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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El ángel exterminador

Buñuel sube a los escenarios, con una ópera ya estrenada y un musical en ciernes que escenifican su parábola de las crisis morales de las élites y hasta de las Cortes

Mercè Ibarz

Algún programador tiene en cartera ofrecernos la ópera El ángel exterminador, de Buñuel, que el compositor británico Thomas Adès ha estrenado este verano en el festival de Salzburgo? Sería, ahora mismo, una parábola estupenda de este entrar en las Cortes que no conduce a ninguna salida política, ese encierro, este repetir o no elecciones, candidatos, propuestas, pactos, argumentos, falacias, canibalismos y bestiarios políticos varios. De la crisis general y el pánico moral que atenaza tantas cosas. ¿Alguien se anima?

Qué bueno sería (lo será, quiero creer que más tarde o más temprano la podremos ver) asistir al encierro inexplicable y sin solución de sus protagonistas, a sus repeticiones de escenas memorables y desconcertantes, a su abanico de tantas interpretaciones posibles. Se verá a partir de ahora en Nueva York y Londres, donde tendrá sus sentidos propios en cada lugar. Aquí, sumaría otros.

El cine de Buñuel se ve poco en nuestras pantallas, mientras que el programa de TVE-2 Historia de nuestro cine nos sigue deleitando con el cine franquista más rancio. Esta semana emitió el lunes Sin novedad en el Alcázar, película italo-española de 1940, y el día siguiente, este martes, Reina santa, de 1947, film digamos que histórico que dirigió Rafael Gil.

La noche del aniversario de la sublevación franquista, este 18 de julio, emitió El santuario no se rinde, de 1949, dirigida por Arturo Ruiz Castillo, que había sido uno de los cineastas documentales de las Misiones Pedagógicas republicanas y el creador, con Lorca y Eduardo Ugarte, del grupo teatral ambulante La Barraca. Para que quedara claro, cabe imaginar, que no morir en la guerra ni estar en prisión ni en un campo ni exiliarse tiene un precio. Ruiz Castillo como estandarte victorioso.

Vale por tanto la pena, en un contexto que hace invisible a Buñuel, recordar el argumento de El ángel exterminador: Un grupo de notables se reúne a cenar en casa de los Nobile, tras asistir a la representación de una ópera, Lucia di Lammeermoor. Entre ellos están un director de orquesta y su esposa pianista, un coronel, un reputado médico, un científico, dos retoños de la nobleza, una pareja de amantes clandestinos… Sin que nada medie, el servicio va dejando la casa hasta quedar solo el mayordomo, las puertas se cierran sin saber cómo ni para qué ni por qué, y toda esta gente no consigue salir de allí. Poco a poco, sus máscaras van cayendo y la agresividad se adueña de ellos. A Buñuel le hubiera gustado extremar el guión y llegar al canibalismo. Pero lo dejó en una escena final más inquietante si cabe: los reunidos logran salir, pero en la calle hay mucha más gente, las explosiones se suceden y se esconden todos en una iglesia, donde cabe suponer que el encierro continuará…

Así estamos. De Buñuel, nada de nada por aquí, ni en las pantallasni menos en los escenarios. Hasta que es convertido en ópera en otros paisajes culturales. O en musical, que en eso está el reconocidísimo Stephen Sondheim en Broadway, que espera estrenar el año que viene su fusión de dos títulos claves del cineasta, la mexicana El ángel exterminador (1962) y la francesa El discreto encanto de la burguesía (1972). Un proyecto deslumbrante, en el que Sondheim y el dramaturgo David Ives llevan tres años largos. 

Por su parte, el provocador Thomas Adès, hijo de la experta historiadora del surrealismo Dawn Adès, de quien ha tomado el apellido, ha trabajado con el dramaturgo Tom Cairns, también británico. Buñuel decía que su película tal vez no había sido muy lograda porque México no tenía unas élites culturales y políticas que se vistieran y tuvieran los modales arraigados de Inglaterra que convenían a su film y donde le hubiera gustado rodar el Ángel. Bueno, ahí la tiene.

Lo primero que se me ocurrió al saberlo es qué diría don Luis al ver su cine transformado por la música. Desde su trilogía inicial, antes del exilio, no puso más en sus películas, que por otra parte era hasta entonces música ya existente, no compuesta a propósito. La única excepción que recuerdo es el rock primitivo que suena en el tocadiscos y cierra Viridiana cuando la novicia entra en el dormitorio donde el joven amo y la criada están jugando al mus, digamos. Las fotos publicadas de la ópera The Exterminating Angel dan ciertamente ganas de verla, con esa puerta grandiosa en el escenario, que nadie entre los encerrados es capaz de cruzar a pesar de su evidencia. ¿Como en las Cortes?

Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF.

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