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Mario Gas, pistolero de ideas

El actor interpreta en el Teatre Romea junto a Rosa Renom ‘El filósofo declara’, un western intelectual escrito por Juan Villoro

Los actores protagonistas del montajes, en una foto promocional.
Los actores protagonistas del montajes, en una foto promocional. David Ruano

El escritor Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) creció rodeado de filósofos. Su padre, Juan Villoro, uno de los intelectuales más reconocidos de su país, invitaba a casa constantemente a colegas de profesión. Lo hacía porque más allá de este campo no conservaba muchos amigos, recuerda su hijo. “Mi padre era muy cordial, pero no muy sociable. Así que de pequeño casi todos los adultos que conocí eran filósofos registrando excentricidades”, explica el escritor. A Villoro le interesó siempre el cortocircuito que une la mente y la emoción, “el idiotismo de la inteligencia”, añade, el motivo por el que hombres muy brillantes se vuelven torpes en el cuerpo a cuerpo, en el mundo exterior alejado de sus anaqueles y sus libros. Muchas de estas sensaciones recorren su obra El filósofo declara, que se estrena hoy en el Teatre Romea.

El montaje pone a dos intelectuales frente al espejo, con su ternura y sus miserias, y aborda la relación de dos grandes amigos, aunque rivales, que han llevado vidas antagónicas: Un personaje llamado Profesor (Mario Gas), vive en un estado de introspección, entregado a su mente, en una casa que en realidad es un búnker para resguardarse de lo mundano. Se desplaza en silla de ruedas, se relaja incordiando y se irrita pensando. “La obra no importa, no en este país. Importa lo que un cretino babea en televisión”, asegura el Profesor. En cambio, Pato Bermúdez (Ricardo Moya), un filósofo mediocre, se dio pronto cuenta de sus dotes de seductor y se lanzó años atrás a perseguir toda clase de frivolidades. De puertas afuera, acabó triunfando. Ambos han compartido estudios, desafíos, amores y fatigas, pero su amistad es también enemistad. Y van a encontrarse por última vez para enfrentarse en una suerte de duelo bajo el sol. Por este motivo el director del montaje, Antonio Castro, lo define como un western filosófico. “En lugar de balazos, hay ideas que se convierten en emociones”, relata Castro.

La acción se inicia cuando la esposa del Profesor, interpretada por Rosa Renom, invita a cenar a Bermúdez. Están nerviosos, en casa, esperándole, cuando irrumpe en la estancia una sobrina acabada de aterrizar de la India. “Se adentra en un nido de monstruos”, avanza Renom. También entra en acción el chófer de la familia. Sin embargo, las apariencias se van colapsando porque nada es lo que parece. Tampoco la esposa del profesor, rendida a él. Sobre el escenario, Renom y Gas se dedican frases de alto voltaje sexual. La mujer vive entregada a su marido. “Ha encontrado al amor de su vida y es cuestión de prioridades. Hoy en día tenemos en la cabeza la idea de mujer liberada. Pero mi personaje ha escogido otra cosa y es feliz. Aunque lo pudiera parecer, no es sumisa. Me parece envidiable que haya gente así”, declara Renom.

Ambos actores vuelven a trabajar juntos tras Muerte de un viajante de Arthur Miller. “Teníamos muchas ganas de coincidir. Es una obra ideal porque son personajes con muchos resortes, poliédricos. No sé si es por la silla de ruedas, por la complejidad del personaje o por la vertiginosidad del desarrollo, pero cuando terminamos de hacer un pase quedo agotado física y mentalmente”, afirma Gas, quien ha tenido que aprender a moverse presuntamente impedido sobre el escenario.

Éxito en México

El filósofo declara bascula entre la comedia, la tragedia y la sátira. Se estrenó en 2010 en México, donde cosechó un gran éxito. Tras representarse en Argentina, Israel y Brasil, el montaje recalará en el Teatre Romea hasta el 11 de diciembre. Después previsiblemente iniciarán una gira por España. Tanto Villoro como Castro avisan, sin embargo, al espectador: Pese a las apariencias, no es una obra sobre filosofía porque lo que les ocurre a los dos compañeros de fatigas pasa en todos los ámbitos de la sociedad. “Hay mucha gente que se encierra dentro de un castillo interior. Son conductas que encierran derrotas, abrigos para no enseñarse, aunque luego sea alguien que reparta zarpazos. El Profesor pasa como un coche de gran cilindrada, en dos segundos, del grito al refunfuño”, indica Gas. “Un carpintero puede ser extraordinario pero terminar alejándose del mundo. Y puede haber otro carpintero no tan bueno, pero que es un gran vendedor y muy simpático y entonces logra colocar siempre sus muebles”, reflexiona Gas. Al fin y al cabo, la imbecilidad es independiente de la profesión, y ni los intelectuales se escapan de caer en ella.

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