Las ruidosas campanas de la discordia en Móstoles
El párroco de la iglesia sancionada por superar los decibelios en Móstoles tacha la decisión de "ideológica"
El párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Móstoles, Ignacio Torres, se muestra “sorprendido” y a la espera de recibir la sanción de 16.000 euros por el exceso de ruido de las campanas del templo. “Es una cuestión ideológica, no de contaminación acústica”, denuncia. El concejal de Urbanismo, Eduardo Gutierrez, sostiene que en Móstoles “no existen los privilegios para nadie” y que las otras dos iglesias investigadas también superan el nivel máximo de ruido permitido, que está en 55 decibelios
Doce campanadas desde lo alto de la iglesia más antigua de Móstoles invitan a los católicos a orar cada mediodía. Un sonido tradicional en muchos municipios de España. “Es algo cultural, que forma parte de paisaje urbanístico”, cuenta Ignacio Torres, párroco de Nuestra Señora de la Asunción, una parroquia del siglo XII situada en la plaza de Ernesto Peces, en pleno centro de la localidad. Varios edificios de ladrillo visto rodean la iglesia.
“Es el Ayuntamiento el que tendría que asignarnos 16.000 euros para arreglar y restaurar la cubierta y los arcos del templo”, reclama, socarrón, el cura. “Mi trabajo es atender a la catequesis, a Cáritas y a los feligreses, no a cuestiones políticas”, explica. “No nos ha llegado ninguna notificación y no se cómo vamos a pagar la multa”.
En la parroquia trabajan cuatro sacerdotes, una secretaria y varios voluntarios. Su presupuesto es de unos 115.000 euros anuales: 25.000 euros destinados a Cáritas y 90.000 para la gestión y administración del templo y el personal.
“Ha sido una sorpresa, nos hemos enterado, por los medios”. Al cura le gustaría que el Consistorio fuera dialogante y hablara con la iglesia antes de sancionarles. “No conozco la normativa”, aclara el párroco, “pero si todos nos atenemos a los 55 decibelios, tendré que denunciar al vehículo de limpieza que pasa por las mañanas frente a la iglesia y supera ampliamente esa cifra”, concluye.
Por su parte, Eduardo Gutiérrez, concejal de Urbanismo de Móstoles y portavoz de IU-LVCM, aclara que no es una cuestión ideológica, sino un tema de protección medioambiental. “Se hace con bares, locales e incluso viviendas”, explica, y en la localidad “no existen los privilegios para nadie”. Sobre la imposibilidad de hacer frente a la sanción, Gutiérrez afirma que desconoce la administración interna de la Iglesia católica. “Se está procediendo igual que con cualquier denuncia sobre exceso de ruido”.
El concejal explica que le han parado por la calle para quejarse del tañido de las campanas. Las denuncias llegaron al Consistorio por vía telefónica, aunque ha habido gente que no ha denunciado “porque les da miedo la reacción de la Iglesia y los vecinos”. Para el edil, la solución está clara: “Tendrán que modificar las campanas para regular el estruendo”, concluye.
Sonia Sánchez, de 40 años, es una de las vecinas que vive junto al templo y reclama que regulen el volumen y el número campanadas: “Parece que tienes la campana en el techo de tu casa”. Sánchez no está en contra de las campanadas, pero reclama que se toquen a un nivel más bajo. Ana María Cánovas, de 74 años, dice que el sonido forma parte del pueblo y que no le molesta para nada. “Es bárbaro que les hayan sancionado, creo que no es para tanto”, afirma.
Las otras dos iglesias investigadas en Móstoles y que el concejal confirma que superan los niveles máximos de decibelios permitidos son la de San Juan de Ávila y San José Obrero. Antonio Izquierdo, párroco de la segunda, reclama que el Ayuntamiento sea más dialogante y no sancione sin buscar una solución consensuada. El sacerdote de San Juan de Ávila no ha querido hacer declaraciones.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.