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Explosiva energía de Verdi en el Palau

El ‘Réquiem’ con la Sinfónica de Londres y el Orfeó Catalá abren la temporada

La Orquesta Sinfónica de Londres y el Orfeó Catalá en el "Réquiem"de Verdi, abriendo la temporada del Palau de la Música.
La Orquesta Sinfónica de Londres y el Orfeó Catalá en el "Réquiem"de Verdi, abriendo la temporada del Palau de la Música.

Verdi siempre es Verdi. Incluso en su Misa de Réquiem, lejos de la escena, late el sentido teatral y el alma lírica de un compositor que otorgó una nueva dimensión expresiva al teatro musical. Y esa teatralidad brilló de forma espectacular en la versión dirigida por Gianandrea Noseda que el lunes abrió la nueva temporada de Palau 100 en un clima triunfal.

Al frente de la poderosa Orquesta Sinfónica de Londres y el Orfeó Català, el director italiano ofreció una lectura impactante, muy operística, de hondo lirismo y explosivas dinámicas: pura emoción verdiana.

No ha sido casual la elección de un reto coral para abrir el nuevo curso. Con ella se ha presentado al nuevo director titular de los coros del Palau, el británico Simon Halsey, primera espada en la escena internacional, que compaginará el cargo con la titularidad del coro de la Sinfónica de Londres. Y el Orfeó Català, reforzado para la ocasión con las voces del Cor Jove, vivió con ilusión y entusiasmo el reto coral que marca el inicio de una esperanzadora etapa.

La Sinfónica de Londres es una orquesta sensacional a la que Noseda sacó el máximo partido, recreando episodios de gran refinamiento gracias a la ductilidad de las cuerdas, la brillantez de los metales y la sonoridad, dulce pero sin empalagos, de las maderas. Fue un Réquiem rotundo, conducido con tempi de vértigo, tensión dramática y avasalladora potencia, demasiada para las limitaciones acústicas del Palau.

Fue también un Réquiem esperanzador en el plano coral. Halsey ha insuflado nuevas energías al Orfeó Català, poco acostumbrado al estilo verdiano, pero entregado a la tarea sin reservas. El nuevo director trabaja con rigor, oficio y talento en busca de la afinación exacta, la transparencia y la homogeneidad de las voces, y, aunque queda mucho trabajo por hacer, se evidenciaron mejoras en una formación que sonó más dúctil en los matices, desde el delicado Requiem aeternan inicial a la explosión de furia del Dies Irae.

Cumplieron, sin llegar a entusiasmar, los cuatro solistas vocales. La soprano Erika Grimaldi tiene una voz bella, pero demasiado ligera para salvar las exigencias de una parte que desbordó sus medios y acabó con un Libera me decepcionante.

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La mezzosoprano Violeta Urmana salvó su cometido con más temperamento y clase que brillo en los agudos. Si que brillaron, en cambio, la nobleza de línea del bajo Michele Pertusi y los agudos del tenor Saimir Pirgu, aunque el uso de un falsete poco natural restó encanto a su notable prestación.

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