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Bricolaje académico

Alumnos de la escuela pública de Diseño de Madrid construyen la ampliación de su propia sede

Profesores y alumnos levantan una de las aulas en el jardín de la escuela.
Profesores y alumnos levantan una de las aulas en el jardín de la escuela.JUAN GABRIEL PELEGRINA

Esta es la historia de una escuela de diseño que se crea a sí misma bajo el nombre de La Escuela Crece y que no sólo ha llamado la atención de Ferrán Adriá y la Bienal de Venecia, sino que ha puesto de acuerdo a la Comunidad y al Ayuntamiento de Madrid en una cosa: mudarla a la nave 8 de Matadero. Y es también la pelea de un centro público, porque la Escuela Superior de Diseño de Madrid (ESDMadrid) ha construido, como un lego, su propia ampliación en el jardín.

“Todo empezó en 2012. Profesores y alumnos de cuatro títulos de Grado de diseño —de interiores, de producto, gráfico y de moda— nos juntamos en la misma sede, pensada para 170 personas. Y éramos 700”, relata la directora de la ESDMadrid, Marina Arespacochaga. Se quedaban sin espacio. Cada vez había más alumnos y menos sitio para aprender a ser creativo. Pero justo esto es lo que les ha salvado: saber inventar soluciones. “Desde entonces todo es provisional”, dice Arespacochaga.

La solución al colapso llegó tras una sentada con el arquitecto Santiago Cirugeda, de Recetas Urbanas. De ella salió la propuesta de construir un nuevo espacio en el jardín de la sede, involucrar en ello a la comunidad educativa y crear un grupo de trabajo de autoconstrucción. Pero lo que les salió fueron dos aulas —de 60 metros cuadrados cada una— que se inaugurarán este curso. “Están hechas en un 80% con materiales reutilizados, con un tercio del presupuesto de una obra normal”, explica el profesor José María Canalejas.

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Tres años han tardado en llegar todas las licencias. Entre ellas, la que permitía montar el tejado. Y en ese tiempo, La Escuela Crece y su modelo de autoconstrucción “participativa, transversal y abierta”, ganaron visibilidad. Sedujo al Bullilab de Adriá y a la 15ª Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia, donde aterrizó como ejemplo de autoconstrucción colaborativa con Recetas Urbanas.

“Qué maravilla de escuela pública. Despierta la admiración de la gente de fuera, que ha venido de todos los continentes a ayudar”, relata Cirugeda. “También ha sido muy estimulante conocer a los alumnos, con sus historias, con la crisis encima, que dejaban las herramientas y se iban a trabajar de camareros… Qué historias”.

Todos aplaudieron cuando el pasado junio en el jardín del número 106 de Camino de Vinateros una grúa levantó, al fin, el tejado sobre las aulas. Pero no fue la única buena noticia de fin de curso. Matadero acogió antes de verano una jornada de trabajo con profesores, alumnos, colectivos ciudadanos y representantes del Ayuntamiento y de la Comunidad, que anunciarán avances en el proyecto en las próximas semanas. Se pretendían marcar las líneas generales que servirán de base para la mudanza a la nave 8 de Matadero.

“Siguiendo la filosofía de La Escuela Crece, el proceso que empecemos en Matadero debe ser colaborativo”, insiste la directora de ESDMadrid. “Nos suelen preguntar si nos da pena dejar esto ahora que hemos puesto el tejado”, cuenta José María Canalejas. “Y no, el fruto del trabajo no es sólo el edificio, sino La Escuela Crece, la forma de funcionar... Además, ¡a ver, que esto es desmontable, nos lo llevamos y listo!”.

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