Pasaje hacia el éxito
La Real Filharmonía de Galicia inaugura temporada con el estreno de la mayor obra de Fernando Buide
El ambiente a la entrada del Auditorio de Galicia era el pasado jueves el de las grandes ocasiones. Abundaban las expresiones de satisfacción por el reencuentro y la Real Filharmonía de Galicia (RFG) obsequió a quienes recogían el abono con un estuche que, entre otras cosas, contenía el programa general de la temporada y una colección de fotografías conmemorativas del XX aniversario de la orquesta.
Desde su nombramiento como director titular y artístico, Paul Daniel ha imprimido su personal discurso como un sello en la forma de programar y hacer en la orquesta.Un concierto inaugural de temporada tiene que distinguirse de otro cualquiera; de alguna manera, debería marcar el carácter, la línea a seguir durante esta. Y nada mejor para ello que el estreno absoluto de una obra escrita por encargo de la propia orquesta.
Fernando Buide (Santiago de Compostela, 1980) es uno de los compositores gallegos de mayor proyección de futuro. La propia RFG estrenó su obra Mar ao Norde hace dos años. Por aquellos días, la Orquesta Sinfónica de Galicia hacía el estreno absoluto de Fragmentos del Satiricón, obra por la que fue ganador del VII Premio de Composición AEOS-Fundación BBVA , que fue estrenada lo largo de dos temporadas por la mayoría de las orquestas profesionales de España.
La estrenada el jueves 13 -Pasaxes, para soprano y orquesta- es la mayor obra de su catálogo y no solo en cuanto a su extensión (unos 20 o 25 minutos) o por los efectivos orquestales requeridos para su ejecución sino, sobre todo, por su ambición estética. Buen lector de poesía en varios idiomas, la composición de buena parte de la obra de Buide, también la puramente instrumental, está generada en su origen por un impulso poético.
Pasaxes se basa en dos poemas: unos pasajes de Celebración, poemario de Gonzalo Hermo por el que este obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven en 2015 (primero otorgado a una obra en gallego), y Will you come?, de Thomas Edwards. El inicio de la obra tiene un carácter fragmentario, un poco en la línea de Fragmentos del Satiricón. Pero igual que según Heráclito nunca te bañas en el mismo río, con Buide nunca escuchas la misma música.
Porque el compostelano -en busca de un lenguaje propio que cada vez se va consolidando más- busca siempre algo que vaya más allá de lo anteriormente compuesto. Su conocimiento de las características de la orquesta, le hace evitar inútiles dificultades de ejecución que podrían impedir una versión idónea de su música. Por otra parte, su obra tiene la solidez que le proporciona una compleja estructura rítmica y tímbrica pero resulta perfectamente asimilable para cualquier oído algo educado en una escucha atenta, más allá del mero “oír música”.
Esto es debido, sin duda, a la implicación emocional que el autor logra de su auditorio; y lo hace con su juego de dinámicas y timbres pero también a través de una melodía que impresiona a quien la escucha. Bien por el desgarro de los grandes saltos interválicos, bien por la cantidad de pequeños detalles de los que está llena; una característica de Buide, que como siempre dijimos, llena su obra de pequeñas verdades “de panadería”: sencillas, horneadas poco a poco y hechas con cariño.
Isabella Gaudí tiene un timbre muy limpio y bien esmaltado y hace gala de una técnica vocal impecable, con la que superó brillantemente las dificultades vocales que encierra Pasaxes, que no se adivinan fácilmente con la mera lectura de la partitura. Los antedichos saltos interválicos fueron salvados con perfecta afinación y con los apoyos de voz necesariamente cambiantes desde un registro grave suficientemente lleno –con chicha, como dirían los viejos aficionados a la lírica- a unos agudos llenos de brillo.
Se pudo comprobar su gran musicalidad en la contrastada escritura de Buide desde las tensiones que acumula el poema de Hermo, que el autor hace estallar en un clímax vocal y orquestal, hasta esa especie de misterioso caminar sobre las aguas que la soprano catalana logra sobre los pulsos de las cuerdas al inicio del de Edwards.
El interludio orquestal es perfecto puente –unha pasaxe, en definitiva- entre ambos poemas. Y en la realización sonora de la partitura de Buide, entre ese estallido final del de Hermo y esa calma inicial del de Edwards. Y el pulso de las cuerdas bien podría representar el del corazón de la cantante, calmado tras el necesario reposo que esta necesita después del gran esfuerzo físico y emocional de la primera parte de la obra.
Gaudí ya había triunfado en el Teatre Nacional de Catalunya, en L’eclipsi, de Alberto García Desmestres, y fue Julieta en la ópera El público, de Mauricio Sotelo, sobre la obra de García Lorca, estrenada en el Teatro Real en febrero de 2015. Su intervención en el estreno de Pasaxes refrenda brillantemente estos logros con una gran honradez profesional: constatando algo que no todos los músicos –y menos muchos cantantes- son capaces de valorar: que “todas las plazas son de primera”. Y de primera fue el público de Santiago en su recepción del estreno, recibiéndolo con una larga, cálida y muy merecida ovación.
El resto del programa –sin una conexión muy explícita más allá de los efectivos orquestales necesarios- estuvo compuesto por Spitfire, preludio y fuga, de William Walton, un canto patriótico a la industria militar británica durande la II Guerra Mundial, y la Sinfonía nº 4 de Brahms.
La descriptividad de la primera obra tuvo un acertado reflejo en la versión de Daniel y la RFG. La sinfonía tuvo un comienzo lleno de la necesaria intensidad lírica del inicio del primer movimiento, con una idónea diferenciación de líneas y planos. Los tiempos centrales manifestaron una menor tensión expresiva, que se recuperó en gran parte en el Allegro energico e passionato – Più allegro final. Fue en cualquier caso un concierto con la brillantez propia de la inauguración de una temporada.
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