar de raíz el pasado miércoles convocando una reunión para acabar de definir el problema con el que se enfrenta Barcelona. 

El fenómeno de los jóvenes adictos a la cola no es nuevo, comenzó en 1999. Entonces, varios niños procedentes de Marruecos llegaron a Barcelona. Habían cruzado el Estrecho en patera y, llegado a la capital catalana en camiones y autocares. Se asentaron en la plaza de Cataluña causando gran alarma social. Desde 1999 han llegado a Barcelona, según Marina (una técnico del área de derechos sociales del Ayuntamiento) varias oleadas de jóvenes con las mismas problemáticas. “Hace un año y medio llegó a la ciudad el último grupo de menores que vivían en las calles en Marruecos y que ya consumían cola allí. Han llegado a Barcelona y lo que están haciendo es reproducir las mismas conductas y dinámicas de consumo que realizaban en su país”, informaba a las entidades vecinales. “En Brasil sufren los niños de la calle, en Moscú los niños del metro y nosotros en Barcelona tenemos los menores que consumen cola”, sentenció un trabajador social ante los vecinos.

El Ayuntamiento y la Generalitat aseguran que cuando estos menores llegan a Barcelona, y se les detecta, se les ingresa en diferentes centros de acogida de régimen abierto. Estos niños tienen actividades diferentes pero, en algunas ocasiones, continúan con unas adicciones que ya sufrían en sus países de origen. “La cola es muy barata y su consumo les evita tener la sensación de frío, de calor y de hambre. Ellos creen que les ayuda a sobrevivir cuando en realidad tiene unos efectos devastadores sobre su organismo”, informaba uno de los trabajadores sociales.

Aún así, los empleados municipales son conscientes de que los menores, cuando se les asigna un centro en el que vivir, tienen un impacto en la zona. Algunos crean polos de atracción hacia otros, lo que se traduce en ocasiones en problemas para los vecinos en las plazas de los diferentes barrios de Barcelona. “Los menores se van moviendo por la ciudad, no se evaporan”, añadió.

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