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Amarna Miller: “Si solo rodara porno feminista no pagaría ni media factura”

La actriz porno más famosa de España equipara su trabajo al de un obrero que "coloca ladrillos"

Amarna Miller responde a EL PAÍSVídeo: GIANLUCA BATTISTA
Alfonso L. Congostrina

Marina pasea por el barrio del Raval de Barcelona. Su cabello es insolentemente rojo, dibuja una sonrisa constante y clava sus ojos azules a fuego sobre el interlocutor. Esconde su nombre bajo un pseudónimo inspirado en sus preferencias culturales. Marina se hace llamar Amarna Miller y no esconde su profesión: “Soy actriz porno”.

Miller es la protagonista del polémico video de la agencia Vimema con el que se promociona el Salón Erótico de Barcelona Apricots que se celebra en Barcelona desde el jueves y hasta el domingo. El spot y el discurso de Miller han enamorado a los medios porque el personaje inventado por Marina rompe con el estereotipo de profesional del sexo audiovisual. Sabe que hoy, con 26 años, es la actriz porno española más famosa del momento y está dispuesta a hacer tambalear los cimientos de las consciencias patrias. Su ideología es clara: “Soy de Podemos y me molesta que la gente siga votando a los partidos corruptos de siempre”. Habla tres veces más rápido que el discurso medio y con la comodidad del que sabe que tiene que trasmitir un mensaje. “No es que España sea un país reprimido, es que el mundo es un país reprimido”, sonríe.

Marina, y Miller por defecto, no solo es actriz de cine para adultos, también es feminista. “Mi profesión no tiene que ver con mi ideología. Las mujeres llevamos siglos oprimidas, se nos ha dicho cómo tenemos que amar y de qué manera tenemos que follar. Hoy, por primera vez tenemos la posibilidad de hacernos dueñas de nuestra sexualidad”. Reconoce que la pornografía convencional está hecha “por y para hombres. Me encantaría rodar únicamente porno feminista pero no me llegaría ni para pagar media factura a final de mes. Yo, hago como todos, vendo mi fuerza de trabajo como lo hace un obrero cuando levanta una pared de ladrillo”. El porno al que le gustaría dedicarse Miller es lo que denomina feminista o ético en el que “los actores y actrices son tratados en igualdad de condiciones, se debe valorar su trabajo, sentirse cómodos en su participación en la escena, tiene que estar dentro de un marco legal que regule su trabajo y las prácticas que realizar deben ser seguras y consensuadas”, reproduce de memoria Amarna.

Defiende que el porno no es sórdido y cree que “necesitamos más voces que defiendan que nuestro trabajo es tan digno como otro cualquiera. Hay que regular el trabajo y echar los paternalismos”.

“Siempre he sido una persona muy sexual y con la líbido muy alta. Hacer algo relacionado con el sexo siempre había estado en mi cabeza”, asegura que tenía estos pensamientos antes de alcanzar la mayoría de edad. “No es que no tenga miedos, es que los venzo para hacer lo que me pida el cuerpo y no lo que me impone la sociedad”. Nada más cumplir los 18 comenzó a enviar mensajes a productoras españolas. No le convenció nada de lo que le dijeron. Estudió Bellas Artes y descubrió la fotografía. Retrató a sus amigas desnudas, dio un paso más y, entonces, quiso probar. “Creé mi propia productora, rodé, controlé las grabaciones y di el salto delante de las cámaras”. En la cabeza de cualquier interlocutor brota, siempre, una pregunta: “¿Y tú familia?”. Miller derriba la ofensa rápidamente: “Uno no puede vivir soportando los miedos de lo que dirá mi familia, mis futuros empleadores o mi novio… yo vivo según mis propias decisiones”. Aún así, aconseja a cualquier niña que acabe de cumplir los 18 años y quiera seguir con su profesión: “Que lo tenga muy muy claro, que una vez lo tengan claro lo vuelvan a pensar y que sepa que no es camino de rosas. Lo peor de la pornografía es el estigma que conlleva dentro de la sociedad”. Defiende que dedicarse al porno le ha dado “libertad geográfica y de horarios, he descubierto prácticas sexuales y corrientes ideológicas, me permite llevar a cabo fantasías y me da libertad económica”. Pero también está la parte negativa. “Estoy harta de ser la actriz porno que lee a Nietzsche, la que deja bellas artes y se dedica al porno, harta del estigma social, no soy una ninfómana, no me acostaría con cualquiera, tengo más de dos y tres dedos de frente y sé que hay mucho que cambiar en la industria como la creación de un convenio o un sindicato”.

Sabe que hay actrices que han acabado en la pornografía por necesidad “es una opción respetable porque la mayoría de teleoperadoras o camareros trabajan, también, por necesidad”. Defiende que la prostitución es feminista “mi cuerpo es mío y puedo hacer lo que me apetezca. No empatizo con el movimiento abolicionista aunque puedo respetarlo y nadie me va a decir que no sea feminista por no defender la abolición”. “Soy consciente de que mi generación no va a ver la normalización del trabajo sexual”, admite.

Marina se convierte en Amarna Miller en el momento en que se presiona al on de la cámara. No ha dejado de sonreir. Le encanta su vida y asegura: “dejaré el porno sólo cuando deje de hacerme feliz”.

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