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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El arzobispo Omella, contra la reforma del papa Francisco

Las actuaciones pastorales del eclesiástico desmienten sus afirmaciones

“Quien debe presidir a todos, debe ser elegido por todos”. Este principio democrático vigente en el cristianismo primitivo a la hora de elegir a los obispos ha vuelto a incumplirse en la Iglesia catalana con motivo del nombramiento de Juan José Omella como arzobispo de Barcelona, que desde que corrieron los primeros rumores de dicho nombramiento contó con el rechazo de no pocas personas y colectivos católicos, sacerdotes, religiosos y religiosas de la diócesis.

Omella llegó con el aura de seguidor incondicional de la reforma de Francisco y hoy es considerado uno de los de los pocos obispos españoles elegidos por Juan Pablo II que se identifica con el aire aperturista que se respira en la Iglesia católica. Él mismo no pierde ocasión de declararse “franciscano” en escritos y declaraciones públicas. Sin embargo, sus actuaciones pastorales desmienten sus afirmaciones.

Recientemente ha declarado que “vivimos en una sociedad muy plural, y tenemos que estar abiertos al diálogo... Hay que ir cediendo”. Mantuvo, es verdad, una reunión, con el Consejo ampliado de las tres parroquias de Sant Antoni, Santa Gemma y Sant Enric d’Ossó, de Hospitalet y Esplugues, que funcionan como una, pero en ella recordó que es “aragonés” y que cuando toma una decisión no la cambia aunque esté equivocado. Y así ha sido. Ha impuesto al frente de las parroquias citadas a dos sacerdotes contra la voluntad de un sector importante de las mismas. Es un modo de gobierno autoritario que niega credibilidad a sus propias palabras: “Vamos intentando vislumbrar el futuro no con lo que yo pienso, sino en conjunto con todo el equipo de gobierno y con la sociedad en la medida de lo posible”.

¿Qué decir del pluralismo del que se declara defensor? Algunas de sus prohibiciones de la libertad de expresión demuestran lo contrario. El 25 de febrero de este año me prohibió una conferencia sobre la violencia y las religiones” en la parroquia de Sant Medir, donde nacieron las Comisiones Obreras de Cataluña a mediados de la década de los sesenta. En plena dictadura franquista, los lugares religiosos fueron espacios de libertad de asociación y reunión y de hospitalidad para la clase trabajadora y la oposición política. En democracia, empero, Omella niega la libertad de expresión en sus “dominios eclesiásticos”. Todo un símbolo de involución eclesial.

En la misma parroquia prohibió también la conferencia sobre la homosexualidad y la Iglesia del teólogo polaco Krzysztof Charamsa, que unos meses antes había declarado ser “sacerdote homosexual, feliz y orgulloso de su identidad”. Tuvo que celebrarse en una de las sedes de Esquerra Republicana de Catalunya. La actitud homófoba de Omella contrasta con las palabras respetuosas del papa para con las personas homosexuales: “Si una persona es gay y busca a Dios, ¿quién soy yo para juzgarla?”. Monseñor Omella primero prohíbe la libertad de expresión y luego defiende el pluralismo. Todo un ejemplo de bipolaridad eclesial.

El arzobispo de Barcelona ha dicho: “el sectarismo y la confrontación no son evangélicos”. En contradicción consigo mismo acaba de poner al frente de Sant Antoni, Santa Gemma y Sant Enric d’ Ossó, de Hospitalet y Esplugues, a dos sacerdotes pertenecientes a la asociación conservadora de Clérigos Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, formados en el Seminario de Toledo, de tendencia integrista. La orientación pastoral de estos sacerdotes, cuyas prioridades son la devoción al Corazón de Cristo y la santificación de sus miembros, está en las antípodas de las citadas parroquias, formadas por comunidades “de diáspora”, pluralistas, ecuménicas, proféticas, igualitarias (no patriarcales), encarnadas en el barrio y solidarias con las personas y los colectivos marginados.

En el poco tiempo que lleva como arzobispo de Barcelona -apenas diez meses-, Omella ha demostrado estar muy lejos de la Primavera eclesial de Francisco y ha vuelto a la larga invernada de los pontificados anteriores. Decididamente sus declaraciones no son creíbles.

Juan José Tamayo es director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría” de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta, Barcelona).

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